Una «pulsera de seguimiento» y la reclusión en casa de sus familiares hasta tanto se celebre juicio, son los únicos inconvenientes que tiene desde ahora Luis Posada Carriles, que desde hace unos días está en Miami tras su liberación por la administración Bush.
Como Posada Carriles, otro compinche suyo, coautor de la masacre de Barbados, cuando juntos planearon la voladura en pleno vuelo de un avión cubano, también Orlando Bosch debe andar con una «manilla de seguimiento» desde que fuera indultado por el padre del actual Bush, en 1990.
Pero este personaje, que vive con total impunidad en su residencia en Miami, «a veces sale a la calle con la pulsera de seguimiento que le instaló el FBI, y otras veces se olvida», como aseguró en un artículo el periodista colombiano Hernando Calvo Ospina, testigo de tales «olvidos».
Quizá por eso Bosch, como muchos terroristas refugiados en Miami, confían en que Luis Posada Carriles seguirá libre, para no molestar a quienes llevaron a la silla presidencial, en el año 2000, al actual inquilino de la Casa Blanca.
Incomodar a estos personajes pudiera ser peligroso para el clan Bush. El escándalo podría alterar la paz familiar e involucrar al actual presidente, a su padre e incluso al hermano, Jeb Bush, quien vería empañada su aspiración de sentarse también en la Oficina Oval, como hicieron papi y el hermanito.
La cadena podría romperse por Posada Carriles, quien mucho le sabe al viejo Bush desde los tiempos en que este dirigió la CIA, entre enero de 1976 y enero de 1977. Desde entonces los Bush le deben mucho a Posada, a Orlando Bosch y al resto de la mafia miamense.
Fue en esa época que se produjo la ola de atentados que sacudió Florida y que tuvo como blancos incluso al Cuartel General de la Policía de Miami, puertos, avenidas públicas, correos, oficinas del Departamento de Justicia, del gobernador y hasta la propia sede del FBI miamense.
El atentado en el hotel Copacabana causó la muerte del joven italiano Fabio Di Celmo. Con estas cien bombas en menos de 18 meses se dio a conocer al público norteamericano el multifacético uso del C-4, explosivo de alto poder profusamente repartido por la CIA a los grupos anticubanos.
No obstante, las bombas en Miami eran demasiadas como para permitirle tantas libertades a la mafia anticubana en suelo de la Unión. Algunos grupúsculos, como Omega 7, casi escapaban al control de la omnipotente y madrina Agencia.
Se imponía volverlos a la autoridad. Fue durante la dirección de la CIA por George H. W. Bush que se organizó la reunión de Banao, República Dominicana, de la cual surgió la Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU). Tanto Orlando Bosch como Posada Carriles estuvieron entre sus dirigentes fundadores.
El compromiso fue explícito: seguir luchando contra Cuba, pero mayormente fuera del territorio norteamericano y además colaborar con la Agencia Central de Inteligencia en la represión a otros movimientos revolucionarios del continente.
COMPLICIDAD FAMILIARCuesta mucho creer que Bush padre no supo nada del asesinato de Orlando Letelier en pleno Washington, en el cual tuvo participación directa el agente de la CIA Michael Townley, o que desconocía los pormenores del atentado terrorista contra el avión cubano en Barbados, que fuera dirigido por los hombres de la CIA y del CORU, Orlando Bosch y Luis Posada Carriles.
Es imposible que la omnipotente y omnipresente CIA y su jefe no tuvieran ningún conocimiento sobre cómo el CORU orquestó el atentado contra la embajada de Cuba en Portugal, el 22 de abril de 1976, en el que perdieron la vida los diplomáticos cubanos Adriana Corcho y Efrén Monteagudo.
También cuesta creer que al despacho de Bush padre no haya llegado ningún informe sobre el secuestro en Buenos Aires, el 9 de agosto de 1976, de los diplomáticos cubanos Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández.
