Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Metamorfosis del oportunismo

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Al interior de una sala frívola y oscura, Gregorio Samsa representa la sensación extrema de deshumanización. Fue él un personaje ficticio que Franz Kafka catapultó en su magistral obra La metamorfosis como un ser incomprendido luego de convertirse en insecto.

En ese epicentro de trasformaciones drásticas y novelescas, aparentemente absurdas, descansa el drama familiar, social y las distintas lecturas que siguen reproduciéndose hoy en la cotidianidad.

Sin embargo, hay quienes desde sus espacios lúgubres parecen querer simular el realismo mágico de Kafka, aunque con un mensaje inverso. La mayoría de estos «desdichados» ni viven encerrados, precisamente, como animales rocambolescos, ni son seres incomprendidos por la sociedad. Eso sí, tienen la facilidad camaleónica de aparentar frente a los demás lo que no son.

Contrario a lo que pretende mostrarnos el escritor checo en su novela, la metamorfosis encarna otros dilemas humanos que parten también de las apariencias. Tras la piel indefinida a la vista de todos, carente de pureza moral, yace en ocasiones el ruin sentido del oportunismo.

Quien oculta en el grueso traje de la indecencia su verdadero rostro es hijo del pensamiento más codicioso y de la ambición. Fingir por conveniencias o para preservar determinado estatus solo argumenta la miseria del alma. Ese es el tipo de metamorfosis que se repudia y hasta condena, sobre todo, cuando viene cargada por la mala intención y el desafuero a las ideas.

La simulación hace un daño gigantesco en cualquier esfera, porque se trata de acciones que vienen acompañadas tanto por la pasividad como de los extremismos, y que lejos de ser resolutivas y eficientes han sido, más que todo, el mayor freno a las ideas trasformadoras e innovadoras que demandan ciertos espacios colectivos.

¿Cuántos personajes así no hemos conocido a lo largo del tiempo? Por suerte, no son mayoría. Pero cada parte de los que se mantienen en la cuerda «romántica» de ocultar su verdadero rostro punzan el tejido coherente de la sociedad, lo dañan.

Para que haya mundo y humanidad, dice el trovador, tiene que haber de todo. Ciertamente el oportunista camuflado es un personaje que ha existido en todas las épocas y lugares, ya sea en la esquina del barrio, tras un buró o vistiendo de traje y corbata.

De eso también va la vida, de saber identificar aquellos que, con pieles camaleónicas, intentan mofar y se venden a los demás con ideas y criterios que no sienten. La propia Revolución ha demostrado con la historia que no tolera la metamorfosis moral ni la traición.

A nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, diría el historiador Eusebio Leal en una de sus últimas entrevistas, le gustaba todo menos el engaño y la simulación. Y es que la enfermedad del provecho y la doble moral puede llegar a ser más peligrosa que un enemigo declarado abiertamente.

Quienes cubren entre disfraces las verdaderas intenciones encarnan la carencia de ideales, la pérdida de valores y del respeto propio. La metamorfosis kafkiana habla de la deshumanización como ese elemento que nos rodea con frecuencia, pero, ¿no es acaso deshumano y desleal el oportunismo?

 

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