Los derechos sexuales y reproductivos de cada persona son tan importantes y válidos como cualquier otro reconocido internacionalmente Pregunte sin penaEl suicidio no es la solución Sabías qué...Las fantasías eróticas pueden comenzar en la niñez o adolescencia
Todas las personas tienen derecho a una sexualidad sana y responsable Anayansi está enamorada de un compañero de su aula pero no se atreve a reconocerlo ante sus padres por una razón a su juicio insalvable: ella es blanca y él mulato.
Yaneisi padece de una enfermedad que pudiera limitar su desempeño en la vida. Aun así estudia lejos de casa, es una joven alegre y tiene un noviazgo bonito, solo que no se atreve a contarle a él su «problema» porque cree que le tendría lástima y eso dañaría la relación.
Lisandro es inestable en su trabajo, las relaciones en el barrio son tensas y ha comparecido ante el tribunal por desórdenes públicos y desacato. Su «pecado» es ser homosexual y haber elegido una identidad femenina para vivir.
El precio de su decisión es, muchas veces, la burla o la incomprensión de quienes no siempre responden de una manera digna, creando un círculo vicioso del que pocos logran salir sin la ayuda adecuada.
Yonder dice estar «como loco» desde que tiene a su bebito. Tuvo que dejar el preuniversitario para mantenerlo. Nada de paseos o discotecas. Y si es así para él, imagínense para la madre de la criatura, que aún no termina el noveno grado.
«Lo hubieran pensado antes», reprochan los padres de ambos, negados a colaborar. Lo cierto es que ninguno pudo sentarse con ellos a consultarles las dudas, y luego no se atrevieron a hablar del embarazo hasta que fue demasiado tarde.
La lista de casos podría ser interminable. Aparentemente no tienen nada en común, pero en el fondo, el problema de todos es el mismo: quien no conoce sus derechos, no puede luchar por ellos de la forma más adecuada para ser feliz.
LUCHAR POR NOSOTROS MISMOSLos derechos sexuales y reproductivos de cada persona son tan importantes y válidos como cualquier otro reconocido internacionalmente. Nadie aceptaría sin protestar, por ejemplo, que lo priven de su nombre, de alimento, de dar sus opiniones o de decidir qué hacer con su sueldo.
Sin embargo, no poca gente vive su sexualidad de una forma infeliz, y aunque sabe que no es justo ni saludable, no se atreve a romper el molde negativo que la familia, el grupo, las costumbres o la época le han impuesto.
En la mayoría de los casos, porque desconocen que ética y legalmente están amparados para ello, y que en el país existen instituciones muy bien preparadas para ayudarlos en ese camino.
Meses atrás Sexo Sentido propuso un concurso sobre este tema. La mayoría de los mensajes recibidos confesaban desconocimiento o confusión en el asunto, mientras otros se limitaban a mencionar el derecho a tener relaciones sexuales libremente y a usar o no anticonceptivos.
Los más jóvenes, particularmente, se declaraban desorientados a la hora de buscar fuentes de información adecuadas, por lo que nos pedían una mayor divulgación, no solo de los derechos, sino de los lugares donde consultarlos.
Lo curioso, y a la vez alarmante, es que sí existe bibliografía sobre el tema, varios Programas Nacionales de Salud y Educación se encaminan a divulgarlo, y además se imparten frecuentemente cursos para el profesorado y el personal médico de todo el país acerca de estos derechos y de su obligación moral y profesional de hacerlos llegar a las nuevas generaciones.
Para responder estas y otras dudas relacionadas con la sexualidad, hay especialistas preparados en centros accesibles a toda la población. Baste mencionar las Casas de Orientación a la Familia, de la FMC; las consultas especializadas en la Atención Primaria de Salud, las casas de Atención Integral a la Adolescencia de varias provincias, y centros tan prestigiosos como el CENESEX y el de Estudios sobre la Juventud (CESJ), entre otros.
Con tales privilegios, de los que no gozan muchos jóvenes en el mundo, el primer paso es conocer cuáles son esos derechos que garantizan una sexualidad feliz y transmitirlos a la familia, la comunidad, el grupo de amistades y la pareja, para luego ejercerlos sana y responsablemente a lo largo de nuestra existencia.
Saber para disfrutar.
El Centro de Estudios sobre la Juventud, institución adscrita a la UJC que pronto cumplirá 40 años de servir a las nuevas generaciones desde las ciencias sociales, presenta los derechos sexuales y reproductivos de la siguiente manera:
1. Derecho al desarrollo de una sexualidad plena y responsable, asumida de manera enriquecedora y placentera, lo cual implica a su vez desarrollar una imagen positiva y asumirse en la originalidad de su identidad de género, su capacidad de amar y ser amado, respetarse y respetar, para preservar la intimidad e integridad sexual de las personas.
2. Derecho a la equidad de género, que contempla la libertad para establecer relaciones con seres del otro sexo sobre la base del respeto y la solidaridad, así como cuestionar y evitar la formación de la sexualidad sobre la base de modelos rígidos y estereotipados que contraponen los sexos, y por tanto el derecho a integrarse en todas las esferas de la vida social sin distinciones de sexo.
Esto permite analizar críticamente las relaciones hombre-mujer, utilizando un enfoque de género en todos los ámbitos de convivencia, y un lenguaje que omita las connotaciones discriminatorias hacia la mujer o el hombre.
3. Derecho a una familia, que permita a sus miembros establecer relaciones de convivencia armónicas y solidarias, y atienda el crecimiento y desarrollo de los más jóvenes, velando porque se cumpla lo establecido en las leyes de protección de la familia en todos sus ámbitos.
Es también un derecho educar sexualmente a la familia, transmitiendo actitudes y prácticas positivas hacia la sexualidad, respetando el derecho de los hijos a decidir su propio destino, y preservar una estructura familiar en cualquier circunstancia, libre de discriminaciones, donde se pueda compartir amor y felicidad, respetando las distintas funciones de sus miembros, independientemente de jerarquías, relaciones de parentesco y aportes financieros.
4. Derecho a la salud sexual, que implica hacer uso de los métodos anticonceptivos y medios para prevenir infecciones de transmisión sexual u otras del sistema reproductor. O sea, a disfrutar la vida sexual excluyendo factores de riesgo para sí y sus parejas. También debe existir una proyección social de cada persona que contribuya a su desarrollo individual e interpersonal, que le permita vivenciar su sexualidad haciendo distinción entre la función reproductiva y el placer, dentro de la afectividad.
5. Derecho a la planificación familiar, para decidir libremente la oportunidad, el número y espaciamiento de sus hijos, disponer de informaciones sobre los riesgos del embarazo no planificado en cualquier etapa de la vida y sobre los métodos anticonceptivos, para vincular la decisión de tener un hijo con la capacidad de ofrecerle atención.
6. Derecho a no ser sometido a torturas y maltrato, que incluye la protección de los menores frente a la explotación sexual, y el derecho de todas las personas a la protección contra violación, agresión sexual, abuso y acoso sexual