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Los peligros del «Sí, acepto»

Los Términos y Condiciones de Uso de muchos servicios y aplicaciones en Internet y para teléfonos móviles pueden convertirse en una verdadera trampa para los usuarios

 

Autor:

Amaury E. del Valle

Para muchos, un «Sí, acepto» puede ser una respuesta definitoria en la vida, si de cuestiones matrimoniales e incluso laborales se trata.

Para otros, sin embargo, es una acción muy cotidiana cuando se accede a sitios y servicios diversos en Internet, sin detenerse a pensar que sus consecuencias pueden ser tan duraderas como las de otras situaciones.

La aceptación de los Términos y Condiciones de Uso en la red de redes se ha vuelto algo tan habitual, que apenas pasamos el mouse sobre ellos sin siquiera detenernos a leer lo que plantean, eso, si es que además los encontramos escritos en la lengua que dominamos.

Esta situación, que en los últimos tiempos ha salido a la luz pública tras las revelaciones de espionaje masivo a los cibernautas formuladas por Edward Snowden, ex contratista de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, ha derivado en una verdadera polémica mundial sobre el tema, habida cuenta del contubernio existente entre organismos de inteligencia y proveedores de servicios.

Como Snowden develara, grandes consorcios cibermediales como Google, Hotmail, Yahoo, Facebook, Twitter, YouTube y otros, colaboraron de una u otra forma revelando pistas sobre los empleos que hacían  los usuarios de sus sitios.

Lo más complicado de esta denuncia es que la persona, si quisiera hacerle frente a la situación, más allá de las protestas públicas, estará atada prácticamente de manos... por ella misma.

Licencia de vida

¿Quién se lee realmente los Términos y Condiciones de Uso? Casi nadie. La empresa PC Pitstop escribió en 2005 en sus requerimientos legales antes de dar la aceptación, que daría mil dólares al primero que los leyera. ¿El resultado? Pasaron cuatro meses antes de que un usuario se diera cuenta de ello.

O sea, que no solo damos nuestro consentimiento, sino que en la gran mayoría de los casos ni siquiera sabemos para qué lo hacemos. Bastaría con poner como ejemplos las aceptaciones que damos cuando nos hacemos usuarios de la red social Facebook, la más grande del mundo.

En uno de los acápites de los Términos y Condiciones de Uso del proyecto creado por Mark Zuckerberg, se especifica que cuando pones contenidos en esta red, ya sean videos, fotos, textos o informaciones personales, les concedes «una licencia no exclusiva, transferible, con derechos de sublicencia, libre de derechos de autor, aplicable globalmente, para utilizar cualquier contenido que publiques en Facebook o en conexión con Facebook».

Por si fuera poco, también «das tu consentimiento para que tus datos personales sean transferidos y procesados en Estados Unidos».

Y si además se trata de un país como Cuba, el problema sería mucho más complejo, pues en la licencia de uso de la más famosa red social del mundo se plasma claramente que «Si te encuentras en un país bajo el embargo de Estados Unidos o que forme parte de la lista SDN (Specially Designated Nationals, Nacionales especialmente designados) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, no participarás en actividades comerciales en Facebook ni utilizarás una aplicación o sitio web de la plataforma. No utilizarás Facebook si se te ha prohibido recibir productos, servicios o software procedentes de Estados Unidos».

O sea, que de atenernos a ello, prácticamente todos los cubanos tendrían prohibido el uso de la mayor red social del mundo, y de otras que tienen relaciones con ella, como YouTube.

Además, si encima de ello los administradores de estos sitios quisieran usar nuestros datos sin consentimiento, ya sea para sí mismos o para venderlos a otras empresas, la única solución sería plantearles una demanda legal... en los propios Estados Unidos.

También los Términos y Condiciones de Uso aclaran que, «legalmente», cuando das clic en el sí, aceptas que «resolverás cualquier demanda, causa de acción o conflicto que tengas con nosotros surgida de o relacionada con la presente Declaración o con Facebook únicamente en el tribunal del Distrito Norte de California o en un tribunal estatal del Condado de San Mateo», y aceptas que sean dichos tribunales los competentes a la hora de resolver los litigios de dichos conflictos.

Pago con datos

No son solo Facebook o el resto de las redes sociales las que imponen fuertes condiciones para su uso, derribando el mito de las supuestas gratuidades que brindan, pues en realidad es «nuestra» información su mejor negocio.

Al abrir una cuenta de Gmail, por ejemplo, el usuario aprueba 16 páginas de términos y condiciones de uso y de privacidad, que le llevarían más de 20 minutos de lectura, en las cuales se deja entrever que el contenido de los e-mails que enviemos, podrá ser usado por ello «bajo ciertas claves».

En el caso de un iPhone —otro ejemplo— leer las regulaciones puede tomar desplazar cerca de 20 pantallas en el móvil, a una letra muy poco amigable, y con la consabida pérdida de tiempo. Pero si dices que sí, podrías estar regalando a otros prácticamente toda tu vida digital.

Así, por ejemplo, cuando se acepta el uso de una aplicación que simula una linterna en un móvil como Android, estamos accediendo también a que se rastree la ubicación donde estamos; y cuando se trata de un popular juego para celulares como Angry Bird, puede transmitir otras informaciones como las páginas que navegas mientras usas el celular.

La realidad es que hacer tan largas y casi inescrutables estas reglas forma parte de las estrategias de las empresas para recopilar informaciones a mansalva, según aseguró a la agencia de noticias AFP, Jules Polonetsky, director del centro de análisis Future of Privacy Forum, con sede en Washington, Estados Unidos.

«Los largos contratos podrían ser en parte reemplazados por notificaciones cortas y puntuales en los momentos en que los datos personales son recolectados por la aplicación», asegura el experto.

Sin embargo, eso no conviene mucho a las empresas, ya que según Fred Cate, experto en temas de abusos digitales, eso impediría que el usuario «haga clic abajo de un largo texto que permite luego una utilización extraordinaria de sus datos».

Y no se trata solo de proteger lo que no queremos que se divulgue, pues para eso no lo hacemos público, sino que podemos enfrentar otros retos legales más complicados ante casos como la cancelación de la cuenta de una persona que ha fallecido, denunciar a alguien que nos suplanta la identidad, o reclamar cuando la plataforma decide suspender temporalmente una cuenta.

En este caso, en el cual se han visto implicadas varias personas, primero nos solicitarán una serie de datos en un formulario, que de estar bien relleno, no habría de suponer más que un trámite para finalmente recuperar nuestra cuenta; pero si nos equivocamos, puede convertirse en un verdadero dolor de cabeza, al punto de que muchos prefieren crear otra cuenta.

Con ello aclaro que no se trata de dejar de usar servicios como los correos electrónicos gratuitos, las redes sociales u otras aplicaciones para móviles, las cuales ayudan mucho a facilitar nuestra vida.

Solo hay que ganar más conciencia de lo que hacemos y decimos a través de ellos, puesto que lo que aparentemente parece gratis, nos puede salir muy caro si pagamos con nuestra información personal.

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