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Escocia: ¿la hora del referéndum?

Con la arrolladora victoria del Partido Nacional Escocés en los recientes comicios, se acerca la posibilidad de una consulta sobre la independencia de ese territorio del Reino Unido

Autor:

Luis Luque Álvarez

Si se lo hubieran dicho a «Corazón Valiente» —aquel escocés que le dio tanta guerra a los ingleses y que Mel Gibson encarnó en un filme—, no lo hubiera creído, pero por primera vez en su historia, en Escocia hay un Gobierno liderado por un partido independentista con mayoría absoluta: el Partido Nacional Escocés (SNP).

Los nacionalistas —con el diputado Alex Salmond como primer ministro— ya gobernaron en la anterior legislatura (2007-2011), pero no con la fuerza suficiente para sacar adelante su «plan estrella»: la convocatoria a un referéndum sobre la independencia. Y es lo que ahora sí pueden hacer, con el aval de su victoria en los comicios del pasado 5 de mayo, en los que cosecharon 69 de los 129 asientos del Parlamento autonómico (¿acaso mayor entusiasmo de los votantes hacia el independentismo?; ya veremos).

Escocia es uno de los países que forman el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Ocupa el norte de la principal de las islas británicas —un muro de la época romana la separa de Inglaterra—, y en todo el territorio su número de habitantes (poco más de cinco millones) no supera a los pobladores de Londres (siete millones).

Las apetencias de dominación de sus vecinos ingleses fueron, en el pasado, las que terminaron incluyendo a Escocia en el Reino Unido, al que también sumaron a Gales e Irlanda. Esta última «zafó» a principios del siglo XX, y solo quedó atada a Gran Bretaña una pequeña porción de su tierra: Irlanda del Norte (el Ulster), bajo el pretexto de que en la zona había una mayoritaria población de origen angloescocés protestante, que no quería integrarse en la naciente República de Irlanda. La división fue —y aún es, aunque con mucho menos intensidad—, motivo de dolores de cabeza, que se hubieran evitado si desde el principio Londres hubiera recetado el único medicamento posible: la libertad plena.

Pero «volviendo a los conejos de España» —o a los de Escocia—, estamos hablando de un país que, desde 1998, posee un Parlamento autonómico y facultades de gestión en áreas como la salud, la educación, la justicia, la agricultura y el transporte.

En lo económico, el país es muy conocido por su actividad de explotación de las reservas petroleras del Mar del Norte, las cuales se estima que están en el pico de extracción, y que quedan unos 20 000 millones de barriles. Ante el venidero agotamiento del recurso, un diputado del SNP explicó a JR en 2007 que, de obtener la independencia, se conformaría un fondo con el dinero del petróleo, similar al de Noruega, para garantizar que se invierta en bienestar a largo plazo.

Qué horizontes inmediatos tiene el país, ahora que el SNP está más cómodamente sentado al mando de la nave, es una pregunta que nuestro diario hizo por correo electrónico a diputados escoceses de diferentes tendencias.

¿Miembro de la ONU? ¿por qué no?

Ian Gibson, asesor de la diputada y hasta ahora líder conservadora Annabel Goldie, nos hace llegar la intervención de ella ante sus colegas del Parlamento. La legisladora lanza su advertencia:

«Cuando Alex Salmond trate de aplicar su agenda separatista, los conservadores escoceses y yo estaremos contra ese propósito en cada momento. Y no triunfará; él tiene grandes desafíos, y la obligación de poner los intereses de Escocia antes que los del SNP. Le recuerdo que su mandato es ser el Primer Ministro autonómico, y actuar por el interés nacional, no por el nacionalista.

«Él —añade— puede tener la mayoría de los asientos de este Parlamento, pero no la mayoría de los votos en Escocia. Puede querer la separación, pero la mayoría de los escoceses no la quieren».

Y esta es, como decíamos al principio, la gran paradoja, pues aunque los electores han votado por mayoría a una fuerza independentista, los sondeos muestran que solo un 30 por ciento de los escoceses se inclinan por la separación. El motivo de la aparente contradicción es, según analistas, que en momentos de crisis económica, y tras constatar la buena administración del SNP en la pasada legislatura, los votantes creen que el gobierno de Salmond puede trabar la tijera que viene desde Londres. El gabinete del conservador primer ministro inglés David Cameron ha impuesto los mayores recortes de que se tenga memoria en Gran Bretaña, y un ejecutivo nacionalista podría estar mejor preparado para velar por los intereses escoceses.

Siguiendo con la pesquisa sobre el tema de la separación, nos llega la respuesta de un independentista, el diputado Alasdair Allan, ya entrevistado por nuestro diario en 2007. A la pregunta de si es hora del referéndum, explica:

—La gran diferencia entre 2007 y la actualidad es que entonces el SNP, aunque era el partido más votado, no tenía la mayoría parlamentaria suficiente para convocar la consulta, y los otros partidos eran hostiles a la idea.

«Esta vez, sin embargo, está claro que sí se efectuará. Ya ha comenzado un gran debate sobre la independencia y otros asuntos relacionados con una mayor autonomía para Escocia. En esencia, la discusión no es sobre si el país necesita más autonomía, sino cuánta más.

