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La Embajada de la dignidad

Atacar y tomar la sede diplomática cubana en Venezuela fue uno de los objetivos del golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en abril de 2002. La valentía y firmeza de nuestros compatriotas volvió a empinarse como ejemplo de hombradía y decoro

 

Autor:

René Tamayo León

CARACAS.—El curso del golpe de Estado fascista contra la Revolución Bolivariana y su líder, ejecutado el 11 de abril de 2002 y derrotado 48 horas después por las masas populares y los militares honestos, incluía una ficha clave: Cuba.

El propio 9 de abril de ese año, cuando arrancó el plan de la extrema derecha y las fuerzas imperiales para dar el zarpazo en el Palacio de Miraflores, comenzó el acoso a la sede diplomática de la Isla, su Consulado y la residencia del Embajador.

Las instalaciones —consideradas por las leyes internacionales como territorio del país representado, y objeto de inmunidad— se asientan en el área de Baruta y sus cercanías, zona del este caraqueño bajo jurisdicción del estado de Miranda.

El Alcalde de la barriada era el actual Gobernador estadual y hoy candidato de la reacción para las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre en este país sudamericano.

El asedio y la amenaza de destruir las instalaciones con el personal cubano dentro —incluidos niños y mujeres— fueron ejecutados con hordas atizadas por grupos terroristas anticubanos y la complicidad del alcalde Henrique Capriles Radonski.

El funcionario ultraderechista no solo se negó a dar debida protección a las edificaciones, en franca violación de todas las normas y leyes internacionales; intentó —en vano— amedrentar al entonces embajador cubano Germán Sánchez Otero para requisarlas.

También amenazó al diplomático con no hacer nada si las turbas entraban a la fuerza. Incluso, al salir de conversaciones dentro de la Embajada —siempre bajo los términos de Cuba—, lejos de disuadir a las pandillas violentas, las atizó al afirmar que no había podido cumplir su objetivo de allanar la sede.

Echándole fuego a la razia

Uno de los subterfugios para que las turbas fascistas sitiaran la sede diplomática, fue la falsedad de que en ella estaban refugiados algunos dirigentes bolivarianos, entre ellos el entonces vicepresidente Diosdado Cabello.

Según escribió en una crónica sobre los hechos el ex embajador Germán Sánchez, a los «negociadores» se les permitió acceder a la sede por una escalera de tijera que les colocaron los patriotas cubanos: tenían que entrar por la tapia; nunca se les abrirían las puertas.

Cuenta Sánchez Otero: «Radonski y sus acompañantes civiles insisten una y otra vez en que les permitamos revisar la embajada y el consulado, para determinar si se encontraba o no Diosdado Cabello u otros asilados. Nuestras respuestas fueron inequívocas y precisas: rechazamos todas las presiones».

«Ellos vinieron por lana y salieron trasquilados. Ante las firmes e irrefutables posiciones nuestras, el alcalde y sus acompañantes se ven obligados a salir de la embajada».

Al llegar a la calle —muro y escalera mediante—, Radonski, aún iracundo porque no pudo lograr su propósito, se dirige a las hordas, a través de un altoparlante, y arenga que no se revisó el recinto, «porque era una sede diplomática».

El Alcalde de Baruta había alentado así a las turbas a mantenerse en el camino de la violencia, desconociendo —a pesar de la dignidad legal y la investidura de la palabra que un cargo de Embajador ostenta— la afirmación de Germán de que no había refugiados (aunque Cuba, como cualquier Estado, tiene derecho a conceder asilo, le había aclarado firmemente el diplomático).

Los cerros también son Cuba

Las conversaciones en la Embajada acontecieron el 12 de abril, cuando se instalaba en Venezuela un ilegal —y breve— gabinete tras secuestrar y preparar el asesinato del presidente Hugo Chávez Frías. Quienes con el pretendido rango de autoridades «dialogaron» ese día con la parte cubana, lo hacían en nombre de un poder golpista.

No obstante, mientras transcurrían los episodios en territorio cubano de la Embajada, y afuera en la calle, los cerros y las grandes masas populares comenzaban a moverse para recuperar el poder y hacer regresar a él al líder bolivariano.

Chávez retornaría a Miraflores unas horas después, rodeado, protegido y vitoreado por miles y miles de venezolanos. Porque, como se dice aquí, «todo 11 (en referencia al golpe de Estado) tiene su 13» (día de la victoria popular).

Lo cierto es que las presiones de las turbas fascistas a la Embajada empezaron a amainar, y la acción de las fuerzas del orden comenzaron a atemperarse, cuando el retumbar, la telúrica popular, ya era inminente e imparable en Caracas y más allá.

También es cierto que la misión diplomática cubana nunca hubiera permitido que se hollara ese o cualquier otro espacio simbólico de nuestro territorio. Estaban preparados y listos para la defensa hasta las últimas consecuencias.

