Ayer Lucía volvió a sonreír. La risa le vino de pronto, mientras hablaba con una vecina sobre las vicisitudes de los últimos días, con esa habilidad única de los cubanos de sonreírles a los problemas.
Era, quizá, la forma en que esta mujer le demostraba a la furia de la naturaleza —días después—, que con este pueblo no hay quién pueda. Su casa se inundó con el paso del huracán Melissa como hacía rato no pasaba. Ella, vecina de un río, sufrió en carne propia el deseo de este de entrar por cualquier sitio o rendija. A pesar de eso, estaba viva.
Han pasado varias semanas del azote de este ciclón que arrasó con tanto, y la provincia de Holguín, como Lucía, también vive gracias al trabajo de sus hijos y también de los hijos de Cuba, quienes lo dejaron todo y aún sin descanso trabajan por verla levantarse completamente.
De verdad que reconforta saber que hay muchas personas a las que les
importa ver bien a tu tierra. No han sido jornadas fáciles ni mucho menos. Horas de trabajos y sacrificios para lograr avanzar en la recuperación de manera eficaz, siempre pensando en el bienestar de una población que espera ansiosa por volver a sentir que su vida es normal, a pesar de que la mente no olvida un evento meteorológico sin precedentes.
Lucía y el pueblo todo han visto cómo miles de personas, instituciones y organizaciones han demostrado su solidaridad al enviar donativos para las familias afectadas.
Alienta ver el rostro de quienes lo perdieron todo, o casi todo, y hoy continúan recibiendo las voluntades y los esfuerzos de sus compatriotas, pero también de otras regiones del mundo. Cualquier detalle, por pequeño que parezca, marca la diferencia.
Esta holguinera se emocionó mucho cuando escuchó por la radio la historia de Mariannis, una quinceañera que pensó que todo estaba perdido al pasar su onomástico en las labores de evacuación; sin embargo, la FMC y otras organizaciones estatales y no estatales se empeñaron en que la joven viviera su fiesta. El resultado fue hermoso: un centro de evacuación que devino escenario perfecto para bailar un vals.
Había leído también sobre algo parecido en Las Tunas, y tenía la certeza de que los responsables de los centros donde se albergaban a los evacuados harían todo lo posible para devolverles la sensación de hogar, ese que el huracán se llevó con sus vientos.
Cuba se resume en la voluntad de sus hijos, una nación que, a pesar de los problemas, nunca olvidará a los suyos. Melissa nos ha dejado muchas enseñanzas, pero la principal es la importancia de valorar nuestra existencia en este mundo. Hay que sonreír, Lucía, porque ¡estamos vivos!