Mito y Bibi juraron amistad eterna y apoyo incondicional, político, diplomático y, sobre todo, monetario. Foto: AP Autor: AP Publicado: 03/04/2019 | 10:50 pm
Mito y Bibi andan tomados de la mano, dicen que como hermanitos, paseándose por Jerusalén, la Ciudad Santa de judíos, cristianos y musulmanes.
Mito es el apodo que le endilgaron familiares y amigos al mandatario brasileño Jair Mesías Bolsonaro, el excapitán del ejército durante la dictadura militar que usurpó el poder en el país sudamericano entre 1964 y 1985.
Bibi es el cariñoso diminutivo con el que llaman a Benjamín Netanyahu, el primer ministro israelí, nacido en una familia de forjadores del sionismo, formado a la sombra de extremistas de derecha como Menahem Begin, fundador de la organización terrorista Irgún, que ejecutó las masacres de la limpieza étnica de árabes de Palestina durante el mandato británico. Bibi fue su embajador en Estados Unidos en la década de 1980 y su sucesor como líder del derechista Partido Likud.
A pesar de la distancia geográfica que separa a Brasil de Israel, Mito sintió una profunda admiración por Bibi mucho antes de estrechar su mano. Según verificó el diario español El País, su «intenso idilio político… con Israel y con Netanyahu empezó como empezaban antaño muchos noviazgos. Con una carta».
Mito —entonces simple diputado— le pedía perdón a Bibi por la incomprensión de la presidenta Dilma Rousseff al calificar de «desproporcionada» la represalia israelí contra Gaza por ataques palestinos en 2014.
En aquella guerra murieron más de 2 000 palestinos, la mayoría civiles, y unos 70 israelíes, casi todos soldados.
Bibi debió sentir una profunda emoción al descubrir la existencia de aquella alma gemela a tanta distancia.
Dos años más tarde se conocieron al fin. A mediados de 2016, embarcado en su mesiánico sueño de llegar a ser presidente de Brasil, Mito viajó a Israel para abjurar de su fe católica y bautizarse en el río Jordán, según el rito de los neoevangélicos, de la mano del pastor Evaraldo, líder del Partido Social Cristiano (PSC) de Brasil, quien le prometía el apoyo electoral de una comunidad de 40 millones de votantes, fanáticos conservadores que ven a Israel como una suerte de ideal, el pueblo elegido, que debe retomar Jerusalén para que se realice el regreso del Mesías.
La identidad de ideas y aspiraciones entre Mito y Bibi fue inmediata. Juraron amistad eterna y apoyo incondicional, político, diplomático y, sobre todo, monetario.
Aquel respaldo resultó decisivo para el triunfo electoral del excapitán, defensor de la dictadura militar, a la que días atrás pretendió reivindicar, convocando a celebrar en los cuarteles el aniversario del golpe de Estado.
Mito emprendió el domingo último una visita oficial a Israel, para celebrar sus primeros cien días en la presidencia de Brasil y sellar una «alianza estratégica» con su hermano Bibi, como lo llamó en público durante una visita —juntos— al Muro de los Lamentos, un discutible paso, que ningún otro jefe de Estado se atrevió a dar, ni siquiera Donald Trump, por considerarse una peligrosa violación del consenso internacional respecto al estatus político de Jerusalén, que judíos y palestinos reclaman como su capital.
¿A dónde puede conducir esa «alianza estratégica» que han establecido Bolsonaro y Netanyahu?
El proyecto, que ahora se concreta, fue perfilado en diciembre pasado, cuando Bibi viajó a Brasilia, a la juramentación presidencial de Mito, quien lo describió como «una asociación estratégica entre ambos países para cooperar en áreas como tecnología, defensa, agricultura, seguridad y agua».
A la luz de los hechos, es previsible que Bibi le facilitará a Mito doctrina, métodos, armas y equipos para controlar y reprimir a opositores, indígenas y campesinos que piden respeto a sus derechos y tierras, probados en la represión antipalestina en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, incluyendo expropiaciones, derribo de viviendas, cercado de aldeas, detenciones preventivas y cárceles de alta seguridad. Así Mito podrá cumplir su prometida mano de hierro contra la delincuencia.
El ingreso por la puerta ancha brasileña de los expertos israelíes en seguridad, tecnologías de la información y otras mañas tendrá el mismo efecto tóxico que ya se comprobó en El Salvador, Honduras, Guatemala, Colombia, donde actúan a la sombra de acuerdos más discretos.
Brasil y su entorno sudamericano, donde en años recientes se instalaron regímenes de derecha, corren el riesgo de una infección generalizada de intolerancia política, prácticas racistas, xenófobas y discriminatorias de los derechos humanos, según la experiencia de la extrema derecha fascista, base política de Netanyahu.
¿Qué otra cosa se puede esperar del idilio entre Mito y Bibi? Ya lo dice el sabio refrán: «Dime con quién andas…». Bueno, el resto ya se sabe, o es fácil de predecir.