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¿Seremos invisibles?

Recientes investigaciones en el campo de la física y la nanotecnología han logrado recrear, todavía a escala de laboratorio, el viejo sueño humano de volver invisibles a los objetos

Autor:

Amaury E. del Valle
Capa mimética desarrollada por el japonés Susumi Tachi. Parece una idea extraída de múltiples películas de ciencia ficción o fantasía, pero lograr la «invisibilidad» de algunos objetos podría estar más cerca de lo que pensamos.

Al menos así lo han demostrado científicos de la Universidad de Berkeley, California, quienes presentaron recientemente un material óptico de tres dimensiones que refracta la luz de manera negativa, o sea, hace que los rayos luminosos «esquiven» a un objeto.

El logro, hijo de los avances en el campo de la física y la nanotecnología, se ha logrado apenas a escala de laboratorio, con la creación de materiales microscópicos que cambian la forma en que se comporta la luz.

No es extraño entonces que, según diversos despachos de prensa, detrás de los experimentos de los científicos norteamericanos estén los ojos y la billetera del Departamento de Defensa estadounidense, que han supervisado y dado dinero para estas investigaciones.

Los militaristas más soñadores creen, incluso, que con esta «invisibilidad» pudieran ocultar en un campo de batalla a tanques de guerra, aviones y hasta a los propios soldados.

Y no se trata solo de mirar al futuro, pues la iniciativa pudiera estar dando frutos en tiempo muy breve, ya que muchos de sus principios se estarían utilizando con el objetivo de volver «indetectables» para los radares a muchos dispositivos bélicos.

Metamateriales mágicos

El desarrollo de imágenes ópticas de altísima resolución, nanocircuitos de computadoras muy poderosas y hasta fantasías de ciencia ficción, como ocultar objetos ante el ojo humano, pudieran estar entre las «potenciales» aplicaciones de la «invisibilidad» alcanzada por los científicos de Berkeley.

Para esto sería necesario desarrollar a gran escala un «metamaterial» artificial que tuviera lo que los físicos llaman un «índice de refracción negativo», o sea, que curven a la luz de forma que no generan ni reflejo, ni sombras.

Los metamateriales, que aún hoy en día no tienen una clara definición conceptual, según consigna la Enciclopedia Virtual Encarta, se consideran como compuestos creados artificialmente los cuales tienen propiedades electromagnéticas inusuales, como consecuencia de la estructura periódica con la que fueron diseñados.

Así, por ejemplo, es posible crear diminutos metamateriales estructurados a nivel nanométrico (un nanómetro —nm— equivale a una milmillonésima parte de un metro 1 nm=1x10-9 m), que tendrían propiedades casi «mágicas», como las de curvar la luz.

En este caso, los expertos afirman que los metamateriales utilizados por ellos a escala nanométrica ya habían logrado aplicarlos en hacer invisibles a objetos de dos dimensiones, pues en 2006 consiguieron disimular un cilindro de cuero de unos diez centímetros «iluminándolo» con un rayo de microondas, frecuencia que el hombre no puede ver.

Ahora lograron lo contrario, desaparecer de la vista humana pequeños objetos en tres dimensiones, pero esta vez recubriéndolos con metamateriales especiales capaces de curvar la luz.

Refracción negativa

De cualquier forma, por el alto costo del experimento, su diminuta escala y lo mucho que falta en teoría y práctica sobre el tema, los investigadores son muy cautos al afirmar que falta mucho para lograr hacer invisibles a personas u objetos.

No obstante, el descubrimiento de metamateriales capaces de generar un índice de refracción negativa sí tendría una aplicación militar más cercana, afirma la BBC, pues podría utilizarse en revertir el efecto Doppler, el mismo que usan los radares.

Este fenómeno, llamado así por el austríaco Christian Doppler, quien primero lo enunciara en 1842, consiste en la variación de la longitud de onda de cualquier tipo emitida o recibida por un objeto en movimiento.

