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Una belleza restaurada para el futuro

Lejos de provocar una acción empática que generara la admiración acrítica de un sector mayoritario de la población, los paladines ambientalistas de la Generación Z han escenificado múltiples actos de marcada transgresión que emularon con los hitos más reconocidos de la desobediencia civil

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

irremplazable de las referidas obras maestras, hasta la postura expuesta por el Consejo Internacional de Museos (ICOM), en la que exaltaba la relevancia simbólica de los espacios museables, el aporte del patrimonio cultural al bienestar de la comunidad —divulgativo, educativo y recreativo—, así como la responsabilidad de los
gestores de los bienes culturales en respaldar las acciones climáticas.  

Aunque se habían registrado hechos análogos en la historia contemporánea —la propia National Gallery de Londres presenció un suceso similar durante el auge del movimiento sufragista en la década de 1910—, en esta ocasión los especialistas apreciaron una intención performática sin precedentes en varias décadas de existencia del «artivismo urbano».

La inmediatez y cierta superficialidad con que fueron transmitidas en las redes sociales las imágenes de un par de adolescentes arrojando una porción de sopa enlatada sobre la superficie protectora de los célebres Girasoles de Vincent Van Gogh desvió el foco de atención hacia el procedimiento insólito de los miembros de Just Stop Oil. Lejos de provocar una acción empática que generara la admiración acrítica de un sector mayoritario de la población, los paladines ambientalistas de la Generación Z han escenificado múltiples actos de marcada transgresión que emularon con los hitos más reconocidos de la desobediencia civil.

Si bien los acontecimientos de impacto medioambiental están generando en los últimos meses un interés mediático sostenido —vale recordar cómo se viralizaron las imágenes del desalojo del pueblo minero Lützerath en Alemania—, las escenas repetidas en las principales salas expositivas de las urbes europeas han recolocado, pese a su dimensión polémica, la causa ecologista en el debate público contemporáneo.

En esta polémica mundial ha aflorado en millones de sujetos la percepción de la «eco-ansiedad», manifestada con particular intensidad en la generación de Greta Thunberg que ha promovido el movimiento planetario Fridays for Future.

Luego de profundizar en la complejidad del debate generado por la red A22, se comprende lo nocivo de encasillar el bagaje práctico-conceptual de este movimiento en falsas dicotomías como «el arte o la vida», «consumo desenfrenado versus precariedad» o «praxis rebelde contra apatía ciudadana». Sin duda, los más jóvenes activistas son depositarios de un mensaje socioecológico apto para múltiples contextos etarios y culturales, a pesar de la censura que generan sus acciones en un sector significativo de la opinión pública.

Tal como han defendido los animadores de este debate, todo bien considerado patrimonio de la humanidad —ya sea cultural, natural o inmaterial— merece la misma consideración de parte de los gestores de su conservación. En la medida en que la sociedad mundial revierta el estado de deterioro ambiental que amenaza la supervivencia de todas las especies vivas que habitan la Tierra, estaremos en condiciones de apreciar a plenitud las más bellas expresiones de la sensibilidad humana.

Gracias a sus acciones transgresoras, los líderes ecológicos han recolocado las cuestiones medioambientales en el debate público contemporáneo. Foto: AFP

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