Si hasta ahora lograban vencer esas diferencias, tal vez el problema no está en la comunicación, sino en algún suceso del que aún no hablan con transparencia y alimenta ese resentimiento
L.M.: Tras siete años de matrimonio que considero bueno, llevo varias semanas en que intento conversar con mi esposa y todo acaba en un feo desacuerdo. Luego pasa días sin hablarme y la familia lo nota. Ambos tenemos 38 años.
Para conversar y llegar a acuerdos es necesario aceptar las diferencias de criterios y prioridades, y entender que la unión tiene puntos que unen y otros de desencuentro necesario para crecer.
Si hasta ahora lograban vencer esas diferencias, tal vez el problema no está en la comunicación, sino en algún suceso del que aún no hablan con transparencia y alimenta ese resentimiento.
Cuando hay dolor, decepción, esperanzas o promesas no cumplidas, la persona tiende a no escuchar nada más hasta dilucidar eso que molesta. Como pareja, deberían poder ser francos sobre ese asunto, traerlo a colación y valorarlo con mirada neutral para encontrarle soluciones.
Conversar es decir, no solo escuchar, por tanto es necesario revisar si damos a la pareja ese espacio de diálogo o si solo creamos monólogos todo el tiempo, y le hacemos ahogar sus propias miradas o preocupaciones. Los argumentos pueden ser diferentes, y es válido expresarlos, mientras logren coincidir en el interés superior de ambos como pareja y de la familia creada.
Optar por el silencio es un modo de ser violentos, de crear en el otro angustias y culpas innecesarias, además de limitar el contacto en otras áreas de la relación. De eso también es necesario conversar para salvar el vínculo y dar en casa buenos ejemplos.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica