Elon Musk asumió hace unos días como director de Twitter, red social de microblogging que compró por una cifra astronómica. Lo sucedido luego ha sido un terremoto para todos
El titular de una cuenta verificada en Twitter con el tradicional monograma azul que señala la autenticidad de quien la utiliza deberá pagar ocho dólares mensuales.
Esta es una de las medidas implementadas por Elon Musk, el hombre más rico sobre el planeta Tierra, a unos días de haber tomado las riendas de Twitter, tras comprar la red social de microblogging por la astronómica suma de 44 000 millones de dólares.
Aunque todavía no es efectiva, la nueva normativa supone un cambio importante en la filosofía de la empresa. Ahora el usuario pagará si quiere una distinción singular.
Ya sabemos que Twitter tiene la manía de etiquetar cosas. Por ejemplo, como hicieron los nazis para distinguir a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, desde hace un tiempo la red social advierte sobre lo que ellos consideran «medios afiliados a un gobierno», y esos tuits los esconden, especialmente si tienen enlaces. Así lo han hecho desde hace poco con numerosos medios cubanos.
Pero la llegada de Musk a las oficinas de Twitter en San Francisco es un terremoto dentro y fuera de la red social, con despidos masivos, actitudes extravagantes y preocupaciones crecientes sobre el futuro de esta herramienta de comunicación con 16 años y medio de vida.
Lo que a continuación leerá es una breve cronología de lo sucedido con (y alrededor de) Twitter desde que el sudafricano se hizo con el poder.
El miércoles 26 de octubre Elon Musk llegó a Twitter mientras cargaba un lavamanos. Así lo tuiteó, con la frase «let that sink in!», una broma común en idioma inglés que significa «deja que esto sea asimilado».
Lo que muchos temían desde hace meses se hizo realidad, y Musk se mostró casual ese primer día, ordenó un café en la tienda ubicada en el lobby de la empresa y conversó con muchos empleados durante una hora. Incluso algunos postearon fotos con él.
Pero como en la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hide, al día siguiente, el 27 de octubre, el señor Musk fue directo a las oficinas principales y comenzó con los despidos. Por la puerta del mismo lobby al que entrara el día anterior con el lavamanos, salieron el director ejecutivo Parag Agrawal, el director financiero Ned Segal, el jefe jurídico Vijaya Gadde y el asesor general Sean Edgett. Los pejes gordos de Twitter.
Todos cobrarán, según Business Insider, grandes sumas de dinero. Así estaban protegidos en sus contratos. Pero el corte de «la cabeza de Twitter» fue la primera señal de lo que vendría después: despidos masivos.
Así, el jueves 3 de noviembre lo que muchos empleados temían se hizo realidad y se encontraron con que las oficinas estaban «temporalmente cerradas», al tiempo que perdían acceso a sus sistemas de gestión de contenidos de Twitter, y al Slack de la empresa —popular herramienta de trabajo colaborativo en línea—.
Al día siguiente miles de empleados —unos 3 700, según la prensa estadounidense—, recibieron un correo electrónico que les notificó sus despidos. Musk adujo que la medida es necesaria, puesto que Twitter pierde cuatro millones de dólares por día. ¿¡Cómo puede siquiera seguir abierta una empresa con ese nivel de pérdidas!? Sin embargo, al lunes siguiente se conoció que la compañía estaba tratando de recontratar a docenas de los despedidos en tanto eran «necesarios» o habían sido cesanteados «por error». Caos en estado puro.
Jack Dorsey, uno de los fundadores de Twitter y que formara parte de su junta directiva hasta 2021, se disculpó públicamente por esta medida… aunque también dijo «comprenderla». Por cierto, la junta directiva de Twitter tampoco existe ya, Musk los despidió a todos y se hizo con el control total del rumbo de la compañía.
La llegada al trono de Twitter del autoproclamado «absolutista de la libertad de expresión» Elon Musk provocó además otra consecuencia: numerosas cuentas comenzaron a probar cuánto podían decir, o no, en 280 caracteres.
En Estados Unidos, por ejemplo, la palabra nigger es un término peyorativo racista dirigido a la gente de piel negra que muchas veces es mencionado como la N-Word (la palabra N), pues se considera la máxima expresión de falta de respeto hacia esa raza.
A las 12 horas de haberse completado la compra de Twitter, el Network Contagion Research Institute, un grupo de investigación que analiza el contenido de las redes sociales para predecir amenazas emergentes, informó que el uso de la N-Word aumentó en casi un 500 por ciento en los tuits.
El periodista David Leavitt, que ha trabajado con muchos de los principales medios estadounidenses, también observó un aumento de las cuentas que tuitean discursos de odio. El viernes Leavitt aseveró en Twitter: «Hay una avalancha masiva de, literalmente, cientos de personas cada minuto usando la palabra N y un discurso de odio rampante sucediendo en Twitter ahora mismo después de la compra de Elon».
Twitter también se ha inundado de mensajes sexistas y anti-LGBTQI+, según The Washington Post. Cuentas anónimas hicieron «pruebas» de las políticas de moderación de Twitter pidiendo que se nombrara a las personas transgénero y que se utilizaran términos ofensivos, de acuerdo con el reporte.
Musk tuiteó al respecto que la empresa formará un «consejo de moderación de contenidos con puntos de vista muy diversos». Y añadió que no se tomarán decisiones importantes sobre la moderación hasta que el consejo se reúna. Libertinaje en su máxima expresión.
Ya figuras conservadoras han celebrado la compra de Twitter por Musk, con sugerencias de que el nuevo dueño flexibilizará las normas de moderación de contenidos y reforzará la «libertad de expresión». Se contempla, incluso, la posibilidad de que el expresidente estadounidense Donald Trump pueda recuperar su cuenta, cerrada por Twitter luego del asalto al Capitolio de Washington en enero de 2021. Por ahora ya es un hecho que los extremistas de
QAnon están de vuelta.
Numerosas compañías se han retirado por estos días de Twitter. Es su publicidad la principal entrada de dinero que tiene la red social. Hablo de gigantes como Pfizer, Volkswagen, General Motors, entre otros.
Sobre el futuro de la empresa, Musk ha dejado entrever que quiere revivir Vine, la popular herramienta de videos cortos que hoy todos recuerdan como «el abuelo de TikTok».
Con esos truenos, parece que uno de los últimos reductos de interacciones a base de texto en internet está por desaparecer. Ya lo hicieron antes Facebook e Instagram, donde hoy reinan el video y el «postureo», y se ha anunciado que Revue —una herramienta de boletines digitales con la que se puede crear una publicación periódica y difundirla a través de correo electrónico, comprada por Twitter— también va a desaparecer.
Esta es una historia en evolución, y los cambios pueden ser tan bruscos como el humor de Elon Musk, un hombre con excesivas ínfulas y dinero para (mal) influir en el curso de la historia a su antojo.