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El trágico «Amanecer de la Odisea» libia

Entidades humanitarias de rescate recuperaron el sábado último 62 cadáveres procedentes del mayor naufragio de emigrantes que buscan refugio en Europa en lo que va de año, en el cual se calcula murieron alrededor de 150 personas

 

Autor:

Leonel Nodal

EL hallazgo durante el último fin de semana de decenas de cadáveres flotando en el Mar Mediterráneo, frente a las costas de Libia, renueva el trágico destino reservado a esa nación desde la intervención militar de la OTAN, en 2011, en una operación llamada Amanecer de la Odisea.

Aunque el escenario sea el mismo Mare Nostrum que desde los días de «la creación» une las costas del sur de Europa y del norte de África, la «tragedia griega» sufrida por Odiseo o Ulises, relatada por el poeta Homero ocho siglos antes de Cristo, semeja un cuento de aventuras para niños, comparada con la de quienes se lanzan hoy al mar esperanzados en una vida mejor.

Entidades humanitarias de rescate recuperaron el sábado último 62 cadáveres procedentes del mayor naufragio de emigrantes que buscan refugio en Europa en lo que va de año, en el cual se calcula murieron alrededor de 150 personas.

Autoridades de distintas organizaciones de Naciones Unidas, encabezadas por el secretario general, António Guterres, se declararon «horrorizadas», en tanto, en su homilía del domingo desde la Basílica de San Pedro, el papa Francisco reclamó a las naciones europeas que muestren compasión hacia los emigrantes y les den refugio.

Otras 145 personas fueron rescatadas con vida y decenas de ellas fueron trasladadas al centro de detención de Tajoura, al este de Trípoli, luego del naufragio de la embarcación en la que iban 300 personas, ocurrido el miércoles último.

En otros rescates registrados desde la tarde del pasado viernes, la Guardia Costera de Libia interceptó a 269 migrantes africanos que viajaban en embarcaciones precarias, mientras que la Guardia Costera Italiana espera permiso para desembarcar a 140 personas rescatadas de un naufragio cerca de Lampedusa.

La trágica situación actual de las masivas y desesperadas migraciones comenzó inmediatamente después del derrocamiento del gobierno del líder libio, Muammar Al-Gaddafi, por medio de la intervención militar directa de la OTAN, liderada por la aviación de Estados Unidos, desde mediados de marzo de 2011.

La operación, bautizada con el extraño nombre de Amanecer de la Odisea, emprendida por la OTAN con el objetivo de sacar del poder al presunto gobernante dictatorial y establecer un régimen «democrático», dejó al país sumido en el caos reinante hasta hoy, tras el brutal asesinato de Al-Gaddafi, el 20 de octubre de 2011.

A mediados de marzo de 2011, Al-Gaddafi recuperaba terreno, aplastando una rebelión orquestada desde Washington por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), como se ha podido comprobar después, con el apoyo oficial y público  brindado por la Casa Blanca al autotitulado mariscal Khalifa Hafter, fundador y jefe del llamado Ejército Nacional de Libia, quien desde hace tres meses asedia a Trípoli, la capital, con un saldo de más de 1 300 muertos.

La presunta «rebelión» libia, inscrita como parte de la llamada «primavera árabe», aquel movimiento de masivas protestas populares que arrasaron con los gobiernos de mano dura de Túnez y Egipto, solo consiguió su objetivo después de que Washington y París, al frente de una coalición internacional de sus aliados, implantaron un bloqueo total de fondos y suministros bélicos a Al-Gaddafi.

El siguiente paso, que dibujó una típica intervención militar humanitaria —como la que la Casa Blanca pretende orquestar contra el gobierno bolivariano de Venezuela— lo asumió directamente la OTAN, una organización que supuestamente debía defender a Europa del comunismo que irradiaba la Unión Soviética.

La intervención en Libia, como antes en Irak y Afganistán, vino a confirmar que la OTAN extendió su radio de acción al mapa mundial, en respuesta a las estrategias trazadas en la Casa Blanca.

La prohibición de ventas de armas al régimen libio fue seguida de la congelación de los fondos soberanos del país, que se le atribuían como riqueza personal a Al-Gaddafi, depositada en los grandes bancos de Occidente.

Tras la caída del líder libio y el fraccionamiento del país por una guerra fraticida, como la que transcurre desde hace ocho años, ¿quién puede demostrar con papeles en la mano que es el dueño o responsable de los 200 000 millones de dólares de reservas internacionales de Libia?

¿A qué autoridad legítima se le reintegrarán las acciones y valores de la agencia de inversiones del estado libio, ascendentes al menos a 430 000 millones de dólares invertidos en Europa y Estados Unidos?

¿Quién maneja y explota los recursos de la novena mayor reserva de hidrocarburos del mundo, sobre todo de gas y del crudo más liviano que se conoce en el planeta?

El problema migratorio desde Libia y otras naciones del norte de África y la llamada crisis de los refugiados en Europa, es una secuela de la política hegemónica de la OTAN, la misma que generó una odisea, que provoca nuevos amaneceres de cadáveres flotando en el Mediterráneo.

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