Los enigmas de la Rosa de Marfil, el segundo libro conocido del joven y prometedor autor Maikel José Rodríguez Calviño es de esas historias que se apuran de un tirón y que nos dejan con el dulce sabor de haber sido personajes literarios nosotros mismos
Al mundo de los libros cubanos para niños, adolescentes y jóvenes se asomó, hará unos tres años, un joven autor que desde el primer momento asombraba a todos por su ingenio creativo y desbordante imaginación, además de la calidad de sus textos que le hacen un consagrado en eso de comunicar a los demás las ideas que viajan entre las páginas de un libro.
Con Puertas de papel y los cuentos que integraron este volumen premiado en el Concurso La Edad de Oro, Maikel José Rodríguez Calviño se anunciaba como una nueva promesa en el mundo de la página impresa. Si bien, de una parte, en aquellos cuentos el joven Maikel hacía gala de su conocimiento del mundo literario, al hilvanar sus argumentos y personajes con toda una serie de situaciones y figuras del canon universal, ya también se demostraba inquieto por acercarse a los principales problemas contemporáneos que enfrentan niños, adolescentes y jóvenes, para de alguna manera llamar la atención sobre ellos y hacernos pensar en el modo de resolverlos.
La novela Los enigmas de la Rosa de Marfil, su segundo libro conocido (y ya publicado en la colección Veintiuno, de la Editorial Gente Nueva), nos revela a un autor más maduro, lleno de inquietudes y a la vez un fabuloso dómine de las técnicas narrativas que marcan la literatura juvenil contemporánea. No en balde, esta obra merecería el Premio La Rosa Blanca de la Sección de Literatura Infantil, de la Asociación de Escritores Cubanos, como mejor texto de 2014.
Maikel José Rodríguez Calviño juega con unos pocos personajes en un ambiente de tensión y misterio, de ocultamiento de identidades, de medias palabras y mensajes cifrados, que mucho deben agradecer al policial tan magistralmente desarrollado en su creación por Agatha Christie y otro tanto a las historias del italiano Carlo Frabetti.
El mérito de Maikel, sin embargo, es que él tiene una voz propia, una voz que, como las malditas sirenas del mar Egeo que tanto acosaban a Ulises y a sus hombres, con sus palabras y con el mágico hilo de una trepidante narración, todo el tiempo seduce al lector más dócil y asimismo al lector más insumiso, un lector que desde la primera página ya intuye resignado que no podrá abandonar este libro, pues de hacerlo perdería detalles importantes, escenas emocionantes, un desenlace más lleno de preguntas que de respuestas.
El trazado sicológico de los personajes principales y de los episódicos de Los enigmas... está tan bien hecho, que uno cree conocerlos de siempre y se identifica con todas sus acciones, incluso las negativas, lo cual los hace más creíbles, humanos y contradictorios ante nuestros ojos.
Un hábil dramaturgo de las emociones como lo es Maikel consigue llevarnos por una historia que tiene sus mudas constantes y sus cajas chinas sepultadas en recuerdos y enigmas del pasado que apenas se nos van develando poco a poco y en la medida en que vamos conociendo mejor a Gabriela, sus objetivos, su búsqueda y aquello que la guía detrás del enigma de la Rosa de Marfil.
El ritmo que confiere a su narración se me antoja como una composición musical, donde los tonos se van graduando a capricho y van in crescendo para crear un corpus final en el que, cuando pretendemos descansar de tanta tensión, caemos en otro abismo de incertidumbre.
Con toda intención he omitido cualquier comentario que revele los intríngulis de la complicada trama de Los enigmas de la Rosa de Marfil, porque este es de esos libros de los cuales no se puede brindar detalle alguno so pena de traicionar al lector revelándole algún aspecto crucial.
Simplemente agregaría que este se abre con expectación y se cierra dejándonos la remota conciencia de que aún queda mucho por leer dentro de sus páginas, que no todo está dicho ni entendido, ni apenas vislumbrado, pues la trama de su historia es como un abismo de profundas simas que todo el tiempo amenazan con llevarnos hasta lo más desconocido.
El lector se sentirá congratulado de leer esta novela, con independencia de su edad, conocimientos, vivencias o gustos, porque es de esas historias que se apuran de un tirón y que nos dejan con el dulce sabor de haber sido personajes literarios nosotros mismos, haber viajado entre estas páginas en pos de una trepidante aventura llena de misterio y emoción, haber sufrido, haber amado y, sobre todo, haber sentido una intensa inquietud y en algunos instantes, hasta el más pavoroso terror ante lo desconocido.
Solo me quedaría decirles que debemos seguir con entusiasmo, vehemencia e interés la obra de Maikel, porque él es de esos narradores inteligentes, cultos, aventurados y sensibles que siempre tiene algo nuevo que decirnos.