Por eso se utiliza tanto en los radares como en la investigación física e incluso astronómica, tanto para visibilizar objetos, como para calcular la velocidad a que estos se mueven y la distancia a la cual se encuentran.

Sin embargo, como sostuvo en declaraciones a la BBC el doctor en Física Alejandro Fainstein, de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Conicet, y profesor del Instituto Balseiro, si bien todo lo que tiene que ver con formación de imágenes tiene aplicaciones en la microelectrónica, y por ende estos metamateriales serían muy atractivos para desarrollar diversas aplicaciones, se mostró «escéptico en que funcionen para todos los colores, y suena extravagante decir que puedan hacer invisibles a objetos».

Fealdad mimética

Los estudios e incluso las fantasías sobre lograr la invisibilidad son un sueño muy antiguo del ser humano. Varias culturas del mundo, desde la griega hasta la hindú recrean leyendas sobre héroes que lograron sus propósitos gracias a mantos mágicos, y hasta existen cuentos populares que han recreado la estupidez de un rey que creyó en una tela mágica que solo él podía ver.

La literatura de ciencia ficción no se ha quedado atrás en este campo, desde el famoso libro El Hombre Invisible, de H.G. Wells, hasta tiras cómicas o los más recientes éxitos de la saga de Harry Potter. Y qué decir del cine o la televisión, que han hecho abundante cosecha de la «invisibilidad» en toda una serie de películas fantásticas o que recrean naves galácticas que «desaparecen» ante sus enemigos.

En el campo de la ciencia, sin embargo, aunque la historia no es tan remota, desde hace unos decenios varios físicos han experimentado en este terreno, buscando convertir en realidad lo que para muchos es apenas ficción.

En fecha más reciente, a comienzos de la década de 1990, el ingeniero estadounidense Richard Schowegerdt fundó el llamado «Proyecto Camaleón», que buscaba la invisibilidad pero aprovechando los progresos de la electrónica, la informática y los microcomponentes para realizar nuevos tipos de camuflaje.

Su «traje mimético electro-óptico», patentado en 1994, se inspiraba en la capacidad de algunos animales de asemejarse a su entorno natural para eludir a los predadores, y consistía de una pantalla digital extremadamente delgada sobre la que se reproducían con un complicado sistema de cámaras las imágenes del ambiente que estaba detrás del objeto o persona.

Esta iniciativa de confundir objetos o personas con el medio en que estén fue retomada, por instancias de la Agencia Aeroespacial de Estados Unidos, por los investigadores Philip Moynihan y Maurice Langevin, quienes transformaron la pantalla rígida ideada por Schowengerdt en una red de micropantallas en las que se insertan sensores activos que funcionan como videocámaras.

Así, estas diminutas cámaras, comunicadas por cables de fibra óptica y controladas por una minicomputadora central, pueden proyectar el ambiente alrededor y «mimetizar» a un objeto o persona.

Poco después, un ingeniero de la Universidad de Tokio, Susumi Tachi, se hizo famoso en todo el mundo al efectuar la primera demostración mundial del «mimetismo óptico» gracias a un complicado sistema de videocámaras, visores y superficies retrorreflectoras que pueden transformar un impermeable en una especie de ventana, a través de la cual es posible ver lo que está detrás.

En estos casos, la idea difería un tanto de lo realizado por los investigadores que han desarrollado los metamateriales especiales, aunque ambas confluyen en su aplicación, tanto en el campo militar o del espionaje, el cual se ha mostrado muy interesado en el tema.

Lograr sustancias «invisibles» o al menos tecnologías que sean capaces de «mimetizar» objetos y personas, podría ser muy importante para la medicina, la investigación científica de especies en su hábitat natural, y hasta para la arquitectura, que podría revolucionar los conceptos de diseño de edificaciones, haciéndolas más amigables con el entorno, y hasta, quién sabe, lanzar un manto invisible sobre aquellas que hoy afean las ciudades.

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