El desplazamiento forzoso de los civiles palestinos ha sido denunciado por múltiples actores geopolíticos como un crimen de lesa humanidad. Autor: US News Publicado: 23/03/2024 | 08:58 pm
En una transliteración al abecé latino desde el alifato, como se le conoce en español al alfabeto árabe de hermosos caracteres, se le llama «al-majhūlu», y una tristeza inconmensurable encierran esas dos palabras que traducidas al español significan «sin nombre», aunque se escribe N.N., acrónimo que dolorosamente aprendí a través de narraciones sobre la desaparición de personas y robos de bebés durante los horrores de la dictadura militar argentina (1976-1983). Hasta la actualidad, en la nación conosureña, continúa la angustiosa búsqueda de la identidad. Aún hay cientos de lápidas que tienen grabadas esas iniciales para los cuerpos no identificados, como los sepultados en el cementerio de Lomas de Zamora, al sur de Buenos Aires, y todavía las amorosas y tenaces abuelas y madres de Plaza de Mayo indagan para encontrar a sus seres queridos, unos abducidos o apropiados y otros torturados y asesinados.
Ahora, ese lugar en las historias del horror lo ocupan los «al-majhūlu», los niños palestinos de la Franja de Gaza que han quedado huérfanos, sin ningún familiar que se haga cargo de ellos, porque todos han muerto en los bárbaros bombardeos.
Son ya 17 000 los niños huérfanos en Gaza —el uno por ciento de los 1,7 millones de desplazados—, según estimaciones de la Unicef, y la mayoría de ellos están refugiados en los hospitales a los que llegaron heridos, en no pocos casos mutilados, y enfrentan hoy otra arma de exterminio empleada en el genocidio, el hambre…
Un reportaje publicado el 30 de diciembre por Al Jazeera comenzaba así: «Cuando Razan Shabet, de nueve años, fue llevada al Hospital de los Mártires de Al-Aqsa hace un mes, estaba inconsciente con una grave lesión en la cabeza, una hemorragia cerebral y piernas y brazos rotos. Durante los primeros cuatro días, figuraba como “101 desconocido”. Nadie sabía quién era ella».
Fuera ya de peligro, vivía con otros refugiados en las áreas del centro de salud, pero médicos y enfermeras no se habían atrevido a decirle que sus padres habían muerto, atrapados en un bombardeo aéreo en el campamento de refugiados en Nuseirat, adonde habían llegado desde su casa en Tuffah, en el norte de Gaza. Razan era la única sobreviviente. Para ella hay también otro acrónimo: WCNSF (niño herido, sin familia sobreviviente).
El periódico británico The Telegraph abordaba el 7 de febrero el doloroso tema: «El bebé de Hanadi Abu Amsha, que murió como resultado de los ataques israelíes, está siendo tratado después de haber sido extraído por cesárea de su madre moribunda y llevado a la unidad de cuidados intensivos neonatales del Hospital de los Mártires de Al-Aqsa en Deir al-Balah, Gaza».
Mohammed El-Yazici, palestino de 14 años que perdió a su madre y no supo de su padre debido a los ataques israelíes a Gaza, besa a su hermanito de seis meses frente a la tienda improvisada en la que se refugian en Rafah, los dos no tienen más familiares sobrevivientes, decía otro artículo acompañado con foto de la Agencia Anadolu.
Hace pocos días me impactó en especial uno de los videos diarios que en las redes sociales dejan ver el sufrimiento inconmensurable de un pueblo sometido a tan perversa ocupación, la que en mayor o menor grado de violencia dura ya 75 años: una pequeña niña, hambrienta y sola, se acercaba a una venta callejera de algunos alimentos en Gaza y una persona le daba un pequeño pedazo de algo que no supe identificar; miraba agradecida al alma caritativa y sensible y se alejaba hambrienta y sola…
La destrucción de las infraestructuras civiles en la Franja de Gaza vuelve a los niños particularmente vulnerables a la carencia de agua y alimentos, y al contagio de enfermedades. Foto: Al Jazeera
¿Cómo podrán valerse esos chiquillos torturados por la muerte y ahora por el hambre que atenaza prácticamente a todos? ¿Estarán condenados a acompañar a sus padres en el martirologio? ¿Hasta cuándo el mundo permitirá tamaño crimen?
Estamos contemplando a diario la cara de lo maligno y de la insuficiencia de humanidad por parte del régimen sionista que ocupa Gaza y son angustiosas las interrogantes.
Si Razan llega a adulta, nada ni nadie podrá llenar esta enorme grieta abierta en su vida, ni ocupar los silencios de conversaciones y risas que tuvo en su más temprana niñez, se le olvidarán rostros e imágenes de unión y celebraciones familiares, no existirán ni fotos ni vecinos que reverdezcan recuerdos. No hay quien la busque.
Cuando la brutalidad de esta guerra mostró reiteradamente esta situación desde el mismo comienzo de una operación de exterminio total, se hizo práctica de muchos padres escribir los nombres de sus hijos en sus cuerpos para poder ser identificados, si ellos o los pequeños resultaran heridos o muertos.
En este momento, Gaza vive quizá la versión más retorcida y siniestra del genocidio que perpetra Israel, el que emula con creces los horrores del nazismo, con el agravante insólito, por inadmisible e incongruente, de que descendientes de las víctimas de entonces, son ahora los impúdicos verdugos.
Esto aterroriza y avergüenza.
La muerte de familias palestinas por los incesantes ataques israelíes ha situado a decenas de miles de niños en plena situación de desamparo. Foto: Al Jazeera