La firma del acuerdo entre Venezuela y Chevron se dio a conocer a comienzos de diciembre de 2022. Autor: EFE Publicado: 07/01/2023 | 10:15 pm
Está cambiando la política… aunque Joe Biden no lo diga; y el Estado y el pueblo venezolanos se han anotado victorias que pueden no significar el fin de la guerra estadounidense, pero sí la culminación exitosa de unas cuantas batallas.
El notición desde fines de 2022 —aunque como debe esperarse, sin estridencias— ha sido la partida desde Venezuela, nada menos que hacia territorio estadounidense, de un barco cargado de 250 000 barriles de crudo. Los tanques llenos del Beauty One representan el primer envío a Estados Unidos desde las draconianas sanciones dictadas en 2019 contra Caracas, por Donald Trump. ¡Quién lo diría!
Y a estas horas debe haber zarpado el segundo buque, también contratado por la petrolera norteamericana Chevron, que se apresuró a hacer uso de la licencia extendida durante un semestre por el Departamento del Tesoro y apenas abrió enero, se adelantó a enviar el buque Caribbean Voyager, según ha trascendido, para cargar en el estado venezolano de Anzoátegui, otros 500 000 barriles de crudo extrapesado venezolano con destino a la refinería de Pascagoula, en el estado de Mississippi.
Al propio tiempo, el UACC Eagle llegaba esta semana con 500 000 barriles de nafta, imprescindible para un país productor como Venezuela con vista a mejorar su petróleo, ante la imposibilidad de Pdvsa de poner a punto sus refinerías debido a las propias medidas punitivas: una necesidad solventada de manera parcial, los últimos meses, gracias a los envíos de Irán, otra nación sancionada que tiene, por ello, más razones que la solidaridad para desafiar las medidas de bloqueo contra Caracas.
…toda una madeja.
De la actitud de Washington podría decirse aquello de «necesidad, obliga», en el contexto de las penurias que en materia energética han significado para los propios EE. UU y la UE, sus impulsores, las medidas de castigo contra Rusia. Pero hay más que eso.
Ciertamente, las fichas empezaron a moverse cuando más cruda era la crisis del petróleo y el gas en el verano de 2022, y el movimiento desembocó en las licencias del Tesoro que permitieron operar con crudo venezolano no solo a Chevron sino, además, a la firma española Repsol y a la italiana Eni. De manera que algunos países europeos ya se han beneficiado, mientras las firmas del Viejo Continente esperan que los permisos se extiendan. Hasta el jefe de Estado francés, Enmanuel Macron, ha reclamado que se diversifiquen las fuentes de abastecimiento de petróleo, incluyendo a Irán y Venezuela.
Con objetividad, el presidente Nicolás Maduro comentaría entonces que «son pasos leves, pequeños» frente a «la necesidad de petróleo que tiene el mundo» y las posibilidades de su país, recordó, de «aceptar inversiones» y aumentar las exportaciones. Se trata apenas de licencias para operar por seis meses y las presiones se mantienen. Pero son pasos.
Tampoco estamos únicamente ante una actitud de pragmatismo de la Casa Blanca, forzada por las circunstancias. Nada se habría conseguido sin la resistencia del pueblo venezolano frente a las adversidades provocadas por el asedio, y sin la inteligencia, la fidelidad al chavismo y la capacidad de maniobra del Gobierno. Esta pulseada la gana Venezuela.
Bye, bye al interinato
Aunque muchos lo comentan, en las respectivas capitales todo ocurre sin fanfarria, casi sottovoce, como resulta pertinente a Estados Unidos ante algo que es oficial, pero no lo es, pues certificarlo sería para la Casa Blanca, el reconocimiento de la derrota.
En el plano económico, pero también en el político, se ha hecho añicos la obtusa estrategia de Trump que pretendió ilegitimar a Maduro ante la comunidad internacional y doblar la cerviz a su ejecutivo mediante las sanciones que presentarían a su Estado como «fallido», al precio incluso de asfixiar a todos los venezolanos.
Por eso puede comprenderse que el vocero del Departamento de Estado, Ned Price, se sintiera —o fuera— obligado a declarar el martes que EE. UU. «sigue sin reconocer al presidente Nicolás Maduro».
