La acción judicial emprendida por la CIJ contra las atrocidades de Israel se han hecho eco del malestar ciudadano en rechazo a los crímenes contra el pueblo palestino. Autor: @codepink/X Publicado: 13/01/2024 | 10:54 pm
Solo una nación como la patria de Nelson Mandela, con su estatura moral y la vivencia en carne propia del cruel régimen del apartheid, podía asumir el desafío de sentar a Israel en el banquillo de los acusados, sin temor al poder de Washington.
Al cabo de 75 años de la ocupación sionista de Palestina mediante el terror, la limpieza étnica y el desalojo violento de más de 700 000 pobladores árabes, una rebelión sin precedentes sacudió los cimientos del Estado de Israel. Desde la Franja de Gaza partió la más atrevida operación armada de la Resistencia Palestina.
La audaz acción del amanecer del 7 de octubre dislocó en unas pocas horas todo el andamiaje de la ocupación militar, la vigilancia y la represión del exiguo territorio de 365 kilómetros cuadrados, habitado por 2,3 millones de residentes nativos y refugiados, bloqueados por aire, mar y tierra.
La operación Diluvio de Al Aqsa desbarató la autoproclamada superioridad de los servicios de inteligencia israelíes, sometió a unidades militares y asentamientos ilegales de colonos judíos. Tras causar un millar de bajas —según fuentes israelíes— los comandos se retiraron con alrededor de 200 rehenes civiles y militares, a fin de promover un canje por miles de presos palestinos.
Algo es seguro, el primer ministro Benjamín Netanyahu y su Gobierno de extrema derecha y ultraortodoxos judíos no podrán sobrevivir a esa humillante derrota.
El alzamiento palestino paró en seco, negociaciones promovidas por la Casa Blanca para que varios Estados árabes reconocieran a Israel y extender su influencia regional, sin cumplir la condición previa de crear un Estado palestino independiente.
Semejante desafío desencadenó la ira y la sed de venganza de Netanyahu y el andamiaje político, militar y financiero del Estado sionista. El odio y desprecio racial, el apetito de expansión y el control de toda Palestina, salieron a relucir en una voluntad declarada de arrasar Gaza, que comenzó a ser estrangulada.
Se acabaron los suministros de agua, alimentos y medicinas. Numerosos hospitales fueron bombardeados. Se agotó el combustible para las ambulancias. Más de un millón de residentes del norte de la Franja fueron obligados a abandonar sus viviendas ante la amenaza de ser sepultados bajo sus escombros. El presidente estadounidense Joseph Biden viajó a Tel Aviv, en gesto de total complicidad con la «solución final» del problema palestino, con el pretexto consentido de liquidar a Hamás.
A casi cien días de iniciada la matanza, 23 843 palestinos indefensos —más del uno por ciento de la población total— han sido asesinados y 60 317 resultaron heridos o mutilados.
Ante esta catástrofe humanitaria que desfila en vivo, a diario, ante miles de millones de espectadores del mundo, Sudáfrica decidió romper la indiferencia y el 29 de diciembre último presentó una acusación contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), un órgano creado por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, de la que ambos países son miembros.
Según la Convención, ese crimen se evidencia cuando hay intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso.
Asimismo, reconoce como genocidio la adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo o los traslados forzosos de menores.
En la primera jornada del juicio, iniciado el pasado jueves, Tembeka Ngcuubrakaitobi, uno de los abogados de la nación africana, subrayó que Israel mantiene un patrón de conducta genocida con asesinatos en masa, desplazamientos forzados y daño físico o mental grave a los civiles palestinos.
Su intención genocida —agregó— tiene sus raíces en la creencia de que el enemigo no es solo el ala militar de Hamás, o incluso Hamás en general, sino que está incrustado en el tejido de la vida palestina en Gaza.
La demanda, que tiene 84 páginas y 574 notas de pie de página, sitúa los actos de genocidio en el contexto más amplio de la conducta de Israel hacia los palestinos, calificada de apartheid.
Sudáfrica ha solicitado al tribunal de 15 jueces que decrete nueve medidas cautelares, la primera de ellas que el Estado de Israel suspenda inmediatamente sus operaciones militares en Gaza.
Por su parte, el ministro sudafricano de Justicia, Ronald Lamola, planteó que ningún ataque armado contra el territorio de un Estado, por grave que sea, incluso un ataque que implique crímenes atroces, puede proporcionar justificación o defensa para las violaciones de la Convención, ya sea una cuestión de derecho o de moralidad. «La respuesta de Israel cruzó esta línea y dio lugar a violaciones de la Convención», aseguró.
Recordó que Netanyahu dice que Israel no tiene intención de ocupar Gaza permanentemente ni desplazar a su población civil, pero hace dos meses afirmó que controlaría Gaza de forma indefinida para garantizar la seguridad de los israelíes.
Más aún, en declaraciones tras el cierre de las sesiones, declaró que «nadie lo detendrá, ni La Haya… ni nadie más». Ya se verá.
Por su parte, el Ministerio de Exteriores israelí acusó a Sudáfrica de «desempeñar el papel de brazo judicial al servicio de Hamás».
La complicidad de EE. UU. en el genocidio perpetrado en Gaza ha sido denunciada en actos públicos muy próximos al Capitolio en Washington. Foto: USA Today
Nada extraño después de que el Departamento de Estado de EE. UU. afirmara que «las acusaciones de que Israel está cometiendo genocidio son infundadas».
Incluso si el régimen del apartheid logra escapar al castigo de la Corte de La Haya, nada será igual para Israel y sus criminales gobernantes sionistas. Para la Resistencia Palestina este puede ser el inicio de una victoria decisiva, que restablezca sus derechos.