Argentina tiene una larga historia de relaciones con el Fondo Monetario Internacional. Autor: AFP Publicado: 20/03/2025 | 11:28 am
Poco nuevo es ostensible en el modelo disruptivo de que blasona el presidente Javier Milei. Pese a su empeño por hacer cumplir los índices macroeconómicos exigidos por el Fondo Monetario Internacional y, precisamente, para seguir cumpliendo con ellos, acudirá a otro empréstito del organismo financiero que seguirá añadiendo plazos de pago a futuro.
El nuevo desembolso que se busca se añadirá a la deuda vigente, y tiene de «bueno» que no le tocará seguramente gestionar su pago a Milei, porque estos se iniciarán a partir de 2029, cuando ya habrá terminado su mandato… Eso, si la sociedad argentina no comete el suicidio de reelegirlo.
Cualquier defensor del Libertario pudiera replicar que el mandatario está acudiendo a un mecanismo al que también echó mano en 2022 su antecesor Alberto Fernández, representante del ahora opositor peronismo. Ciertamente, ese fue el detonante de las fisuras que hoy siguen dividiendo a la fuerza progresista con más historia y peso en el país, y seguro forma parte de los sinsabores que marcaron su derrota en las urnas, y la llegada de Milei.
Pero, cuidado, porque el ejecutivo del Frente de Todos acudió al mecanismo arrastrado por el macro crédito con que, cuatro años antes, el derechista Mauricio Macri había re-endeudado al país luego de los pagos para la soberanía que hizo Néstor Kirchner en 2006, lo que posibilitó que Argentina rompiera entonces las ataduras con el Fondo.
Para no descargar su peso sobre la ciudadanía, el ejecutivo de Fernández también profundizó los programas sociales y acudió a mecanismos novedosos como el pago a la institución con yenes, obtenidos gracias a sus convenios de intercambio con China.
Ahora, nada de eso existe. Ni ayudas sociales, y casi, ni siquiera Estado, merced al achicamiento gestionado por un gobierno que solo apuesta a lo privado.
Pero de Javier Milei, un economista de formación que llegó al poder como el salvador que reflotaría al país liberando al Estado de gastos «superfluos» como las subvenciones y el respaldo a los pobres, no se esperaba la necesidad de acudir a estos mecanismos de siempre, por demás, perversos.
Se suponía que el propósito de reducir el déficit fiscal, vieja demanda del FMI que él ha cumplido a cualquier precio pagadero por el pueblo, liberara a Argentina de la necesidad de pedir nuevos préstamos.
Sin embargo, el Decreto de Necesidad y Urgencia que la Cámara de Diputados le aprobó este miércoles —la derogación de una ley no obliga ahora a que la aprobación sea ratificada en el Senado—, argumenta que es urgente resolver el deterioro del balance del Banco Central —están en baja las reservas— y despejar la carga de vencimientos del Tesoro en los próximos años.
Se supone que el nuevo crédito deje avanzar en la flexibilización del cambio, argumentó Milei, lo que redundaría en una mayor eficiencia económica y una mejora de las inversiones a largo plazo.
Sin embargo, en la larga historia argentina de relaciones con el Fondo Monetario Internacional, nada de eso ha pasado. Desde su adhesión al organismo en 1956, la nación ha firmado 28 programas emanados de acuerdos con la institución. Y nada bueno dejaron. La crisis social que explotó en 1989 con la democión de Fernando de la Rúa como resultado de protestas populares espontáneas, ha sido la máxima expresión de su costo no solo en lo económico sino, además, político.
Ahora, el ejecutivo argentino tiene las manos libres para negociar este acuerdo denominado de Facilidades Extendidas para seguir pagando, continuar cumpliendo… y seguirse endeudando.
Como se ha quejado la bancada peronista en la cámara baja del legislativo: el futuro del país será negociado sin contar con nadie, porque el gobierno ha obtenido un cheque en blanco.