Una pose parecida asumió el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, quien afirmó que Washington sigue reconociendo «la autoridad» de la Asamblea Nacional de 2015.
Todo ello, a pesar de que a mediados del año pasado, la Casa Blanca envió a funcionarios para conversar con el Gobierno bolivariano, encuentros de donde provienen —reanudación del diálogo con la oposición por medio— los permisos para que Caracas pueda finalmente exportar su petróleo —¡incluso a los propios Estados Unidos!, insisto—, en tanto la producción venezolana, que había caído de sus tres millones habituales promedio de barriles por día a 700 000 barriles diarios, lentamente se recuperaba.
Fue pura defensa: las declaraciones de Price y Kirby tuvieron lugar en un momento trascendente que marcó otra sonada derrota de la política imperial.
El 30 de diciembre, los mismos exdiputados opositores integrantes de ese mandato de la Asamblea de mayoría derechista juramentada en 2015 que avalaba a Juan Guaidó y pedía la intervención, aprobaron por segunda y definitiva ocasión, la llamada Reforma al Estatuto que rige la transición a la democracia para restablecer la vigencia de la Constitución de la República de Venezuela: rimbombante e hipócrita título que significaba el nombramiento de Guaidó como supuesto presidente interino y cuya «reforma», sencilla y llanamente, defenestraba oficialmente al pretendido usurpador.
Temeroso, mentiroso y, como siempre, con poca voz, el liderzuelo había pedido a la ciudadanía que se pronunciara contra la propuesta bajo el argumento de que, vigente el interinato, los activos venezolanos en el exterior —la mayoría aún congelados por Washington y con los que la camarilla del interino lucró—, estarían «protegidos, lejos del régimen».
Los exdiputados de los partidos derechistas Acción Democrática, Primero Justicia, Movimiento por Venezuela y la propia agrupación política de Guaidó, Un Nuevo Tiempo, intentaron tranquilizarlo, respondiendo que con la reforma del Estatuto, los bienes del Estado en el exterior, estarían «garantizados».
Sin embargo, los bienes venezolanos congelados por orden de Trump se están moviendo, y aunque personeros de la administración Biden lo muestren como un triunfo de su quehacer, lo cierto es que recuperar su uso para el pueblo había sido, por el contrario, el primer punto planteado por Caracas en el diálogo con la oposición.
Firmado en noviembre, el llamado Segundo Acuerdo Parcial para la Protección del Pueblo Venezolano contempla la recuperación de más de 3 000 millones de dólares del Estado de Venezuela congelados en el sistema financiero internacional, y que serán invertidos en las esferas de la Salud, la Educación, el servicio de agua, la electricidad y la mitigación de riesgos, ha dicho el jefe negociador del Gobierno, Jorge Rodríguez, cuando, efectivamente, el dinero sea liberado, algo que ha presentado dificultades, según ha dicho Maduro.
Aunque la reapertura de la mesa de negociación también fue presentada por Washington como un «requisito» cumplido por Venezuela para devolverle espacios y oxígeno, nada se ha forzado en Miraflores, porque el Gobierno bolivariano siempre ha apostado por las salidas negociadas y pacíficas.
En ese sentido camina la conformación de la opositora Plataforma Unitaria Democrática, con que partidos que adversan al bolivarianismo aspiran a participar en las elecciones presidenciales previstas en 2024.
«El país reclama otros caminos», había dicho a Guaidó los correligionarios que le acaban de dar la espalda, dando cuenta de una atomización derechista que la Plataforma aún no logra solventar.
Citado por The New York Times, Geoff Ramsey, director de WOLA para Venezuela, estimó que «con el tiempo, el Gobierno interino dejó de ser útil y es por eso que estamos viendo cómo la oposición venezolana busca nuevas formas de restructurarse».
Esa propuesta ya es un hecho en la conformación de la denominada Plataforma…, cuyo propósito es participar con un candidato único en las elecciones presidenciales previstas en 2024.
Veremos si las ambiciones y las divisiones que han caracterizado a la derecha venezolana en otros torneos ante las urnas no lo impiden, y tienen éxito en sus anunciadas elecciones primarias.
Pero no serán los únicos retados. También el pueblo bolivariano tendrá en esos comicios otro desafío. Por ahora, le corresponde una victoria.