Simpatizantes de Chávez durante mitin de campaña. Foto: Reuters La oficialización de los primeros candidatos, el juramento del Comando de Campaña Miranda —que nucleará el empuje de las fuerzas bolivarianas—, y los preparativos del Consejo Nacional Electoral, indican que el guiso con vista a los comicios presidenciales de diciembre en Venezuela, empieza a tomar punto...
No se trata de un cocido cualquiera. Si definitorio fue el encuentro con las urnas en agosto de 2004 para ratificar a Chávez en el poder, la ocasión que se abre ahora tiene igual capacidad de sentar pauta para profundizar las transformaciones, o implicar un retroceso: una impensable marcha atrás que las mayorías beneficiadas por los cambios, difícilmente aceptarían ya.
Emerge el recuerdo del referendo revocatorio porque fue la más reciente —y perdida— jugada opositora para defenestrar a la Revolución; las elecciones de diciembre, en las que Hugo Chávez aspira a la reelección, significan también la oportunidad de que ese proceso siga en marcha.
Claro que hay diferencias sustanciales entre el panorama que rodeó la consulta de aquel agosto, y el de hoy. Hace dos años, aún con el desgaste que le provocó el frustrado golpe de abril y después, el paro petrolero, todavía podía hablarse en Venezuela de alguna salud de la oposición. Ahora, sin embargo, con un torneo presidencial por delante, su estado es mucho peor. Ni siquiera puede hablarse de esa oposición como un solo cuerpo.
Aunque se le presenta con bombo y platillo y le señalan como «el candidato único» para disputar la silla presidencial, Manuel Rosales, virtualmente un desconocido en materia política excepto para sus seguidores en Zulia —donde es gobernador— constituye, por el contrario, la evidencia del fracaso de los mentores «antiChávez».
Evidentemente, el deseo de EE.UU. de encontrar una candidatura fuerte y única no se logró, ni siquiera con sus muchos millones, como lo demuestra que no se hayan celebrado las «elecciones primarias» con que Súmate —institución supuestamente de asistencia técnica que ha demostrado estar al servicio de Washington—, orientaba elegir por consenso a un aspirante con arraigo. Después de muchas pujas, Rosales ha sido nominado a dedo y, si alguna relevancia se le concede, es por contar con el beneplácito de dos políticos con nombres un poco más sonados que el de él: Julio Borges, del relativamente joven partido Primero Justicia, y Teodoro Petkoff, presentado por los grandes medios como «izquierdista» y quien renunció a sus ambiciones presidenciales, supuestamente, en favor de la unión...
Pero desmiente el carácter unitario de esa propuesta la existencia de un rosario de otros casi diez candidatos. En tanto, la ausencia de aspirantes de los tradicionales Acción Democrática y COPEI se suma a la impresión de deterioro que causa hoy la llamada oposición en Venezuela, dudosa aún en algunos sectores entre postularse, u optar por la abstención...
Empero, la batalla de diciembre moviliza desde ya a las masas bolivarianas, empeñadas en lograr diez millones de votos que otorguen a su líder otra contundente ratificación, y echen por tierra los intentos de los adversarios por deslegitimar los comicios. Estados Unidos no ha escatimado ni ahorrará recursos o esfuerzos por frustrarlo todo de una vez...
Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que no se trata de un hombre, sino del destino de la Venezuela que aún está forjando la Revolución.