El compañerismo y la cordialidad son tan importantes como el cariño para lograr solidez
Al mal paso dale prisa. Proverbio popular
Todas las parejas pasan por situaciones de conflicto, aun cuando el amor prevalezca y la relación aparente ser sólida. Al estudiar esta realidad en matrimonios de más de dos décadas, se encontró una estrategia de afrontamiento que podría ser útil a otras personas comprometidas con su felicidad.
La razón para ese estudio fue el corazón, pero no en el sentido metafórico, sino directo, porque una convivencia afectiva es un factor de protección para la salud cardiovascular, sobre todo a partir de la mediana edad. Por eso, resolver los conflictos y sacar adelante a la pareja contribuye también al bienestar físico y la calidad de vida. No importa la gravedad del problema, siempre se puede salir de él con respeto y voluntad para cuidarse mutuamente. Para empezar, es necesario garantizar el diálogo. La mayoría de los inconvenientes provienen de la incomunicación. Además de escoger las palabras y hablar todo lo que incomoda, es necesario escuchar a la otra parte y entender el contexto de lo que te reclaman, en contenido, emoción y circunstancias.
Algunas personas prefieren evitar las discusiones y nunca sacan a flote las diferencias ni intentan resolverlas. Lo ideal es conversar sin acalorarse, y si crees que en casa es imposible, acuerden sentarse en un lugar público, donde la presión exterior les impida perder la compostura.
También es importante establecer una agenda y no salirse del tema. No remuevas viejas heridas si no están en condiciones de sanarlas de una buena vez, y busca el origen del problema actual con transparencia y honestidad. Si se van por las ramas solo crearás confusión y perderán la oportunidad de resolver un asunto esencial.
Si no alcanzan los argumentos, calla y escucha. No sustituyas tu poquedad con groserías o sarcasmos para imponer tu visión como si fuera la única válida. Toma en cuenta el criterio de tu pareja, sin comparaciones, y no intentes minimizar su posición a partir de la opinión de terceras personas que le resulten irritantes (como suegros, exparejas, enemigos, parientes con quien tiene malas relaciones…).
Un consejo de expertos: apaga tu radio interior. Mientras tu pareja habla, esfuérzate para no rumiar respuestas o recordar argumentos aislados
para rebatirlos fuera del contexto, o nunca verás la situación desde su perspectiva.
Otro consejo es proteger la confianza mutua. Cuando la diferencia se basa en valores extrema el cuidado y depura cualquier atisbo de duda. Sin honestidad y credibilidad no hay entendimiento auténtico. Incluso, ante una infidelidad o un uso inadecuado de recursos comunes, sería prudente escuchar la defensa del implicado antes de tomar decisiones. Un tercer elemento de la estrategia es el apoyo emocional. No importa si difieren en criterios, ideologías o intereses: los sentimientos deben ser auténticos y en buena medida incondicionales. Si te burlas de lo que al otro le importa, no puedes pretender que no le duela, y si lo haces con toda intención, no debes molestarte ante el posible exabrupto.
El compañerismo y la cordialidad son tan importantes como el cariño para lograr solidez, y llegarán a sustituir a la pasión como eje de la intimidad. Sobre todo durante las crisis, mostrar consideración y acompañar procesos de duelo ajeno son una efectiva demostración de amor.
Tales gestos de cuidado consolidan los vínculos emocionales y ayudan a construir la identidad del matrimonio, sin perder la personalidad y los espacios de crecimiento individual.
Y ese es otro punto: las parejas necesitan tiempo juntos y tiempo de reflexión a solas para esclarecerse antes de tocar las incordias de la mejor manera. Acelerar ese proceso antes de analizar sus ángulos puede agravar el problema.
Mantener vivo el interés erótico suele ser otro reto en relaciones de larga data, sobre todo si hay hijos u otras responsabilidades de por medio. Sin plenitud a un ritmo conveniente para ambos, la integridad del matrimonio se resiente. Ante cualquier insatisfacción, busca el modo de hablarlo con tu pareja, y pidan ayuda para encontrar el origen (biológico o sicológico) de lo que entorpece el nexo.
Algo esencial es tener expectativas realistas. No pedir peras al olmo ni arrancar compromisos incumplibles ayuda a sostener una relación que no ahoga ni fuerza a decir mentiras. Si esperamos del otro más de lo que objetivamente es capaz de alcanzar, eso dañará la senda del diálogo y la sostenibilidad de los acuerdos, sobre todo si tus estándares se miden por lo que lograron tus padres, amistades o íconos de novela.
La empatía es la llave para comprender razones y actitudes del otro, y sin juzgar más de lo necesario, llegar a acuerdos provechosos. Eso ayuda, además, a cultivar el perdón genuino, indispensable para cerrar crisis provocadas por los egos en aras del objetivo común: un sincero bienestar familiar.
Si hace falta, se puede solicitar terapia de pareja. Escuchar criterios profesionales no es motivo de vergüenza ni implica un fracaso personal. De hecho, todo matrimonio crece y se consolida cuando aprende de sus propios conflictos.