Componentes utilizados por los terroristas para fabricar sus artefactos explosivos. Ambos fueron torturados y posteriormente desaparecidos, como se hizo con miles de personas en el continente usando los mecanismos de la Operación Cóndor, en la cual cooperaban la mayoría de los cuerpos de seguridad del hemisferio, bajo la coordinación de la CIA... y del propio Bush padre.
También el intento de secuestro del cónsul cubano en Mérida, en el cual pereció el técnico de la pesca Artagnán Díaz Díaz, ocurrido el 23 de julio de 1976, tuvo lugar durante el mandato de papá Bush al frente de la CIA.
A lo mejor hasta podría decir de dónde salió el C-4 que sirvió para los atentados contra oficinas comerciales y embajadas cubanas, líneas aéreas o representaciones extranjeras que sostenían relaciones con la Isla.
SIEMPRE ABSUELTOJosé Antonio Llama, ex director de la FNCA, reconoció en el 2006 que él y otros miembros de la jerarquía de esa organización crearon un grupo paramilitar para acometer actos de desestabilización en Cuba y asesinar a Fidel.
En una entrevista con The Miami Herald, Llama reconoció que la FNCA contactó con Posada Carriles para que este fuera quien organizara la serie de atentados contra instalaciones turísticas, un plan mucho más amplio que incluía otros objetivos, pues como afirmó «queríamos acelerar la democratización de Cuba empleando cualquier medio para lograrlo».
Los planes se vieron frustrados, según Llama, pues tanto él como otros cuatro contrarrevolucionarios fueron arrestados y encausados en una corte federal de Puerto Rico, en 1997, por intentar asesinar a Fidel durante la Cumbre Iberoamericana de Isla Margarita, Venezuela.
Lo indignante es que, si bien les fue decomisado armamento de todo tipo en esa ocasión, todos los acusados fueron exonerados en diciembre de 1999. Ahora se pasean libres por Miami.
RAZONES PARA NO MOLESTARLOEl Comisario Basilio, como se le conocía a Posada Carriles en Venezuela, fue autor de múltiples asesinatos en ese país, desde donde se trasladó a otros de América Latina, hasta recalar en el escándalo Irán-Contras, una de las más bochornosas operaciones políticas de Estados Unidos.
Sobran razones entonces para sancionarlo por algo más que una simple mentira por haber entrado ilegalmente a la nación norteña, pero la administración Bush sabe que de hacerlo estaría poniendo también en el banquillo a la política norteamericana contra Cuba durante los últimos 48 años.
De una u otra manera, Posada Carriles ha estado involucrado en:
La invasión de Girón en abril de 1961, que terminó en la victoria del pueblo 72 horas después. La Operación Mangosta, mediante la cual se efectuaron numerosos atentados terroristas y ataques armados, tanto dentro como fuera de Cuba. El apoyo a las dictaduras militares en América Latina, directamente en Venezuela, Chile y El Salvador, en que estuvieron involucrados la CIA y el padre del actual presidente norteamericano. La ola de atentados terroristas en Miami, específicamente los organizados por el CORU, en el momento en que el padre de Bush estuvo en la dirección de la todopoderosa Agencia. Los atentados terroristas contra objetivos cubanos organizados fuera de territorio norteamericano en países como España, Portugal, México y sobre todo en Barbados, donde volaron un avión civil repleto de pasajeros en pleno vuelo, el 6 de octubre de 1976. Planes de asesinato contra el presidente Fidel Castro, especialmente los organizados en 1997, en Isla Margarita, Venezuela, y durante el 2000, en el Paraninfo de la Universidad de Panamá. La secuencia de atentados terroristas perpetrados por mercenarios centroamericanos en instalaciones turísticas de La Habana, en los cuales perdió la vida el joven italiano Fabio Di Celmo.Estas, entre otras razones, explican el «indulto» político que en la práctica ha ejecutado el gobierno de Bush, que prefiere dejar en libertad a Luis Posada Carriles, uno de los mayores terroristas del mundo, aunque como otros de su calaña, comience de nuevo a hacer de las suyas en Miami, otra vez envalentonado.