Colorido y ritmos diversos sobresalen en los espacios culturales de la mayor cita de las juventudes progresistas del planeta. Todos los días, en horas de la tarde, en el principal escenario del Parque Bicentenario se presentan agrupaciones de varios países que tienden puentes de solidaridad a través de la música, el baile y las vestimentas típicas de cada región. Como para aguzar los oídos y dejarnos con la boca abierta, el Conjunto Artístico Juvenil de Corea del Norte interpretó La Guantanamera, ese clásico de la autoría de Joseíto Fernández que nos distingue por todo el mundo. Para los de la Mayor de las Antillas escuchar esa armonía resultó conmovedor. Los que allí estábamos gritamos y aplaudimos a brazo partido, al extremo de que fuimos identificados desde la tarima, y en coreano nos dijeron algo..., algo que todavía estamos intentando saber qué habrá sido.
Siete ómnibus conforman la caravana que mueve a la delegación de Cuba desde la villa hasta el parque sede del evento. Generalmente, en las mañanas hay que salir temprano por el embotellamiento en las principales avenidas de la urbe, del que ya hemos sido testigos en más de una ocasión. Los choferes ecuatorianos, al parecer, son pacientes, pues tratan de responder, con cuidado, a la sarta de preguntas que los viajeros les hacen cada vez que pasan por una zona distinta de la ciudad. Como nos une el mismo idioma, aunque con acentos diferentes, no hay reparos en la conversadera ni en el acercamiento. El equipo de prensa comparte la guagua con artistas invitados, y cada vez que nos vamos de un lugar siempre hay alguien extraviado.¡Qué trabajo para despegar!
Ya están los que, dentro de la comitiva nuestra, van ganando protagonismo. Hay un delegado cienfueguero que ha causado sensación en las descargas nocturnas. El muchacho es un bailador empedernido, simpático y gozón que descuella por la peculiaridad de sus movimientos; gusta sentir la proximidad de los cantantes y ganar terreno entre los demás bailadores. Es un arrollador de primera en el carnaval de Laritza. Y, por lo que se ha visto, si los músicos no despiertan, puede que le haga pasar un susto a Baby Lores.
En el pabellón de la República Árabe Saharaui Democrática llaman la atención las colitas para equilibrar el frío mediante infusión. Resulta que han traído como muestra su interesante tradición del té, o el brebaje de las tres pociones, como también le llaman. Consiste en ofrecer al invitado tres tazas: una primero, como resultado del primer hervor; una segunda, con mucha azúcar; y una tercera más espumoso, luego de verter varias veces el té de la tetera al vaso. Todo ello tiene un simbolismo: el primer té es amargo, porque así es parte de la vida; el segundo es dulce, como el amor y la amistad; y el tercero es suave, como la muerte. ¿No se embullaría usted a darse unos tragos?