CARACAS.— El llamado «núcleo duro» del voto antichavista venezolano suma unos 4 000 000 de electores. No todos salieron a los comicios internos. El vencedor de las primarias de la derecha, en las que se escogió al candidato opositor que enfrentará a Hugo Chávez en las presidenciales del 7 de octubre venidero, debió conformarse con algo más de la mitad de los menos de tres millones de opositores que acudieron a las urnas. Y en Venezuela el padrón electoral es de 18 000 000 de personas.
Quien en realidad salió triunfador en estas elecciones fue el sistema comicial venezolano. Lo validaron tanto los votantes, con su asistencia y una jornada sin grandes inconvenientes, como los veedores internacionales que participaron, y la opinión pública local e internacional.
El domingo, los ojos de buena parte del planeta miraron para este país. Y no fue una atención, precisamente —o mayoritariamente, mejor dicho—, en «buena onda». Al menor tropiezo serio, los monopolios mediáticos internacionales hubieran armado la algazara del año. Todas sus antenas estaban listas para ponchar el «botón rojo de Venezuela». No ocurrió.
El propio consejo electoral de la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que rigió el certamen, agradeció al Consejo Nacional Electoral por el apoyo material y logístico brindado, que si bien es obligación constitucional del ente, demostró la probidad y profesionalismo de su arquitectura y sus rectores.
También la MUD dio su beneplácito al Plan República, un programa de resguardo militar establecido por la Constitución para cualquier elección de carácter amplio. Las Fuerzas Armadas movilizaron un contingente de 90 000 funcionarios que cumplieron con su obligación de garantizar la tranquilidad y coadyuvar al normal flujo del voto.
Fue un buen ejercicio tanto para el CNE, las Fuerzas Armadas e incluso para los chavistas —aunque estos no lo digan. El sistema electoral y el circuito quedaron engrasados para las elecciones presidenciales, a las que seguirán estaduales y locales. La democracia venezolana salió fortalecida.
El vencedor de las primarias conservadoras fue Henrique Capriles Radonski, actual gobernador del estado de Miranda, contiguo al Distrito Capital. Forma parte de una poderosa familia con negocios en el sector inmobiliario, los medios de comunicación, el plantel industrial y en el área de los servicios.
Los cinco candidatos que participaron en la liza se caracterizaron, mayormente, por plagiar el discurso de Chávez.
El propio Capriles se declaró «admirador» del líder sindical y ex presidente izquierdista brasileño Lula da Silva. Sin embargo, las imágenes de él durante el fallido golpe de Estado de 2002 asediando y encaramándose con trabajo al muro de la Embajada cubana en Venezuela, dicen más que mil palabras.
Las elecciones primarias de la derecha, a pesar de que hubieran querido lo contrario, se desarrollaron y concluyeron con éxito. El camino difícil comienza ahora.
Capriles Radonski tendrá que remar en aguas muy profundas y turbias. ¿Mantendrá la reacción el aparente hacer común? ¿Cuál será la estrategia de los que perdieron, y sus adeptos, para agenciarse alguna cuota de protagonismo en la campaña?
El candidato y sus asesores tendrán una tarea titánica por delante. Les será difícil aliviar las presiones. El corsé se les puede desbordar. Sus tutores estadounidenses y europeos tendrán que intervenir más de una vez para mantener las cosas en su redil. En Venezuela los centros hegemónicos de poder se la están jugando al todo por el todo.
Habrá que ver cómo se mueve en adelante la derecha. Habrá de todo. También se dice que Capriles nadará mucho para terminar en la orilla. Las encuestas afirman y recontra afirman que el presidente Chávez es el amplio favorito para el 7 de octubre.
Tiene más del 60 por ciento del apoyo de los votantes. Solo en Miranda, el estado que gobierna el candidato, el 58 por ciento de la población encuestada por la compañía GIS XXI evaluó de «muy buena» o «buena» la gestión del mandatario en 2011.
Ganador de los comicios presidenciales de 1998, 2000 y 2006, y de la consulta revocatoria de 2004 —y en cada elección con más votos que la anterior—, Chávez se ha propuesto para la del 2012 adjudicarse el 70 por ciento de los votos.
A fuerza de objetividad, un analista no está en condiciones —hoy— de hacer un pronóstico al respecto. De lo que sí no hay dudas es de las enormes bases sociales del líder bolivariano.
No puede asegurarse —ahora— que Chávez obtendrá más de dos tercios del sufragio. Pero sí hay pruebas de que la derecha nunca podrá levantarse con el 30 por ciento de las boletas.