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Ágape, Filia, Eros…

En la novela La última respuesta, escrita por Álex Rovira y Francesc Miralles, el gran físico Albert Einstein propone una variante de su archiconocida fórmula sobre la energía universal (E = mxc2), en la cual cambia la variable m, de masa, por la a, de ágape, palabra de origen griego usada para describir una de las facetas del amor humano: el compromiso empático

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Si dejas salir tus miedos,

tendrás espacio suficiente para

vivir tus sueños.

Marilyn Monroe (1926- 1962),

actriz estadounidense

Roan Enríquez, asiduo lector de Sexo Sentido, nos hace cómplices de su agrado por un libro dedicado a una dimensión poco conocida de Albert Einstein: su interés por el amor.

En la novela La última respuesta, escrita por Álex Rovira y Francesc Miralles, el gran físico propone una variante de su archiconocida fórmula sobre la energía universal (E = mxc2), en la cual cambia la variable m, de masa, por la a, de ágape, palabra de origen griego usada para describir una de las facetas del amor humano: el compromiso empático.

Tal investigación supuestamente inspiró una carta enviada a su hija Lieserl (la primera nacida antes de formalizar matrimonio con su colega de estudios Mileva Maric), en la cual reflexiona: «Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Esta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo».

Muchos pensadores, milenios atrás, también hablaron del amor más allá del eros o pasión carnal, y lo complementaron con otras dos facetas, el citado ágape y la filia, vista como complicidad, autorreconocimiento y bienestar al compartir con otros seres afines.

En ese triángulo, el ágape representa la simpatía más elevada, la admiración, entrega incondicional, paciencia, perdón y compasión, actitudes que generan un estado de paz y seguridad muy beneficioso para la pareja y su entorno.

En la carta, no autentificada aún, el genio describe al amor como la quintaesencia de la naturaleza, su fuerza generadora de vida. Otras filosofías también lo nombran de ese modo, asociándolo a los otros elementos esenciales: tierra, aire, agua y fuego, pues todos son incorruptibles y eternos, aunque en sus manifestaciones aisladas puedan agotarse temporalmente.

Aparentemente obsesionado con el mal uso dado a la energía nuclear y a todas las otras fuentes descubiertas hasta mediados del siglo XX, Einstein abre su corazón a esa hija lejana (a quien dieron en adopción, hasta donde se conoce): «…Si queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta».

Triángulo de la confianza

La Teoría triangular del amor fue defendida el pasado siglo por el psicólogo estadounidense Robert Sternberg, quien la respaldó con estudios empíricos con parejas a partir de los presupuestos de la entonces naciente psicología conductual.

Se habla de pasión (Eros), intimidad (Filia) y compromiso (Ágape), pero aquí intimar no significa ir a la cama, sino respetar y entender hábitos, defectos, habilidades, traumas y sueños del otro ser. Al combinarse estos tres elementos dan los siete tipos de amor en pareja: romántico, sociable, consumado, vacío, fatuo, encaprichamiento y cariño.

Si revisas tus relaciones a la luz de esta teoría, tal vez descubras qué fue lo que falló en cada ocasión y qué más pudieron hacer, tú y la otra persona, por conservar el vínculo. Es un ejercicio que puede ayudarte a madurar.

Algunos individuos, por ejemplo, son adictos a la pasión erótica, esa embriaguez de los primeros meses cuando el cerebro del amante se satura literalmente y pasan a segundo plano el sueño, la lógica y hasta la alimentación.

Tal estado de insensatez transitoria producida por Eros puede comprobarse en un escaneo neurológico del sujeto apasionado, pero es esperable que esto ceda paulatinamente  para que pueda amar con más cordura. En ese punto la persona adicta cree que el amor murió y rompe la relación con la esperanza de enamorarse de nuevo, acumulando muchas monogamias secuenciales.

Ese amor pasional está además sobrevalorado en su efecto vinculante. Aunque haya «química», la relación es débil si falla el respeto y la alegría de estar juntos (componentes de la intimidad) o no hay apoyo mutuo para crecer como seres espirituales y sociales (señales de compromiso).

Miles de matrimonios sobreviven aunque el sexo sea pobre, porque se sienten a gusto compartiendo las obligaciones y placeres familiares, los hobbies, recuerdos, proyectos… o por una fuerte gratitud hacia el cónyuge que le lleva a desear estar ahí y actuar con reciprocidad en las pruebas futuras.

Ese amor comprometido, esa energía poderosa que intrigaba a Einstein, puede ser el motor impulsor en la búsqueda de nuevos alicientes para reactivar Filia y Eros, si no con la pasión torrentosa de los primeros días, al menos con la ternura cómplice que esconde muchos tesoros de placer.

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