Pero, ¿qué habría pasado si las fuerzas golpistas, con la connivencia de Estados Unidos, se mantenían unas horas más en el poder? Si las turbas fascistas hubieran irrumpido en las edificaciones, los resultados hubieran sido trágicos.

Uno de los principales responsables, de haberse producido aquellos acontecimientos, hubiera sido Capriles Radonski. Y él es el candidato de la ultraderecha venezolana e internacional para las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre.

Fidel siempre a la cabeza

El curso de los acontecimientos durante el asedio a la Embajada cubana fue seguido minuciosamente por Fidel. «El Comandante en Jefe no deja de orientarnos en ninguna circunstancia. Sus palabras e interés constante por todos los detalles, nos alientan y nos fortalecen cada átomo de nuestras convicciones», testimoniaba Germán Sánchez Otero.

Los acontecimientos

Martes 9 de abril de 2002. Primer día de paro empresarial. La derecha empieza a generar el escenario para manipular los acontecimientos y dar el golpe de Estado. A las 7:30 de la noche, en la plaza PDVSA-Chuao, a unas ocho cuadras de la Embajada, se realiza un mitin opositor transmitido en vivo por las televisoras privadas. Una señora llamada Ruth Capriles empezó a gritar que «desde horas de la tarde están saliendo de la Embajada de Cuba personas con maletines negros cargados de armas». Minutos después, desde motos y autos se empiezan a decir improperios frente a la sede diplomática de la Isla; se agregan transeúntes que iban o regresaban de la plaza. A las 10 de la noche, desde un auto lanzan un coctel molotov contra la Embajada y queman dos gomas frente a esta; luego, tiros al aire.

Miércoles 10 de abril. La oposición declara un paro indefinido. Todo queda listo para el zarpazo. Conscientes de que Cuba sería atacada con saña de tener éxito el golpe, el personal diplomático se prepara para hacer frente a cualquier agresión. En la medianoche, grupúsculos agreden con piedras y botellas y frases soeces la Embajada, el Consulado y la residencia.

Jueves 11 de abril. Día del golpe. El presidente Chávez es secuestrado. En la noche las turbas destruyen los automóviles de la Embajada, parqueados frente a esta.

Viernes 12 de abril. La razia va a todas por la sede diplomática cubana. La diplomacia isleña solicita custodia para las edificaciones; apenas se envían dos policías. A las 8:30 a.m. un cabecilla contrarrevolucionario se dirige de forma arrogante a un funcionario cubano y le dice que tomarán el inmueble, porque tienen refugiado al vicepresidente Diosdado Cabello, y que desde allí se habían distribuido armas. Medios de comunicación repiten la difamación. Durante la mañana y la tarde, las hordas asedian. Cortan la electricidad y el servicio de agua, despedazan los carros, arremeten contra las puertas, tiran piedras y partes de autos hacia dentro e intentan incendiar las instalaciones. «Vamos a entrar», «vamos a entrar», vociferaban.

Más tarde, representantes de los golpistas piden dialogar, y tras solicitar autorización a Fidel, el Embajador accede, pero bajo las condiciones de Cuba. Capriles Radonski es uno de ellos. En franca violación de las leyes, exige requisar la Embajada y luego dice a las jaurías que no pudo hacerse, dando a entender que el curso del asedio debía continuar. En la noche continúa el sitio. Pero las masas populares ya estaban moviéndose para restituir al presidente Chávez y la Revolución Bolivariana. Se incrementa la presencia policial ante la representación cubana. Cerca de la medianoche comienza a disminuir la jauría.

Sábado 13 de abril. Es el día del triunfo sobre el breve pero salvaje golpe fascista. Antes, en la madrugada, se habían empezado a restituir las condiciones a la Embajada, se retiran los autos destruidos. Sobre las 8:00 a.m., un pequeño grupúsculo retorna, pero a medida que avanza la mañana van desapareciendo. Era la estampida del fracaso. No obstante, sobre las 5 de la tarde se lanzaron varios cocteles molotov y botellas de gasolina contra el Consulado, que estuvo a punto de arder.

Domingo 14 de abril. Con el regreso de Chávez a Miraflores, una caravana de pueblo corea el retorno del líder y acude a la Embajada cubana en acto de desagravio. Uno de los voceros discursa: «Como en los tiempos de Martí y Bolívar, Cuba y Venezuela vuelven a demostrar que solo es posible alcanzar el triunfo, con la razón y la fuerza del pueblo, que es su dignidad».

*Este texto reseña Agresión a la embajada de Cuba. Crónica de un plan sincronizado, testimonio escrito por Germán Sánchez Otero, jefe de la misión diplomática durante los hechos. Fue publicado en 2004 por el medio venezolano VENPRESS.

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