La serie televisiva The Knick (Hospital Knick), refleja el momento de una gran revolución de la medicina en New York
Anclada en el Nueva York de 1900, The Knick (Hospital Knick), la serie de época de Steven Soderbergh, no sigue el camino de otras muy populares al estilo de Grey’s Anatomy, House, Urgencias o Chicago Med, quizá la razón por la cual no consiguió atrapar a la teleaudiencia con idéntica sagacidad que sus compañeras, aunque no la excluye del listado de las entregas más sobresalientes de Cinemax en los últimos tiempos.
Y no obstante, la cadena de televisión por cable estadounidense propiedad de HBO no se atrevió a darle más de dos temporadas de vida a este drama altamente evaluado por la crítica, cuyo último capítulo acaba de ser transmitido por el Canal Educativo. «A pesar de nuestro orgullo y afecto por la serie, así como nuestro respeto y gratitud por Steven Soderbergh y su equipo, hemos decidido devolver a Cinemax su programación original para el prime time de series dramáticas de acción de alto voltaje, muchas de las cuales serán coproducidas internacionalmente», fue la justificación que Kary Antholis, presidente de programación y responsable de miniseries, le dio a The Hollywood Reporter.
Estrenada en 2014, el elenco lo encabeza otra celebridad, Clive Owen, quien interpreta al genial doctor John Thackery, jefe de cirugía del hospital Knickerbocker, todo un innovador en cuanto al uso de técnicas quirúrgicas, pero incapaz de desengancharse del opio y de la cocaína. Un personaje que el actor británico muestra todo el tiempo provocativo, peligroso, arrogante..., según sus propias palabras. Fue así como lo diseñaron Jack Amiel y Michael Begler, los creadores de esta obra y responsables de los guiones junto a Steven Katz.
Sin embargo, The Knick no deja de ser una serie coral y es que definitivamente el centro de todo es el hospital Knickerbocker, una institución que existió en Harlem hasta 1979; su historia y las situaciones en las que se ven envueltos doctores, enfermeras, monjas, conductores de ambulancias, pacientes, benefactores, directivos corruptos, negociantes, gánsteres...
Aunque algunos expertos en el tema aseguran que hay no pocos anacronismos en Hospital Knick, no deja de ser irresistible ese acercamiento a un momento en que la medicina experimentaba una gran revolución, los albores de la medicina moderna (la ambientación resulta brillante), mientras los cambios sociales llegaban a cuentagotas. No obstante, sus realizadores informaron que esta ficción se inspiró en la provechosa existencia del galeno estadounidense William Stewart Halsted. De ella bebió uno de los principales de Closer y Sin City para hacer creíble el atractivo personaje que le propusiera el director de las premiadas Sexo, mentiras y cintas de video, Erin Brockovich y Traffic, al punto de que no pudo resistirse y dio el gran salto hacia la televisión, siguiendo el ejemplo de otras estrellas cinematográficas (solo al principio de su carrera participó en la serie Chancer). «Estaba tan bien escrito» que Clive Owen logró una actuación por la cual fue nominado a los Globos de Oro y a los Emmy.
Pero si importante es el rol del doctor John Thackery en esta propuesta que conquistó un Emmy al mejor diseño de producción en 2015, no menos valía tienen tanto el cirujano negro Algernon Edwards (André Holland), obligado a luchar contra fuertes prejuicios raciales y de clase, como los que evidencia su colega, el doctor Gallinger (Eric Johnson), tan convencido de que a él le asisten todos los derechos debido a su rubísima piel; o como el doctor Bertie Chickering Jr. (Michael Angarano), aprendiz y protegido de un maestro que lo irá desilusionando con empeño en la misma medida que ve perdiendo los límites de la ética y moral.
Lo mismo habría que decir de Cornelia Robertson (Juliet Rylance), hija del principal benefactor del hospital, quien deberá enfrentarse a abusos y convenciones sociales; Herman Barrow (Jeremy Bobb), el fraudulento administrador y rey de la doble moral; la interesante enfermera Lucy Elkins (Eve Hewson), con sus «atrevimientos» en una sociedad tremendamente conservadora; Tom Cleary (Chris Sullivan), el conductor de ambulancias con olfato para los negocios turbios; la hermana Harriet (Cara Seymour), monja que dirige un orfanato y por su actos se las verá con la justicia...
Todos estos complejos personajes son defendidos, sin excepción, de un modo más que convincente, empezando por el antihéroe de Clive Owen, tan preocupado por salvar vidas, pero imposibilitado de sostener a buen recaudo la suya propia, con ese camino de autodestrucción que elige con sus adicciones. Sin embargo, hay una realidad: más allá de las investigaciones clínicas que guían la narración, al final poco sabemos de sus motivaciones, de sus historias personales, lo cual tal vez explique por qué una serie de elevada calidad como The Knick no lograra ganarse la simpatía de los televidentes. ¿Habrá sido por el exceso de sangre o de violencia de las imágenes? No lo creo, no en estos tiempos.
En esta producción igual se disfruta sobremanera el retrato realista que se hace de la Nueva York que recibe el siglo XX, donde están a la orden del día la segregación racial (aquí hay racismo de todo tipo), la corrupción política, la discriminación de la mujer, el fanatismo religioso, la doble moral y la hipocresía, las prácticas indebidas en centros hospitalarios y sanatorios mentales... La música electrónica creada por Cliff Martínez, que pudiera parecer tan inapropiada para una serie de época, aquí no solo tiene la función de acentuar situaciones, sino además la de recordarnos que a pesar de los evidentes avances científicos que nos han traído hasta la actualidad, todavía existen duras realidades que no han cambiado demasiado.
Sin duda, el trabajo de Steven Soderbergh, también productor ejecutivo, fue ejemplar. Su huella aparece en todo: en la dirección de los 20 capítulos, lo cual le otorga a la serie una coherencia notable; en la exquisitez de la fotografía; en la edición precisa y sugerente. Es una lástima que este realizador-orquesta y los guionistas no consiguieran convencer a Cinemax de renovar la serie por dos temporadas más, con un nuevo reparto y un salto en el tiempo hasta la década de 1920, porque a The Knick le quedaba aún mucho que contar.
The Knick y producir la adaptación de su película The Girlfriend Experience para Starz fueron los primeros proyectos que emprendió Steven Soderbergh después de anunciar que abandonaba el cine. En diversas entrevistas el cineasta aseguró que en esta serie quiso rendir homenaje a grandes directores. Sobre todo en la segunda temporada en la cual se hacen evidentes las influencias que ha recibido de filmes como Campanadas a medianoche y El proceso, de Orson Welles.
Esta serie televisiva ha sido criticada por anacronismos presentes en la trama, como el tráfico de cadáveres llevado a cabo por los conductores de ambulancias, pues la ciudad de Nueva York estuvo entre las primeras en disponer de una estricta legislación que penalizaba estas acciones; la presencia de un cirujano negro en un hospital de la Gran Manzana, y el uso terapéutico de la cocaína y de la anestesia epidural. También se echa de menos la presencia de los guantes de goma en las operaciones, inventados por el doctor Halsted en 1889, el mismo que inspiró al personaje del doctor John Thackery.