Muchos identifican a la Asociación Nacional del Rifle y el negocio de la tenencia de armas, como responsables. Autor: Getty Images Publicado: 23/02/2018 | 07:06 pm
«Una escuela “sin armas” es un imán para la gente mala». Uno de los recientes tuits del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvía a crear el debate y el enojo.
El jueves, el gobernante se levantaba en la Casa Blanca y, al actualizar su cuenta social preferida no dejaba fuera su opinión de cómo controlar los tiroteos en las escuelas: «maestros y entrenadores altamente adiestrados y adeptos a las armas solucionarían instantáneamente el problema antes de que llegue la policía», y gritaba (gráficamente con mayúsculas) como para demostrar lo «obvio» de su punto de vista: «GRAN PODER DISUASIVO».
Según su plan, con un 20 por ciento de los docentes armados bastaría para controlar la situación. Serían profesores con «antecedentes militares o entrenamiento especial» y podrían portar armas ocultas, lo que les permitiría «inmediatamente responder los disparos si un sicópata salvaje entra a una escuela con malas intenciones».
Y como todo hombre de negocios, que al fin y al cabo es, no obvió brindar un argumento económico al revelar que los maestros serían mucho más efectivos y «menos costosos» que contratar guardias de seguridad.
«Si un “tirador sicópata” sabe que una escuela tiene un gran número de maestros expertos en armas (...) nunca atacará esa escuela (...) Problema solucionado». En una lógica enrevesada y dantesca, pudiéramos pensar: ¡Qué fácil! En vez de controlar el acceso a las armas, denles más y que el miedo actué como factor desencadenante.
Sin embargo, quizá el Presidente desconozca, por ejemplo, que el entrenamiento militar y la tenencia desmedida de armas pusieron en una perfecta posición de aniquilador al asesino Nikolas Cruz, quien la pasada semana arremetió contra sus condiscípulos y educadores, dejando un saldo de 17 muertos y 14 heridos en el Instituto Secundario Marjory Stoneman Douglas, de Parkland, Florida.
O que el 5 de febrero, en Minnessota, un alumno de tercer grado de la primaria Harmony Learning Center logró apretar el gatillo de la pistola de un agente que estaba distraído durante una actividad escolar. No hubo heridos, sin embargo, ilustra qué puede pasar cuando en los entornos escolares coexisten niños y adolescentes con armas de fuego.
De acuerdo con la organización para el control armamentístico en EE. UU. Everytown for Gun Safety, desde 2013 han ocurrido 290 eventos en los que se ha disparado dentro de una escuela, con y sin víctimas. Pero ante la violencia, el Presidente solo parece proponer: hagamos de nuestros maestros, policías cualificados.
Antes de sus tuits, ya había sugerido esa idea en una reunión con sobrevivientes y familiares de víctimas del tiroteo en Parkland y otros eventos de este tipo, que se desarrolló este miércoles en la Casa Blanca.
«Cumplí 18 años el día después. No entiendo por qué puedo ir a una tienda y comprar un arma de guerra», dijo Sam Zeif, quien se encontraba en la segunda planta del instituto cuando Nikolas Cruz abrió fuego. Entre lágrimas, explicó que había perdido a su mejor amigo en el tiroteo y que no sabe cómo va a poder volver a poner un pie en el instituto.
A su lado, Nicole Hockley sentenció que esas muertes eran evitables. Ella perdió a uno de sus dos hijos en la masacre del colegio de primaria de Newton (Connecticut) en diciembre de 2012, explicó El Mundo. Allí murieron 20 niños y seis profesores. Su hijo Dylan, de seis años, fue una de las víctimas: «Considere a su propio hijo. (Usted) No quiere ser yo. Ningún padre quiere y usted tiene la capacidad de hacer una diferencia y salvar vidas».
Entre las medidas para hacer las aulas más seguras, Hockley mencionó la dotación de más fondos para la salud mental y programas de prevención.
En la serie de mensajes de este jueves, Trump dijo además que apoyaría causas afines a los críticos del sistema de acceso a las armas en Estados Unidos, como elevar de 18 a 21 años la edad mínima para comprar un rifle o reforzar los controles de antecedentes penales y de salud mental de los compradores potenciales.
Pero es poco probable que pueda avanzarse mucho en esta dirección en tanto la Asociación Nacional del Rifle mueva hilos ocultos y pague millones por la lealtad de (sus) políticos. Trump es, repito, un hombre de negocios y sabe que «le debe» 30 millones de dólares por inversiones en su campaña presidencial a ese poderoso lobby. Las cuentas pueden ser sacadas.
Frente a quienes, como él, consideren que la tenencia de armas por los educadores es una opción válida para crear seguridad en las escuelas, se levantan voces como la de Mark Barden, quien perdió a su hijo en la masacre de la escuela primaria Sandy Hook, en 2012, y cuya esposa es maestra.
Con absoluta lógica humanista, él dijo ante Trump: «Los profesores tienen bastantes responsabilidades ahora como para tener la increíble responsabilidad de la fuerza letal de matar».