«No tengo la mínima duda de que la consulta tendrá lugar, y el Gobierno hará campaña por el “sí” a la independencia. Un voto afirmativo significa que Escocia y el ejecutivo británico negociarán entonces una relación nueva, de igualdad entre dos países».

—Visto el declive económico de Islandia e Irlanda —dos de los países modelos para el SNP—, ¿ha sufrido algún cambio la idea de la emancipación escocesa, o una adaptación a las nuevas circunstancias?

—Si me preguntas sobre la adversa situación económica internacional, te digo que es importante ver que esta ha afectado tanto a los pequeños como a los grandes Estados, y que muchos pequeños países europeos han emergido de la crisis más rápido que los mayores. Escocia necesita tener el control de su economía, sus impuestos y sus recursos naturales, para estar en posición de capitalizarlos en beneficio de todos nuestros ciudadanos.

Comparto entonces con Allan la sintética respuesta enviada por el diputado laborista escocés Neil Findlay: «Mis principales preocupaciones sobre la independencia están formuladas sobre cuestiones prácticas: ¿En qué se basará nuestra economía? ¿Cómo nos arreglaremos con las pensiones de la seguridad social y otros beneficios? ¿Cuál será nuestro estatus en la Unión Europea, la OTAN y la ONU? ¿Qué moneda emplearemos? ¿Qué haremos con nuestra deuda nacional? No queremos ser como Irlanda ni Islandia. Estas cuestiones tienen que ser bien analizadas antes de que las personas tomen decisiones sobre la independencia».

—¡No me sorprende, viniendo del Laborismo! —replica el diputado del SNP— ¿En qué se basará nuestra economía? La pregunta supone que no tenemos ninguna economía en el presente y que tendríamos que inventar una después de la independencia. Escocia es un gran productor de petróleo, está a la vanguardia de las energías renovables, recibe grandes ganancias por la exportación de whisky, posee una fuerza laboral altamente profesional, universidades de categoría mundial, una industria manufacturera, un turismo…, y la lista continuaría. Lo que se aprecia es que el Laborismo nunca ha preguntado esto sobre otros países independientes, como Gran Bretaña, por ejemplo.

«Respecto a la seguridad social y las pensiones, un diálogo sobre la independencia posibilitaría que Escocia e Inglaterra compartieran los fondos de pensiones, y nos darían la oportunidad de determinar el futuro del sistema de beneficios. Las pensiones privadas no se afectarían.

«Como moneda, mantendríamos la libra esterlina, pues las actuales circunstancias no son ventajosas para adherirse al euro.

«En cuanto a las organizaciones internacionales, Escocia puede ser miembro de la ONU, como casi 200 países independientes en el mundo, más de la mitad de los cuales obtuvieron su emancipación después de que la ONU fue creada. En la UE ya estamos, y estaríamos como un miembro más. Es inconcebible que la UE no le viera sentido a dejarnos ahí, y así lo ve el SNP.

«Por último, sobre la OTAN, la postura de nuestro partido es que no formaríamos parte de la Alianza, aunque eso es algo que tendría que ser negociado».

«De tú a tú» con Londres

Si se hace caso del sondeo sobre la independencia mencionado párrafos atrás —aunque las encuestas pueden ser todo lo engañosas que se quiera—, el gobierno autonómico escocés se estaría lanzando al vacío si convocara el referéndum en este instante, cuando está interesado en obtener frutos más inmediatos. Como que Londres le permita bajar notablemente los impuestos a las empresas para atraer la inversión externa (el secreto del éxito irlandés).

Por ello, aunque la consulta es objetivo electoral del SNP, se piensa que quedará para el final de la actual legislatura, aunque ya se deslizan las variantes de preguntas. La clásica —«¿Quieres que Escocia se separe del Reino Unido?, ¿sí o no?»— es demasiado rudimentaria y no dejaría opciones a los que tienen una postura menos asentada. Por eso no parece que vaya a clasificar.

Más bien lo que se trataría en un referéndum es si se otorga al gobierno autonómico la potestad de negociar la independencia con las autoridades británicas, en una suerte de «tú a tú» entre dignatarios de igual categoría. Es decir, que nadie espere una consulta como aquella que se efectuó en Kosovo, donde una mayoría de albaneses marcó una «x» en el espacio «sí, separémonos», y al otro día ya estaban poniendo la cerca e izando bandera nueva, sin respetar la integridad territorial de Serbia, y sembrando más odio que el ya existente.

En el caso escocés, la cosa irá por canales menos tensos, pues además se dice que a los ingleses les da lo mismo que los del norte cojan el caminito que consideren mejor. Un experto en el tema, el profesor David McCrone, de la Universidad de Edimburgo, explicó al diario español El País que a los escoceses no les molestaría la idea de mantener como monarca a la reina inglesa, Isabel II, y hasta recuerdan con orgullo que un escocés, Jacobo VI, fue una vez el rey de todos los británicos. Así, Escocia estaría entre los países de los que la Reina es jefa de Estado, como Canadá, Australia o Jamaica.

De la fórmula por la que opten, ya nos enteraremos. Por suerte ya no tendrán que irse a las montañas, como «Corazón Valiente», para hacerles saber a los ingleses, espada en mano, cuál es su determinación.

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