Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La deuda pesa más en pandemia

La COVID-19 también saca a flote la injusticia de la actual arquitectura financiera

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Sobre la palestra está otra vez la necesidad de una nueva arquitectura financiera internacional y, específicamente, de una nueva estructura de la deuda externa: seis países están en cesación de pagos (default) con la consiguiente andanada de secuelas que ello acarrea, y un tercio de las economías emergentes andan en riesgo de caer en crisis fiscal.

Como la demanda de otro orden económico internacional es antigua, tal panorama no tendría algo de particular de no andar el mundo a merced de la COVID-19: sin liquidez, las naciones pobres seguirán imposibilitadas de adquirir las vacunas necesarias para inmunizar a sus poblaciones, con lo cual la enfermedad seguirá siendo pandemia y, al negárseles nuevos créditos, también les resultará casi imposible, a la postre, sacar del bache a sus economías.

La proclamación de tales preocupaciones no proviene ya de las organizaciones no gubernamentales o los propios países del Tercer Mundo que alzan la voz desde hace décadas para denunciar el mal estado del actual edificio económico y financiero internacional.

Ha sido la ONU la que abordó el asunto la semana que termina, durante una conferencia virtual convocada por su titular, Antonio Guterres, junto al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y su colega de Jamaica, Andrew Holness.

Sin embargo, expertos y estudiosos que desde distintas plataformas analizan el problema de la deuda externa, han considerado que la sesión virtual fue una «oportunidad desperdiciada».

Así lo consideró un comunicado de algunos de esos observatorios, publicado por el sitio web latindadd.org. «A pesar de las limitaciones de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI) del G-20, los jefes de Estado y las instituciones financieras más poderosas del mundo continúan apegándose a ella obstinadamente, junto con su Marco Común, a pesar de que excluyen a la mayoría de los países de ingreso medio y no consiguen la participación de acreedores privados», comentó.

Argentina y Venezuela en las personas de sus presidentes Alberto Fernández y Nicolás Maduro, respectivamente, fueron las voces disonantes de una conferencia en la que se plantearon verdades, pero estas no fueron asumidas con la radicalidad que se exige.

Atadas al statu quo, las «soluciones» propuestas por la mayoría de los funcionarios que intervinieron —un FMI más «comprensivo» bajo la tutela de Kristalina Georgieva y el titular del Banco Mundial, David Malpass, entre otros— no excedieron los límites definidos por la armazón que se erigió desde Bretton Woods.

De modo que los países afectados seguirán dependiendo de la benevolencia del Fondo Monetario Internacional y de los países más poderosos. Incluso, economías medias también están amenazadas por el endeudamiento, y a merced de la crisis multidimensional desatada hace un año.

Ni siquiera aportes millonarios han logrado que países con cierto grado de desarrollo sobrepasen los hándicaps del endeudamiento en medio de una crisis humanitaria como la que vive el mundo.

Según el propio Guterres, los países ricos (donde tampoco se ha logrado frenar el contagio) han recibido paquetes de emergencia por un total de 16 billones de dólares. «Pero muchas naciones en desarrollo tienen límites financieros y esa división se ha hecho evidente con el desigual acceso a las vacunas».

¿Qué podrá esperar entonces el mundo subdesarrollado?

Un artículo reciente del diario español El País compiló cifras que retratan la crudeza del cuadro: antes de la crisis actual, los pagos de deuda de los países de África, Asia y América Latina superaban ya las inversiones en salud ejecutadas por más de 60 de ellos.

La irrupción de la enfermedad los halló en 2020 con una caída de sus ingresos de más del 20 por ciento. En contraposición, la crisis generada por la COVID-19 significó para esas naciones 350 millones de empleos menos, el paso de más de 115 millones de personas bajo los umbrales de la pobreza extrema, y un incremento en 80 por ciento de los ciudadanos en hambruna.

