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Trump encontró su sexteto del mal

Seis países fueron puestos en la picota de Donald Trump al hacer balance de su primer año como administrador del imperio. Solo seis con santo y seña y con ello acaba de reinventar su propio eje del mal

Autor:

Juana Carrasco Martín

Seis países fueron puestos en la picota de Donald Trump al hacer balance de su primer año como administrador del imperio. Solo seis con santo y seña y con ello acaba de reinventar su propio eje del mal, cual rémora traída desde la peor política bushiana.

En el Estado de la Unión leído en teleprónter ante el Congreso, nos hizo el honor. Ahí están Rusia, China, Irán, República Popular Democrática de Corea, Venezuela y Cuba. Los regímenes que «retan nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores», así dijo.

De los dos primeros teme, sobre todo, su potencial económico y considera que esa competencia daña sus intereses hegemónicos y la unipolaridad que pretende mantener a toda costa con ese lema de impertinente nacionalismo: America First.

«Al enfrentar estos peligros, sabemos que la debilidad es el camino más seguro hacia el conflicto, y el poder incomparable es el medio más seguro de nuestra defensa». Ha dado un primer toque en el tambor de guerra con esta frase clave pronunciada en su primer discurso sobre el Estado de la Unión.

«Por esa razón —subraya la intención—, estoy pidiendo al Congreso que finalice el peligroso secuestro de la defensa y de los fondos completos para nuestra grandeza militar»

Sobre Teherán y Pyongyang enarbola un supuesto peligro nuclear por parte de estas dos naciones que no doblegan posiciones. Contra ellas quiere sanciones y más sanciones y un acompañamiento de sus países aliados para el pase de cuenta.

«Como parte de nuestra defensa, debemos modernizar y reconstruir nuestro arsenal nuclear, esperando que nunca se tenga que usar, pero que nos haga tan fuertes y poderosos que detenga cualquier acto de agresión».

El Presidente que se comporta como matón del barrio, cuando volvió la vista al sur de su frontera encontró otros dos «peligros», por eso dijo: «Mi administración también impuso fuertes sanciones a las dictaduras comunista y socialista en Cuba y Venezuela». Aquí se trata de justificar la política de cerco desde una sola razón: sí y porque sí.

Solo hay un punto del imperio que podemos hacer peligrar: «sus valores», con el arma poderosa de los nuestros, crisol de todos los valores del humanismo, esperanza y ejemplo esparcido en un continente y mucho más allá, y un propósito de justicia y libertad para todos.

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