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Un portazo a las izquierdas en la cocina francesa

La semana se tensó en la capital francesa, cuando el presidente Enmanuel Macron cocina en el ambiente político en busca de un ingrediente fundamental para conseguir que el gobierno camine, un Primer Ministro

Autor:

Juana Carrasco Martín

 

Un impasse entre las Olimpiadas y las Paraolimpiadas que comenzaron este miércoles 28 de agosto y se detuvo la fiesta en París. La semana se tensó en la capital francesa, cuando el presidente Enmanuel Macron cocina en el ambiente político en busca de un ingrediente fundamental para conseguir que el gobierno camine, un Primer Ministro.

El problema fundamental está en el centro-derecha y la extrema derecha negadas obcecadamente a que venga de las izquierdas la cabeza de ese gobierno, cuando fue la alianza Nuevo Frente Popular (Francia Insumisa, Partido Verde y Partido Socialista) la de mayor votación y número de parlamentarios en las elecciones anticipadas de julio (193 escaños), aunque sin mayoría absoluta y no mucha diferencia con los partidarios del presidente (160 de centro y centro-derecha) y la ultraderechista Agrupación Nacional (140 diputados), las tres agrupaciones mayores en un legislativo donde se necesitan 289 para lograr la mayoría absoluta de los 577 curules.

Sin embargo, si se siguiera el comportamiento tradicional de la política gala, la designación de jefe de Gobierno saldría de la izquierda —que tiene como candidata propuesta a primera ministra a Lucie Castets, economista, alta funcionaria pública francesa, profesora universitaria y actual Directora de Finanzas y de Compras del Ayuntamiento de París—, pero ni se crea usted lo de «libertad, igualdad y fraternidad» o la nomenclatura modernizada de «democracia», la que también se ha quedado hueca de «transparencia» en la Ciudad Luz, por lo que estamos viendo.

Ante el estancamiento provocado, los Socialistas y Verdes han acudido a una respuesta que haga valer lo justo, razonable y habitual, y por supuesto sus votos: convocar a los franceses a manifestaciones pacíficas a manera de presión, donde el horno puede sobrecalentarse…

Macron está en la cuerda floja —aunque ese no sea un deporte olímpico reconocido—, pues asegura que un gobierno de izquierda «sería inmediatamente censurado por todos los demás grupos representados en la Asamblea Nacional» y «la estabilidad institucional de nuestro país exige, por tanto, que no elijamos esta opción», lo que podemos traducir en que llevaría a que los otros se unan, logren una mayoría en el hemiciclo y lo desalojen del palacio l'Élysée de la calle de Saint-Honoré.

Marine Le Pen, la ultraderechista fundadora y diputada del partido Agrupación Nacional (RN-Rassemblement National), y su presidente, Jordan Bardella, discutieron con Macron y dejaron clara la posición: nada con sabor a izquierda en la cazuela francesa.

Desesperado, disgustado y también falto de aire, Macron sigue convocando a reuniones, tratando de llegar a la meta de esta maratón, donde la medalla se le hace escurridiza.

Sin embargo, la izquierda parece haber dicho que el horno no está para croissants. No perderá tiempo en conversaciones infructuosas a las que los volvió a llamar Macron.

Olivier Faure, presidente del Partido Socialista, declaró al canal France 2: que no participaría en lo que llamó una «parodia de la democracia», cuando el presidente ya había descartado un gobierno capitaneado por la izquierda. A su vez, Marine Tondolier, líder del Partido Verde, lanzó un contundente jab cuando dijo categóricamente: «Nos están robando estas elecciones». «No vamos a continuar con estas consultas falsas con un presidente que de todos modos no escucha... y está obsesionado con mantener el control. No está buscando una solución, está tratando de obstruirla».

A decir verdad, muchos creen que a la derecha extrema y algunos de la otra que se dice centrista no les agrada que asuma como Primer Ministro un representante de la Francia Insumisa que dirige Jean-Luc Mélechon, quien aun cuando su partido ha sido el más votado, ha concedido que podría haber un gobierno de izquierdas sin ministros de su partido.

Sin embargo, Faure retrató la situación: «Su problema no es sólo La Francia Insumisa, es la izquierda», y apostilló el quid, esencia o punto más importante de lo que parece ser moda y norma en todo el mundo político de las llamadas democracias: «No pueden aceptar una votación en la que no resulten ganadores».

¿Acaso no les resulta familiar la segunda temporada de un pretendido golpe de estado en Venezuela que no les fructifica a los opositores autoproclamados presidentes;  los gritos de Jair Bolsonaro cuando Lula lo dejó fuera del poder por aquel estrecho margen en 2023; y en las reclamaciones de fraude —las viejas que datan de 2020 y las anticipadas que preparan el terreno para el 5 de noviembre— que continúa haciendo Donald Trump en Estados Unidos?

El mundo de la «democracia» se está volviendo muy complicado, más bien retorcido y encrespado. Mientras tanto, Francia maquillará su problema con los juegos Paralimpicos, estos sí dignos de ver y aplaudir durante 12 días mágicos, porque compiten en juegos limpios, hombres y mujeres inspiradores, de valor y dignidad.

Pero a Enmanuel Macron parece que se le está apagando la llama.

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