La doctora Danay carga a la nueva Tania. Autor: José Antonio Fulgueiras Publicado: 21/09/2017 | 05:00 pm
BOLIVIA.— La mujer venía trepando la Quebrada del Churo con una niña clamando por la luz desde su vientre.
Eran las cuatro y treinta de la tarde del domingo 17 de octubre de 2009 y ella sorteaba el trillo pedregoso por donde mismo, 42 años atrás, al Che Guevara lo habían conducido, maniatado, hasta este caserío polvoriento de La Higuera que ahora se le clavaba en la pupila anhelante.
Su abuela le contó que a San Ernesto lo asesinaron también en un octubre, en la escuelita que estaba a pocos metros de donde hoy se levanta el consultorio médico. Paradójicamente, ella trataba de traer una vida al mundo en el propio sitio en que habían matado al inspirador del hombre nuevo.
Tocó a la puerta y una muchacha de rostro noble abrió: «Doctorcita, tengo dolores en el vientre», y mostró la barriga inflada.
De pronto se vio tendida sobre una camilla y otro hombre, también de verde, le examinaba palmo a palmo su cuerpo indígena. Le midieron la altura uterina y comprobaron el embarazo a término.
El tacto vaginal reveló más de seis centímetros de dilatación. El líquido amniótico mostraba un color amarillo fuerte, y los doctores se miraron al percatarse de que el parto estaba complicado.
Procedieron a administrarle un suero de oxitocina para aumentar las contracciones uterinas, y 40 minutos después la aldeana empezó a pujar con fuertes y continuos resoplos, que parecían subir por los andamios de la oscura noche y apostarse en la cima de una estrella.
La niña venía con dos circulares de cordón umbilical aferrándosele al cuello. La mujer sintió como si una serpiente de la quebrada tratara de asfixiarle a la criatura, en tanto que diestras manos, herederas de aquellas cercenadas al Che, desenroscaban la víbora y el gimiqueo de la hija anunciaba la existencia divina.
«Le pondremos Tania», pidieron los médicos Danay González y Roberto Sánchez, y la madre, sudorosa y satisfecha, asintió, con una expresión que, sin saberlo, evocó en ese instante a la grandiosa guerrillera caída en combate en el paso de Vado del Yeso, sobre el río Masicurí.
Ha pasado casi un año y la nueva Tania cruza, feliz y saludable, sobre el cumpleaños 82 de Ernesto Che Guevara.
Con la aparición de los doctores cubanos la muerte ha sido vencida en cada alumbramiento, y la estrella de la hondonada pone nueva luz a la esperanza.
Danay y Roberto, por su parte, gastan los nostálgicos asuetos en escuchar las canciones de Silvio. Mientras el poeta entona una de sus antológicas creaciones, yo le pido permiso y antepongo cuatro letras a la palabra mágica y escucho: «La Higuera está pariendo un corazón…».