En noviembre propusimos al público que nos contaran experiencias amorosas en las que prevaleció el dolor. Queríamos saber qué puede salir mal cuando se ama y cómo valoraban esa prueba tiempo después. Hoy publicamos un resumen de los mensajes enviados, pero pueden acceder a ellos íntegramente en la página digital de Sexo sentido o solicitarlas a sentido@juventudrebelde.cu.
En noviembre propusimos al público que nos contaran experiencias amorosas en las que prevaleció el dolor. Queríamos saber qué puede salir mal cuando se ama y cómo valoraban esa prueba tiempo después. Hoy publicamos un resumen de los mensajes enviados, pero pueden acceder a ellos íntegramente como vínculo a la página digital de Sexo sentido o solicitarlas a sentido@juventudrebelde.cu.
La anécdota de Indira inicia con «risas, abrazos, cariños, peleas y luego sexo reconciliador». Pero tanta ternura no le evitó la humillación final: «Me arrodillé en una calle de tierra (aferrada a una bicicleta que me prestó más atención). Lloré, imploré y mis súplicas fueron escuchadas por toda una vecindad que rio y disfrutó de la función gratis». Fue su peor momento, pero se prometió a sí misma que no sería el último acto de amor.
Claudia no entiende cómo se puede amar a alguien y abandonarle: «Tenía 15 y él 20. Fue mi primer beso, mi primer amor y decidí que sería mi primera vez. (…) Una noche al irse de mi casa me dio un nostálgico beso, rozó mi mejilla con su mano y me dijo al oído: Discúlpame, no lo hago por mal (…) y se marchó del país».
Una historia así puede convertirse en el fantasma de tu vida, dice la peñista Yaquelín, para quien ese dolor solo es comparable con la certeza de una traición.
Yanet cuenta lo difícil que fue escuchar de su novio que había tenido relaciones con otra. Hoy son grandes amigos, dice, porque comprendió que es preferible «decir una verdad que duela en el momento, que una mentira que duela para siempre».
Odelquis vivió esa pena tras 11 años de relación. Luego del sufrimiento inicial decidió que esa persona no era necesaria en su vida, «que solo era mi elección gratuita. Descubrí que el dolor y la vergüenza no eran más que estrategias de mi ego, y que simplemente yo les había otorgado ese poder sobre mí a ambos. Así, de un momento amarguísimo surgió una nueva yo que hasta ese momento me había negado el placer de conocer. Han pasado casi tres años, continúan en el mismo lugar y yo también. La diferencia es que me encuentro en otra dimensión, por lo que será muy difícil que puedan tocar mi amor».
¿Y cuando eres tú quien juega entre dos aguas? Israel dice estar viviendo ahora su mejor y peor momento: se involucró en una especie de novela barata con una chica que atacó su autoestima, quiso cambiar todo en él y fingió un embarazo… y a la par se enganchó con otra persona a la que confió su nauta, su Facebook y todo lo que podría darle privacidad.
«Se siente bien feo estar prisionero», reconoce, pero le ha fallado a esa persona que dice amar y hoy está a merced de sus sentimientos. Sin embargo, les agradece que le hicieran «experimentar mis primeros nudos en la garganta».
Zysle cuenta como su peor historia la más bella vivida, la de más química, pero llegó muy tarde y no podía ser «por un millón de razones» que se impusieron a despecho del corazón, «aunque con aquel adiós se fuera una buena parte de nuestro ser». Aquel dolor «taladraba mis huesos, era tanto que a veces hasta se me dificultaba respirar», y por eso «no juzgo a nadie, porque nadie sabe qué hay detrás de cada decisión que toman las personas».
Hay que pensarlo mucho para aceptar a una persona malsana en nuestras vidas. Bien lo sabe Aylin, quien primero soportó a alguien que le impuso un sexo demasiado salvaje sin preguntarle si a ella le gustaba (al punto de dejarle marcas), y más tarde malgastó su tiempo en quien no lo merecía.
«A estas alturas todavía me pregunto cómo pude caer tan bajo y aguantar tanto con una persona que no me reportaba nada, porque ni economía daba. Sí lloré, lloré cuando terminamos, pero créeme que fue de emoción, de sentir que era libre...».
A veces negamos la evidencia, que nos abruma, como le pasó a Leonor, quien descubrió tras 12 años de entrega que no significaba nada para el padre de sus hijos; o a Barbie, contenida hasta que desafió a la familia y logró al menos un hijo del hombre amado.
Scorpio dice que para ella no ha habido ni buenos ni malos momentos porque no ha probado aún esa pasión arrolladora. Quiere a su esposo y ha sido feliz, pero añora vivir «un amor de novelas, con sinsabores incluidos».
Tal vez disfrutaría la paradoja que tiene de cabeza a Ariel, por dos años enamorado de una compañera de estudios que decía quererlo solo como amigo, aunque de vez en cuando alimentó sus ilusiones. Cuando decidió levantar una coraza fue ella quien empezó a buscarlo y él tiene miedo de desaprovechar la oportunidad.
En ese ir y venir pasó también Yisel el preuniversitario, amando y odiando a un chico porque «cuando yo creía que por fin podría estar con él aparecía una que le gustaba más (…). Pero aprendí mucho: a no dejarme de querer a mí misma nunca, a no ofrecer mi amor a quien no lo valora y sobre todo a no dejarme engañar por fachadas de niños buenos que pueden llegar a ser los peores».
Luis Alberto cuenta que la mujer de sus sueños «da un chasquido de dedos y me muevo y hago lo que sea por ella». Pero esa incondicionalidad no es recíproca. Ella teme «tomar riesgos para estar a mi lado, no por mí (creo yo), sino por el mundo que está construyendo (trabajo, amistades), donde está viviendo junto a su pareja actual».
Massiel compartió la experiencia que cortó las alas de su amor adolescente, pero pudo superarlo: «Le muestras al destino que la historia de tu paso por el mundo la escribes tú (…). Solo quieres calmar esta angustia que te lleva al fin y empezar a encontrarle pedazos al mundo. A pesar de él. A pesar de ti».
«(…) Ya acabó todo… ¡¡No, espera!! ¿Por qué te detienes? ¿Por qué te rindes? ¿No entiendes que todavía puedes ser feliz? Porque en esta vida las piedras nunca son tan grandes, porque los dolores se superan, porque los errores te enseñan y porque nadie es perfecto, aún queda una oportunidad en tu cartera».
Yany es de las que hoy se ríe de un mal momento. Resulta que en su etapa universitaria se enamoró de un guajiro, para más señas un «mujeriego empedernido». Él no se lo esperaba y cuando quisieron consumar la relación «aquello no funcionó…», ni a la primera ni a la segunda oportunidad.
Es uno de los peores momentos para muchos. La mayoría se asusta o se rinde ante el chasco, según confiesa Malvin, pero Yany tuvo fe en su pasión y hoy disfruta un matrimonio de 16 años y dos hijos con ese hombre.
Quiero cerrar con la respuesta de Sexytemb, una forista entusiasta que siempre tiene una salida honesta para los retos vitales: «¿Mi peor momento en materia de amor? He tenido varios peores momentos, pero realmente no me acuerdo de ninguno. Vivo la vida cuidando el presente para mirar siempre al futuro.
«Ahora estoy enamorada y cuando no lo esté simplemente buscaré el amor nuevamente y nuevamente y nuevamente, y si no lo encuentro en alguien lo buscaré en algo y amaré las flores, el cielo, el mar, la vida. Amaré el pasado y el presente y seguiré amando y soñando el futuro, y seguiré reinventando siempre algo o alguien para amar».