TODO se sabía hace tiempo, aunque algunos ahora se den por sorprendidos. La noticia fue anticipada semanas atrás por El Duende de Miami, quien alertaba sobre la posibilidad de que se desatara un escándalo en los medios de comunicación locales por la aparición de una lista de periodistas de Miami al servicio del gobierno. La sacrosanta objetividad y la cacareada independencia de que se ufanaba la prensa y algunos «periodistas» miameros podría quedar al desnudo con las revelaciones.
Una investigación lanzada por The Miami Herald sobre el uso de los fondos federales norteamericanos para los planes contra Cuba destapó finalmente la cloaca periodística. A manos de reporteros de ese medio norteamericano llegó una lista de una docena de periodistas de medios privados del sur de la Florida, que eran pagados por el gobierno de Estados Unidos, a través de su Oficina de Transmisiones hacia Cuba, para hacer propaganda anticubana por medio de las infames y desacreditadas Radio y TV Martí.
Las denuncias sobre las plumas y voces pagadas, hechas una y otra vez en la Mesa Redonda y otros medios cubanos, mostraron su valía. Quienes gastaban tinta y se llenaban la boca hablando de «libre opinión» y atacando al «periodismo oficialista cubano», han resultado ser no más que simples asalariados de Washington en su guerra sucia contra Cuba. Desde el «analista experto en poner petardos en cines» Carlos Alberto Montaner, el mismo que desde Madrid le disputaba a Mas Canosa el liderazgo de la industria de la contrarrevolución; hasta el afiebrado columnista del Herald, Pablo Alfonso; desde la furibunda vocinglera del terrorismo anticubano Ninoska Pérez Castellón; hasta el director de noticias del Canal 41, el antro televisivo de la mafia de Miami, aparecen en el selecto listado de quienes recibieron miles de dólares del gobierno norteamericano.
Uno de los más conspicuos asalariados, con 11 400 dólares en nómina, es el presentador de un noticiero de una pequeña televisora por cable, quien recientemente trató de armar su show anticubano en Argentina durante la visita de Fidel. Allí, el provocador, con apellido de ave de mal agüero, fue petrificado por la interrogante que le lanzó el Comandante: «¿A ti quién te paga…?». La respuesta entonces y ahora es fácil de adivinar.
La revelación de The Miami Herald ha causado revuelo en los medios periodísticos norteamericanos y de otras partes del mundo, a la vez que han hecho recordar el caso del reportero Amstrong Williams, a quien el gobierno de Bush le pagó fuertes sumas por propagandizar su ley de reformas de la educación en su programa de televisión transmitido de costa a costa. Expertos estadounidenses se cuestionan la credibilidad de esta docena de reporteros para cubrir objetivamente cuestiones claves de la política de Estados Unidos hacia Cuba, la cual permanece la mayor parte del tiempo secuestrada por las presiones políticas y mediáticas de Miami.
La hipocresía y el mercenarismo hacen estallar, por su endeblez, los supuestos valores del periodismo norteamericano, subordinado realmente al poder del capital. El Nuevo Herald, temiendo ahondar su desprestigio, se vio obligado a despedir a dos periodistas de plantilla y una colaboradora, que estaban en la lista negra. La cadena televisiva Univisión parece dispuesta a aplicar similar medida a un mediocre comentarista deportivo de su filial en la Florida, también involucrado en el escándalo. Mas otros medios salpicados por los acontecimientos parecen no darse por enterados.
En defensa de los periodistas oficialistas de la maquinaria anticubana de Washington ha salido el congresista Lincoln Díaz-Balart, quien entre otras cosas dijo que «…alegar que hay falta de profesionalismo y objetividad en Radio y TV Martí es incierto e injusto».
Un informe de este año del Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA) muestra, sin embargo, que «Radio y TV Martí se caracterizan casi completamente por la programación propagandística de baja calidad, la mala administración y la sorprendente incapacidad para lograr sus propósitos de llegar a la audiencia de la isla de Cuba». El reporte también señalaba: «…la empresa completa es en realidad poco menos que una desacreditada expoliación del tesoro y una maquinaria propagandística de la derecha radical de la comunidad cubana de Miami, así como una fuente de empleo para los ideólogos desempleados enemigos de La Habana».
Pese a la incompetencia, la corrupción, el descrédito y el despilfarro de estas emisoras anticubanas, ambas siguen recibiendo jugosos aportes del erario público norteamericano al amparo de la obsesiva política de Washington. Este año se han beneficiado con 37 millones de dólares de presupuesto, a lo que se ha sumado la adquisición de un nuevo avión para las injerencistas e ilegales transmisiones televisivas. Una parte significativa de los recursos, como ya se conoce, se dedica a alquilar analistas para defender la absurda e irracional política contra Cuba.
La docena de mercenarios de la prensa denunciados en Miami no son los únicos de esa ciudad. Algunos más pueden ser revelados. Otros podrán sumarse, al amparo de los nuevos millones aprobados para estos fines por el Plan Bush.
En Cuba, como sabemos, también hay mercenarios de la pluma que forman parte del aparato propagandístico del imperio. Tras las revelaciones de estos días, tales almas vendidas al diablo rumian el rencor de recibir solo migajas mientras sus «colegas» en Miami se estaban haciendo de miles. Roma los recluta y paga… pero desprecia.