En los últimos 53 años Cuba ha sido un país libre de torturas y maltratos a prisioneros, lo que ratifica la fortaleza moral de la Revolución, señaló en esta capital el abogado Antonio Llibre, informa PL.
El especialista en derecho internacional de la Unión Nacional de Juristas de Cuba -una organización no gubernamental con más de tres décadas de accionar- consideró que ese escenario contrasta con el existente en la región en etapas de igual período, así como con el de la propia isla antes del 1 de enero de 1959.
Muchos países de América Latina sufrieron en los años 60, 70 y 80 del siglo pasado regímenes que, con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, aplicaron el asesinato, la tortura y la desaparición de personas para silenciar los movimientos de izquierda y las protestas sociales.
Antes del triunfo de la Revolución, Cuba también vivió esa situación, de la cual fui víctima durante mi participación en la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista, comentó Llibre en una entrevista concedida a Prensa Latina.
De acuerdo con el experto, fue torturado y golpeado en dos ocasiones por su activismo político en la década del 50.
Las palizas recibidas me hicieron perder el conocimiento, y la segunda vez salvé la vida de milagro, «porque para uno de los esbirros me parecía demasiado a su único hijo», comentó.
Para Llibre, el 1 de enero de 1959 comenzó en la isla una nueva etapa, marcada por el respeto a los prisioneros y el destierro de la tortura como método de intimidar o extraer información a los adversarios.
Desde la clandestinidad y la lucha rebelde en las montañas de la Sierra Maestra, la Revolución cubana dio claras señales de lo que ha sido por más de medio siglo una muestra de su postura ética, el respeto a los prisioneros, apuntó.
Según el jurista de casi 80 años, durante su presencia en las montañas del oriente del país caribeño -como integrante del Ejército Rebelde que derrotó a las tropas de Batista- estuvo varias veces en la entrega de oficiales y soldados capturados.
Aprovechábamos cada tregua para entregar a la Cruz Roja sanos y salvos a los prisioneros, mientras los heridos eran devueltos luego de recibir toda la atención médica a nuestro alcance, comportamiento que predicó siempre el líder Fidel Castro, dijo.
«Jamás torturamos, ni maltratamos a los detenidos, a pesar de que se trataba de una guerra y de los compañeros que caían en los combates, Fidel Castro nos acostumbró a eso», insistió el especialista en derecho internacional y también historiador.
Llibre aseguró que esa práctica ha continuado en la isla, donde la protección jurídica de los derechos humanos, y en particular la inviolabilidad de los prisioneros en su integridad personal está plasmada en la Constitución de la República y en otras normas sustantivas y procesales.
Los artículos 9, 10, 26, 58 y 59 de la Carta Magna reflejan las garantías de la dignidad plena del ser humano y del disfrute de sus derechos, mientras el acápite 30.11 del Código Penal establece que «el sancionado no puede ser objeto de castigos corporales, ni es admisible emplear contra él medida alguna que signifique humillación».
También documentos internos de instituciones, como el Reglamento Penitenciario Cubano, descartan el amparo a cualquier maltrato, cuando refrenda que la ejecución de las sanciones y medidas se lleva a cabo dentro de la observancia de la legalidad socialista, excluyendo todo tipo de medida que pueda causar sufrimientos físicos o psíquicos.