«Mientras las economías más avanzadas usaban a sus bancos centrales y políticas fiscales expansivas por más de 11 billones de dólares solo en 2020, los países en desarrollo han obtenido una respuesta mucho más limitada: ayuda de emergencia en forma de créditos por parte del FMI y los bancos de desarrollo, una ayuda internacional estancada y un alivio temporal de la deuda que tan solo ha alcanzado los 5,300 millones de dólares», señaló el periódico.

Desde hace décadas se pide condonación de la deuda a los países impedidos de pagar. A la luz de estos tiempos, aumentan quienes estiman necesaria su nueva arquitectura y piensan que, en lo adelante, ello implicaría préstamos y créditos responsables, así como regulaciones con respeto a los derechos humanos.

Pero la actitud de los principales organismos internacionales sigue varada, en primera instancia,  en «soluciones» de alivio.

Cierto que algo se ha avanzado en los enfoques. El informe presentado esta semana por el Secretario General de la ONU habla de asumir, en una tercera fase del encaramiento del asunto, una reforma a la arquitectura internacional de la deuda que contemplaría préstamos más responsables aceptados por todos los actores, y un diálogo abierto y con plazos para generar confianza y transparencia de manera sistémica e inclusiva.

De inmediato, una de las salidas puestas sobre el tablero es una moratoria de los pagos. Dentro de ese marco, Guterres se pronuncia porque la denominada Iniciativa de Suspensión de Servicios de Deuda del G20 se extienda hasta 2022 y permanezca abierta a los países de renta media altamente endeudados y vulnerables que lo pidan, así como por una nueva emisión de los llamados Derechos Especiales de Giro (DEG) por parte del FMI, a la que Giorgieva ha manifestado su respaldo.

Según la Directora-gerente del Fondo, se halla en estudio una emisión de 650 000 millones de dólares en DEG (Derechos Especiales de Giro) para abordar las necesidades globales de reservas de activos a largo plazo; ella dijo que se hará una propuesta formal en junio.

Mas, cuidado, porque nada será gratuito. El plan esbozado prevé también medidas para potenciar lo que el organismo financiero denomina «la transparencia y la rendición de cuentas», con la inclusión de «medidas domésticas para mejorar la recaudación de ingresos, la eficiencia en el gasto, el entorno empresarial…». Es decir, que también en la circunstancia inédita y difícil de la pandemia, seguirán las injerencistas recetas y los condicionamientos.

Un dilema,sobre todo,humano

Naciones Unidas no solo teme que la falta de activos provocada por la crisis económica mundial que desató la pandemia (baja del comercio, del turismo y de las inversiones extranjeras directas, entre otros saldos) impida que el planeta domeñe al coronavirus.

Además, le preocupa que las estrecheces financieras se recrudezcan con la ausencia de créditos (algo que ya le está ocurriendo a las naciones en default), y se ponga en riesgo el cumplimiento de la Agenda 2030.
Pero el problema de la deuda tiene también una carga humana que se enfatiza en medio del azote del Sars-CoV-2.

No contar con los recursos para enfrentar un contagio que cada día mata a miles de personas, constituye un drama que atenta contra la integridad individual y colectiva de la inmensa mayor parte de la humanidad.

Ello explica que la injusticia de la deuda, presente ya en otros períodos de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, volviera este año con redoblados motivos a esa instancia, mediante una resolución copatrocinada por varias naciones y presentada por Cuba.

Al introducir el texto, la Isla apuntó que «millones de personas, incluso en el mundo desarrollado, no pueden disfrutar plenamente de todos sus derechos económicos, sociales y culturales debido a las consecuencias de las políticas de austeridad provocadas, entre otras causas, por el endeudamiento.

«(…) en la actual coyuntura causada por la COVID-19, el abrumador peso de la deuda externa pone en situación aún más vulnerable a Estados de todas las regiones».

El llamado a la comprensión de estas realidades tiene ribetes de urgencia. Para los menos altruistas, sería razonable sopesar que la pandemia lo será mientras todo el mundo no esté a resguardo del contagio. Esta vez será imposible que se salven unos, y otros no.

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