Nada me ha cambiado más la vida que haberte conocido. Ahora me retoco varias veces después de maquillarme para eliminar el exceso o recomponer el faltante. Ahora me aliso el pelo a cada rato. Ahora llego más temprano al trabajo y salgo más tarde, por si llamas, y me apuro en llegar a casa, por si es allí donde me sorprenderá tu llegada. En el camino miro todo a mi alrededor, por si te encuentro entre la gente, y he descubierto muchas cosas que antes no había visto.
Aunque te he esperado mucho, no pierdo la sensación de que estás al volver. Beso a mis hijos en la frente más que antes y les digo «mamá es feliz». Ahora hago dieta, pero el motivo es otro: antes no quería engordar, ahora he perdido el apetito y se me hace más fácil. Aún duermo poco, pero antes, al despertar en la madrugada desierta de mi cuarto no había nadie: ahora estás todo el tiempo en mi pensamiento y me duermo tejiendo una historia, que sé que ocurrirá, ahorita cuando vuelvas.
También escribí poemas y siento besos por todo mi cuerpo: los últimos (los únicos) que me diste. Ahora escucho una canción, leo o converso con alguien y espero convencida de que pronto tendré una nueva oportunidad para hacerte el hombre más feliz del universo.
Aunque estás demorando demasiado, no pierdo los deseos porque tengo la certeza de que estarás pronto de vuelta. Hace seis días que te conocí y si no volvieras ya ha valido la pena... Pero creo que no queda de otra: volverás porque mi vida ha cambiado después de ese encuentro. (ALL)