Raid en campamento de refugiados Nur Shams en Tulkarem. Autor: AP Publicado: 02/01/2025 | 08:34 pm
Acabó 2024 y de todo ocurrió en el transcurso de los 366 días de ese año bisiesto en el cual más de 3 000 millones de personas en 70 países acudieron a las urnas para votar en elecciones generales o locales, pero no fue ese ejercicio de la supuesta democracia lo que prevaleció en las noticias —incluso, revelan investigaciones que en uno de cada tres de los países involucrados hubo, al menos, un acto de violencia electoral—; predominaron las situaciones riesgosas, las acciones terroristas, la beligerancia armada, los conflictos, los enfrentamientos, las guerras —mediáticas u ocultadas— y un impune genocidio.
Inseguridad, desequilibrios, desigualdades políticas, sociales y económicas se unieron a extremos eventos de la naturaleza para dar un cariz sombrío respecto a años anteriores, y trasladan incertidumbres extremas al 2025, cuando se recrudecen los acontecimientos provocados por la avaricia, el egoísmo, la intolerancia, en lo que a lo individual se refiere, pero se extrema en un mundo polarizado por las pretensiones de Estados Unidos y sus aliados de someter el hacer planetario, aplicar sus visiones políticas, imponer su poder económico, mantener un dominio militar y todo para apoderarse de las riquezas sustanciales en detrimento del resto de las naciones y los pueblos. Emergen el autoritarismo de los multimillonarios políticos y un neofascismo se esparce no solo por una Europa otaniana, xenófoba y racista.
El cambio climático demostró con creces presencia cierta, aun cuando algunos negacionistas intenten ocultarlo: sequías e inundaciones, catastróficas ambas, se alternaron por regiones; incendios forestales y deslaves arrasaron con el verdor planetario; huracanes, tifones y terremotos sacudieron la geografía y la vida de millones.
Inundaciones en Indonesia. Foto: Unesco
Una Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP29, con mucha presencia de los movimientos sociales, pero escasa de las cúspides gubernamentales, que tuvo como sede a Bakú, la capital azerbaiyana, intentó paliar las multimillonarias pérdidas materiales —las vidas humanas no admiten rembolso alguno—, apenas propuso un fondo de mil millones de dólares anuales de países y empresas productoras de combustibles fósiles, más acciones de transición energética, pero como en ocasiones anteriores se ha quedado en promesas que luego no se cumplen como es debido por quienes más tienen y contaminan, los más ricos, para quienes en sus diccionarios parece no existir en lo absoluto el hermoso término de solidaridad.
No es seductor el panorama al que ha llegado el 2025, el que desde el punto de vista de la política internacional se enfrenta a incertidumbres ciertas, y no es poco lo que aporta a ellas el segundo mandato de Donald Trump en la Casa Blanca, como tampoco son buenos los augurios en la casa propia.
La publicación digital Common Dreams ha advertido de los peligros que el trumpismo depara para EE. UU.: «El 20 de enero comienza... Venganza política. Deportaciones masivas. Proyecto 2025. Corrupción insondable. Ataques a la Seguridad Social, Medicare y Medicaid. Indultos a los insurrectos. Un ataque total a la democracia. Los republicanos en el Congreso están luchando por darle a Trump nuevos y amplios poderes para despojar del estatus de exención de impuestos a cualquier organización sin fines de lucro que no le guste declarándola una “organización que apoya al terrorismo”. Trump ya ha comenzado a presentar demandas contra los medios de comunicación que lo critican». Y el propio medio también ha tomado partido: «En Common Dreams no daremos marcha atrás, pero debemos prepararnos para lo que Trump y sus matones nos arrojen».
Cierta esa visión, porque el magnate y una corte de gobierno, en la que se destacan, sobre todo, los multimillonarios y el hombre más opulento del mundo, ya dan muestra de que el autoritarismo oligárquico será el modo de manejar el imperio, donde tendrán, además de la Casa Blanca, la mayoría de ambas cámaras del Congreso y una poderosa suma de magistrados en el Tribunal Supremo.
Ese poder casi absoluto, político y económico, se ejercerá desde un nacionalismo extremo hacia el resto del mundo, expresión también de su dominio planetario.
Así vemos a Elon Musk, a quien han llamado el megáfono de Trump y el co-presidente, luego de interferir con enorme influencia desde su red (anti)social X y con cientos de millones de dólares en las elecciones estadounidenses, ahora se inmiscuye en los próximos comicios adelantados de Alemania, un Estado-socio principal del llamado mundo occidental.
Intrusivo y arrogante, como dijeran autoridades en Berlín, Musk acaba de pronosticar que el canciller Olaf Scholz, a quien llamó burlonamente «Oaf Schitz, o como sea que se llame, perderá», al igual que su Partido Socialdemócrata. Reitera de forma prepotente y peligrosa para el equilibrio alemán y europeo lo que ya dijo la semana pasada en un artículo publicado en el periódico alemán Welt am Sonntag, en el que elogió al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, del que dijo: «Solo la AfD puede salvar a Alemania». Dos diputados de la AfD, Roger Beckamp y Lena Kotré, en estos días se reunieron en Suiza para abordar temas políticos como la inmigración, con integrantes de grupos neonazis, entre ellos Blood & Honour (Sangre y Honor), agrupación prohibida en Alemania en el año 2000. Esto ocurre y es aplaudido por Musk cuando Europa parece encaminada a un paralelismo con el surgimiento del fascismo el pasado siglo. Trump alardea de que dará fin a ese conflicto ruso-ucraniano, pero es comprobable que la guerra aupada por Biden es la que, tras bambalinas, han hecho EE. UU. y la OTAN a Rusia y, por ahora, si se toman en cuenta las diatribas verbales, apuntan en 2025 a una terrible guerra de alcance mundial y hasta con posibilidades nucleares.
Como ya puede notarse, ese poder en EE.UU. marcará, además, las tendencias en los acontecimientos de 2025, sobre todo en regiones como Europa, Medio Oriente y América Latina. Con el trumpismo en el poder tomará cuerpo con toda seguridad la guerra comercial —sobre todo con China— y con ella una abarcadora crisis económica en todo el mundo, cuyas principales víctimas serán los llamados países en desarrollo.
Al mismo tiempo, los días finales de 2024 intensificaron los hechos terribles cometidos por el Israel sionista contra el pueblo palestino en Gaza y la Cisjordania ocupada, al ampliar sus pretensiones expansionistas hacia Líbano y Siria, lo que anuncia un 2025 que pudiera ser tan brutal y cruento como su precedente. Trump ha dicho que terminará con la situación en Gaza… ¿pero cómo? Impunidad e inmunidad siguen protegiendo a Benjamin Netanyahu y el sector más extremista de Israel, más aún, luego del derrocamiento de Bashar al Assad en Siria por parte de los grupos armados terroristas, ahora renombrados como opositores armados. Por demás, Irán está en la mira.
Se nos viene encima, entonces, un año plagado de problemas y peligros ampliados.