La defensa de la libertad de expresión en los medios políticos estadounidenses no está exenta de dobles raseros y estrategias de manipulación. Foto: wsws.org. Autor: wsws.org Publicado: 03/05/2023 | 09:45 pm
Tuvo mucha razón el presidente Joseph Biden cuando en la tradicional cena anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca dijo «el periodismo no es un crimen». Pero el discursito estuvo preñado de bromas y frases para hacer reír, y parece que esta fue una de ellas, si se le pone en el contexto de lo que hace la Casa Blanca sobre este tema.
En el festín, el mandatario sacó su regla de medir, que pretende que sea universal porque responde a una política hegemónica, y habló de Evan Gershkovich, un reportero del diario The Wall Street Journal arrestado el 30 de marzo en Rusia bajo la acusación de que intentaba extraer los secretos de un complejo militar industrial en su viaje a Yekaterinburg, a 1 400 kilómetros al este de Moscú.
Luego mencionó a Austin Tice, otro estadounidense que ejercía el periodismo como «free lance» o «periodista independiente» para medios como The Washington Post, CBS, AFP y McClatchy News, y fue secuestrado y desapareció en Siria en 2012 a pesar de su experiencia como veterano del Cuerpo de Marines de Estados Unidos.
Biden llamó a la comunidad internacional a respetar la libertad de expresión y el oficio, cuando puso ambos casos sobre las mesas del banquete, al que asistieron 2 600 miembros de la Asociación, y al mismo tiempo se tomó la libertad de mencionar de manera crítica a medios de comunicación que utilizan «mentiras para obtener beneficios y poder».
En ese saco metió a la cadena Fox News, con uno de los chistes de la noche: si el presidente se refiriera a este medio de comunicación como «un medio honesto, justo y verídico», entonces el mandatario sería «demandado por difamación». Sabido son los vínculos estrechos de esa cadena del magnate de la comunicación Ruper Murdoch con Donald Trump y viceversa.
Biden no recordó aquel incidente del primer mes de 2022 cuando un micrófono se quedó abierto y se le escuchó llamar «estúpido hijo de puta» a un periodista de Fox News que le había preguntado por el impacto de la inflación en las elecciones legislativas de aquel año.
Por supuesto, «Evan y Austin deben ser liberados inmediatamente junto con todos los demás estadounidenses detenidos en el extranjero», aseveró Biden desde su posición de paladín de la libertad al mejor estilo de EE. UU.
Faltaban dos días para el 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa, pero Joseph Biden, cuando dijo que «el periodismo no es un crimen», mantuvo bien guardada la otra regla para medirlo, por lo que no hizo ni la menor mención a Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, del que quiere la extradición para condenarlo a 175 años de prisión por exponer los crímenes de guerra de Estados Unidos en Afganistán e Irak. Miles de documentos como un video militar clasificado que muestra a un helicóptero Apache de EE. UU. que ametralla y mata a un grupo de civiles iraquíes en 2007, entre los que se encontraban dos periodistas, o el manual de instrucciones a los soldados guardias de los prisioneros en el ilegal campo de concentración que
todavía mantienen en el usurpado territorio cubano que ocupa la Base Naval en Guantánamo.
Biden ha hecho caso omiso a una reciente petición que le hiciera un grupo de legisladores demócratas encabezados por la representante Rashinda Tlaib al fiscal general Merrick Garland: «Le escribimos hoy para pedirle que respete las protecciones de la Primera Enmienda para la libertad de prensa retirando los cargos penales contra el editor australiano Julian Assange y retirando la solicitud de extradición estadounidense actualmente pendiente con el Gobierno británico».
Tampoco se escuchó en el festín que salieran a defender a Julian Assange los medios a los que entregó las pruebas de las criminales actividades de Estados Unidos contra el mundo (The New York Times y The Washington Post).
Al presidente Joseph Biden se le olvidó una periodista palestino-estadounidense de la cadena Al Jazeera, Shireen Abu Akleh, quien fue brutal y alevosamente asesinada por fuerzas israelíes en mayo de 2022 cuando daba cobertura periodística a una redada del Estado sionista en Cisjordania y vestía un chaleco azul con «PRENSA» escrita en la vestimenta.
El crimen no es el periodismo, es la doblez y la hipocresía de quienes lo utilizan como escudo o espada para imponer su orden mundial, mientras atacan con impunidad y violan los derechos de los otros, porque consideran que en este planeta solo hay una vía y un vehículo blindado circulando por ella para garantizar los intereses de los más poderosos.