Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Otro yo que no soy yo

La falsificación de identidades y documentos se ha visto catapultada con las facilidades de las nuevas tecnologías, que pocas veces son bien aplicadas para detectar estos fraudes

Autor:

Amaury E. del Valle

La historia es digna de un buen guión cinematográfico. Un portugués, supuesto conferencista de Naciones Unidas experto en temas económicos, durante meses estuvo dando conferencias en universidades e incluso concediendo entrevistas a periódicos y canales de televisión.

Bajo el nombre de Artur Baptista da Silva, pues incluso hasta de eso se duda, este señor de 61 años de edad, apariencia muy profesional, con trajes y abrigos caros, se paseó durante meses por las más prestigiosas conferencias y charlas en Lisboa, e incluso apareció en los más influyentes medios de comunicación, según un reportaje publicado por BBC Mundo.

Sus recetas económicas, que incluso fueron oídas por políticos y la población, llamaron la atención sobre el «reconocido experto» hasta de la agencia Reuters o el diario Chicago Tribune, que replicaron entrevistas concedidas por este.

Fueron periodistas de la cadena televisiva TVI quienes sospecharon de este profesor aparecido de la nada, y por ende con una simple llamada a la ONU desmontaron todo, al corroborar que nunca había formado parte del equipo de la organización, y en esta ni siquiera sabían quién era.

Claro está, la trama montada por Baptista da Silva, que en realidad es un ex recluso con varias condenas por estafa e incluso otra por un atropello automovilístico a otra persona, tenía muchos visos de realidad según los documentos que este mostraba.

Entre sus avales constaba la supuesta publicación de un pretendido estudio con el que ganó notoriedad, que en realidad pertenecía a un profesor francés y el cual había descargado de Internet.

También se presentaba como Doctor en Economía Social por la Milton Wisconsin University, y hasta aparecía en una página de esa institución dentro del acápite de Alumnos Notables, codeándose con senadores, economistas, profesores y hasta miembros de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

No obstante, si se quería tener más información sobre ello, al seguir el vínculo a su nombre salía un mensaje que decía «la página no existe», según el reportaje de la BBC.

La estafa de Da Silva, que ha avergonzado a no pocos académicos reales, quienes lo escucharon embobecidos y hasta lo contrataron para dar conferencias, es en realidad otra manifestación de un viejo delito de suplantación de personalidad.

Solo que ahora, con el auge de las nuevas tecnologías, adoptar la identidad de otro, e incluso inventarse una totalmente nueva, parecería que resulta más fácil, especialmente si las víctimas no toman las medidas adecuadas o no están preparadas para ello.

Pescar en río revuelto

Grandes farsas históricas, como las de Enric Marco Battle, quien aseguró desde 1976 ser un sobreviviente de la Alemania nazi e incluso dijo haber estado preso en los campos de concentración de Mauthausen y Flossenbürg (Baviera); o la de Tania Head, nombre falso que adoptó la española Alicia Esteve tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, para hacerse pasar por una víctima que había logrado escapar, los cuales cita la BBC, han llegado a los medios de comunicación por su amplia repercusión.

Sin embargo, en el mundo virtual cada día ocurren decenas de pequeñas falsificaciones, que van desde quienes usan un correo electrónico con el nombre de otros, hasta las grandes mafias que utilizan la creación de sitios fraudulentos como estrategia para atrapar incautos y robarles datos personales y dinero.

Conocido como phishing, muy similar al fishing o pesca si lo traducimos del inglés, busca comúnmente hacer que la persona revele información personal, usando para ello desde el correo electrónico hasta sitios web que simulan marcas o instituciones reconocidas.

Muchas veces la estafa parte de mensajes falsificados que se parecen a los reales, y pueden venir de sitios de compañías de tarjetas de crédito, bancos, web de compras en línea e incluso instituciones de caridad.

Así, por ejemplo, piden por una u otra razón revelar los nombres, contraseñas, números de identidad personal o de cuentas bancarias, ya sea solicitándole ayuda para alguna causa justa o engañándolo con un premio imaginario que tuvo la suerte de ganar.

Otros, más sofisticados, lo redirigen a sitios espurios que aparentan ser reales, y que han sido creados cambiando una simple letra de la marca verdadera. Y los hay más peligrosos aún, los que penetran de forma remota en las máquinas, y desde estas, abren cuentas bancarias nuevas, redirigen la información y el dinero de la víctima a otros bancos o piden una copia de la tarjeta de crédito para retirar dinero en efectivo de la cuenta corriente y de cajeros automáticos.

Papelitos no siempre hablan

El auge de las herramientas de edición y manipulación de imágenes también ha facilitado el viejo fenómeno de la falsificación de documentos de todo tipo, los que ahora son fabricados en la computadora, para posteriormente ser impresos e incluso manipulados para que parezcan más antiguos.

Según reconoce en un artículo sobre el tema de Internet y las falsificaciones el analista Francisco Canals, estas «constituyen todo un fenómeno social que ya se ha extendido al mundo académico, es el caso de “las fábricas de diplomas”, sitios web que permiten obtener una falsa titulación o licenciatura sin necesidad de invertir años de estudio».

El articulista explica que este timo digital se ha convertido en un negocio, con precios variables, según la calidad del diploma y el proveedor; y que muchas veces disponen hasta del logotipo falsificado de la universidad elegida, «con el fin de dotar de mayor credibilidad el falso documento».

Lo preocupante en estos casos es que muchas veces el empleador se fía más de los papeles que de comprobar la verdadera experticia de la persona que va a contratar, a quien solo se le exigen documentos y en raras ocasiones se le somete a un examen para saber su calificación real.

Esa realidad, a la cual no está ajena Cuba, ha generado no pocos casos de fraudes en títulos y diplomas, los cuales además de ser sancionados administrativamente también pueden llegar ante los tribunales, en dependencia del perjuicio real o potencial causado por los implicados.

Y a todo lo anterior súmele además que todavía los mecanismos de autentificación digital de documentos no son totalmente efectivos en muchos lugares, y muchas veces están poco o nada informatizadas las bases de datos de graduados, especialmente si estas ya tienen cierta cantidad de años o se trata de titulaciones más simples, como las de idiomas.

Por eso se sigue recurriendo a la verificación personal en los lugares que expiden este tipo de certificado, más lenta y engorrosa, y que además está sujeta a que exista y sea confiable la información, lo cual no siempre sucede.

Si bien es verdad que son cada vez más sofisticados los mecanismos usados por quienes falsifican identidades virtuales o trabajos de otros, o los que usan el mundo informático para fabricar documentos, diplomas o certificados; también lo es que los procedimientos usados para detectarlos deben seguirse mejorando.

Junto a ello, como sucede en otros países, Cuba debe avanzar para que se puedan solicitar y adquirir, vía digital, una serie de documentos debidamente certificados, y a su vez pueda comprobarse la validez de los emitidos o los que ya se tienen por esa vía.

En el mundo virtual, donde parece muy fácil que otro pretenda ser yo, casos como el del estafador portugués Artur Baptista da Silva quizá puedan repetirse… pero tampoco son tan difíciles de desenmascarar.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.