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El muro, ¿otra «trumpada» de Donald?

El 25 de enero se firmó la orden ejecutiva que permite al Presidente la construcción de «un muro de verdad, no de juguete», en la frontera entre Estados Unidos y México

Autores:

Blanca Amelia Ramírez Brito
Haroldo M. Luis Castro

Impetuoso y arrollador, en menos de un mes se convirtió en las portadas de los diarios del planeta. Invadió las redes sociales alcanzando la fama absoluta en días y estremeció al mundo entero con su llegada a la Casa Blanca. ¿Hace falta decir su nombre?

Desde la toma de posesión el 20 de enero de 2017, el presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, ha firmado varias órdenes ejecutivas que cumplen al dedillo promesas de su campaña electoral. Pero una de ellas, el inicio «del dichoso muro»: tema de tanta polémica, ¿se le ocurrió a él?

No. Miles de personas seducidas por «el sueño americano», familias separadas en busca de una estabilidad económica, arriesgaron o perdieron sus vidas en la frontera entre Estados Unidos y México. Una línea divisoria en cuyos lados conviven las complejas causas del narcotráfico, las muertes violentas, el tráfico de personas… La muralla actual tiene ya más de dos décadas.

Hacia 1994, bajo el nombre de Operación Guardián, se levantaron más de mil kilómetros de vallas en los casi 3 200 kilómetros de frontera, los que bordearon los estados de Arizona, California y Nuevo México. El mandatario de la época, Bill Clinton, ordenó su construcción para frenar la inmigración ilegal. Esto provocó la pérdida de vidas a muchos indocumentados que buscaron un nuevo punto de cruce en zonas muy peligrosas.

Conocida como «Ley muro», la medida promulgada en 2006, por George W. Bush extendió por segmentos esta doble valla fronteriza a sus cotas actuales que comprenden 1 126 kilómetros. La barrera fue reforzada a partir de entonces con 21 000 agentes policiales.

Ante estos acontecimientos, México mostró entonces su inconformidad, y Vicente Fox, otro magnate que ocupaba la presidencia, calificó la decisión como «deplorable» y «una vergüenza».

Nadie piense que, con Obama, la frontera era un «paseo mexicano». El Presidente demócrata también aumentó la seguridad del cerco aunque, ocupado en conflictos más calientes, no se interesó por prolongar el perímetro físico, pero sí de reforzarlo, duplicando la cifra de agentes y estableciendo 12 bases navales en los ríos colindantes.

El costo es incierto. Al monto inicial aprobado se sumaron otros millones. El primer cálculo contempló un millón de dólares por cada milla de valla, pero de acuerdo con los reportes del Departamento de Seguridad Interna, el precio final fue de 3,8 millones por milla. La cifra no deja de crecer.

Del anuncio a la reacción

Ya es oficial, el 25 de enero Trump firmó la orden ejecutiva para ampliar el muro que separa las dos naciones. Siempre hubo quien creyó que tan controvertida proposición no era más que una audaz estrategia del candidato republicano para conseguir el voto de los sectores conservadores estadounidenses; sin embargo, convertido en el actual Presidente, persiste en su intención.

La vida tiene sorpresas. Si quiere mantener bajos los costos y terminar la obra en poco tiempo, el mandatario tendría que recurrir a empresas mexicanas y plantas asentadas en el país como la productora Cementos Mexicanos (Cemex), Grupo Cementos de Chihuahua (GCC) y Cementos Moctezuma; cercanas a la labor. Y está probado: Estados Unidos no puede prescindir de los constructores mexicanos.

Alliance Bernstein, una empresa investigadora de inversiones, explicó que la faena requeriría aproximadamente 7,1 millones de metros cúbicos de concreto y 1,1 millones de metros cúbicos de cemento. «La construcción del muro será una tarea sumamente difícil, tanto por la longitud de la frontera entre México y Estados Unidos, como por las condiciones climáticas y costos».

Esa consultora hace sus cálculos a partir de una cerca de 12 metros de alto a lo largo del confín donde el Río Bravo y otros accidentes geográficos no crean una barrera natural, y cuyo costo ascendería a 25 000 millones de dólares.

El diario The Washington Post dio a conocer los dígitos que, según las amenazas del Presidente estadounidense, a la larga serán pagados por México.

Aunque inicialmente el Gobierno mexicano no respondió a la provocación de Trump, la presión de los políticos y de los ciudadanos dejó claro que intentar ser conciliatorios con el vecino ya no es una opción y literalmente «cargaron las pilas» al mandatario Enrique Peña Nieto que, al asumir el reto, ha recuperado mucho de su menguada popularidad.

La prensa derrochó tinta con tan «brillante» medida. El diario mexicano La Jornada recogió las declaraciones en que el presidente de Bolivia, Evo Morales, alentó a Peña Nieto a no ceder ante las pretensiones de Trump. Conocido por su postura de integración, Evo invitó a México a trabajar juntos, con América Latina, para fortalecer la Celac.

Pero hay de todo en los noticieros. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, declaró en su cuenta de Twitter su apoyo a la posible aprobación de la medida. Por fortuna, han sido numerosos las naciones y organismos internacionales contrarios a tal comentario.

Lo cierto es que «con muro o sin muro, no van a dejar de entrar personas de un país al otro; un muro es dinero tirado a la basura», como dijo Fernando Gutiérrez, presidente del Colegio de Ingenieros Civiles de México.

Detrás del muro

Catapultas, cañones, rampas, drones y sofisticados túneles... Los traficantes de drogas y otros productos ilegales han encontrado múltiples formas de evadir el actual muro fronterizo. Eso no va a cambiar: supongamos que el gigante de concreto ya cubre los 3 185 kilómetros al sur de Estados Unidos, ¿dejará el imperio de los carteles  narcotraficantes de abastecer a su principal comprador? No parece probable.

La historia demuestra insistentemente que cuando surge este tipo de barreras lo único difícil y costoso es cruzarlas, pero si los incentivos para hacerlo superan el costo, vale la pena.

Se sabe que, aun a riesgo de la pérdida de más vidas humanas, las ansias de los migrantes de llegar a suelo norteamericano no decaerán por la presencia de una separación más fuerte. Los inmigrantes han buscado formas muy peligrosas de atravesar, como franquear el río Bravo, donde —según pescadores de la zona— han aparecido cocodrilos, y caminar el desierto de Sonora conocido como La máquina de matar. Ahora, también lo harán.

La «trumpada» no solo es para México, también significa un golpe para el continente. Más que una barrera constituye un mensaje simbólico dirigido a las naciones americanas que buscan la unidad regional. «Este es un muro de verdad no de juguete» y afecta a toda Latinoamérica.

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