Podemos detener el espionaje,dijeron frente al Capitolio de Washington. Autor: Flickr Publicado: 21/09/2017 | 05:43 pm
Una mosca posada en la pared de la sala de la casa de una familia estadounidense común puede ser el minúsculo drone que los escucha y vigila; una red de telecomunicaciones es campo del espionaje electrónico que le permite el control prácticamente del ciberespacio.
La máscara se cayó y Estados Unidos emergió en 2013 como lo que es, el Big Brother, un Estado del control absoluto, del espionaje y la vigilancia. Las revelaciones del ex analista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), Edward Snowden, pusieron al descubierto las prácticas universales de violar todas las convenciones internacionales, tanto los derechos ciudadanos y la privacidad de su propio pueblo, como el de cada nación del mundo —amiga o enemiga— sometida al escrutinio desde el ventajismo tecnológico y una aberrante prepotencia imperial.
Todo se ejecuta bajo el pretexto de que la misión de la NSA «es de gran valor para la nación», y con la argumentación de que ejerce esa misión «de la manera correcta»; por eso nadie quedó libre del ojo y la oreja escudriñadores: Alemania, Israel, Brasil, México, España… Y hay cómplices o quienes también tienen sus propias redes cibernéticas de vigilancia.
Le llaman guerra de cuarta generación, y lo es; un verdadero campo de batalla al que se suma el uso de los medios para la propaganda sucia que cerque a aquellos países o personalidades que se yerguen con soberana independencia.
Pero el imperio va ganando datos, informaciones, conocimientos de cada uno: políticos, personales, económicos para engordar en poder, cuando en verdad se desacredita, esparce la desconfianza, y va debilitándose.
En una de las protestas ocurridas en Estados Unidos sobre el espionaje masivo y universal, la banderola que los activistas enarbolaron sobre la carretera US-295 que conduce a Fort Meade, cuartel general de la Agencia Nacional de Seguridad, lo decía todo en muy pocas palabras: Salven a América-Cierren la NSA.