Vugo Bangani considera que si algo no puede detenerse es la lucha. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:42 pm
QUITO, Ecuador.— África vive entre la tristeza y el dolor, entre la impotencia y la pérdida de lo que es suyo. África vive contradicciones desde su propio seno, y encarna otras que vienen de afuera. Un continente de más de mil millones de habitantes que sigue siendo cuna de la pobreza, la desnutrición, el hambre, los grandes contrastes sociales y las guerras alentadas por potencias extranjeras con la intención de usurparles sus recursos, esos que han sido motivo de confrontación desde tiempos inmemoriales.
Tras los debates acaecidos este miércoles en torno a lo que piensan y reclaman los jóvenes sobre esa porción de tierra bastante olvidada por una buena parte de la comunidad internacional y víctima de políticas injerencistas que han lastrado la autonomía de la mayoría de sus países, este diario conversó con un representante de la delegación sudafricana que asiste al XVIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, el treintañero universitario Vuyo Bangani.
Este muchacho, simpático y de buen trato, acepta el diálogo sin pensar demasiado en diferencias culturales ni idiomáticas. Aunque uno de estos reporteros, con su inglés medio «chapurreado» y escaso de práctica, alcanza a entender bastantes datos, los desentendimientos lingüísticos quedaron resueltos gracias a un servicio de traducción brindado por una de las especialistas de la sala de debates en que tuvo lugar la entrevista.
Bangani no logra hablar de su continente sin aludir a Nelson Mandela, mucho más por estos días, en que sabe cuánto representa su partida definitiva para los hombres de buena voluntad de todo el mundo, y especialmente para los jóvenes.
«África ha perdido a uno de los hombres más grandes de la historia. Se nos ha ido una persona que no solo alentó a los de su nación, sino al mundo entero. Algunos pudieran pensar que luego de estar 27 años en la cárcel, una persona estaría dispuesta a abandonar parte de sus proyecciones y vivir el resto de su vida en la comodidad. Pero ese no fue el caso de Madiba.
«Después de salir de prisión, él no se detuvo; puso todo su empeño en conseguir un país democrático, en el que no hubiera diferencias discriminatorias entre negros y blancos. Él siempre abogó por la reconciliación nacional. Es innegable que con su triunfo de las elecciones de 1994 comenzó un capítulo completamente nuevo en la historia del país y de todo el continente, un capítulo sin precedentes».
—Entonces ¿los jóvenes de ideas progresistas están obligados a conocer quién fue este líder?
—Por supuesto (Of course, me dice con insistencia). Mandela es todo un símbolo en la lucha contra la discriminación racial, que todavía se sufre de muchísimas maneras en el continente. Si queremos combatir cualquier tipo de desigualdad, hay que pensar en todo lo que él hizo.
—¿Cuáles son los principales motivos por los que los jóvenes de tu continente, con el concurso de los de todo el mundo, están obligados a seguir alzando sus banderas?
—Primeramente hay que defender la libertad de los pueblos, su capacidad a decidir, el derecho a hacer lo que estimen conveniente. Y en nombre de esa autodeterminación, una exigencia constante ha de ser el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática, que es todavía una nación sin Estado propio, gobernada por Marruecos.
«El Sahara Occidental no tiene por qué sufrir el predominio o el mandato de un país extranjero, si cuenta con todas las condiciones para constituirse como Gobierno. Pienso que todos debiéramos solidarizarnos con la batalla del pueblo saharaui por su independencia, y que los jóvenes, no importa de donde sean, debiéramos ser más enérgicos. El reclamo tiene que ser unánime, en una sola voz, como nos los permite un espacio como este.
«Pienso que en África se hace necesario que los Estados se consoliden, que los Gobiernos les den una seguridad, al menos mínima, a sus habitantes. Se requieren vínculos más fuertes entre los países, que ayuden a la estabilidad de la situación política del área. Sobre África coexisten muchos intereses extranjeros, para los cuales es mejor tener un continente dividido, segregado, con muchísimas contradicciones internas».
—En los últimos años se han originado guerras en varios países, originadas por oposiciones internas que responden a intereses extranjeros. ¿Se tiene completa claridad en el continente de lo que existe detrás de estos conflictos?
—No, realmente no. La ignorancia en torno a estos temas es muy grande. Las personas viven muy engañadas, la gente no sabe quién los ayuda ni quién los perjudica. Y apoyan al primero que los acoja o les prometa. No se puede olvidar que la situación social del continente es extremadamente complicada. Y la pobreza, con todo lo que trae consigo, provoca muchas veces todo tipo de comportamientos.
«Somos un continente en el que las desigualdades sociales son más evidentes, donde el derecho a la vida no se valora, no se tiene en cuenta en muchas partes. Las hambrunas se dan con frecuencia. La desnutrición infantil y la mala alimentación en pueblos enteros resulta un problema gravísimo. La expansión de epidemias es continua; llaman la atención los índices de infestación de sida y malaria».
—Y en medio de todo ello lo más lamentable es la falta de atención que han tenido muchos de esos problemas por una buena parte de la comunidad internacional. ¿Qué crees que se debe hacer?
—África sigue padeciendo una situación desesperada. Posee grandes riquezas que son usurpadas de forma salvaje por las grandes potencias y por las multinacionales agrícolas y petroleras; viven casi todos sus países un coloniaje complejo y muy despiadado.
«Pero lo que no puede acabar es la lucha. Hay que seguir diciendo lo que nos preocupa. Mientras haya un solo niño con hambre o un pueblo que no es libre, hay que denunciarlo, hacerlo saber. Por eso estamos aquí, para decir lo que nos preocupa, y que otros jóvenes, al igual que nosotros, entiendan y nos brinden su apoyo. Son muchas las causas que nos unen».