Claudia Sheinbaum ha hallado el edificio de la IV Transformación erigido sobre bases sólidas hasta un primer piso. Pero ello no restará esfuerzos para cumplir su compromiso de levantar la segunda planta.
La renuencia de altos magistrados y otros funcionarios del poder judicial a acatar la ya decretada reforma en ese sector, sigue siendo utilizada para tratar de abrirle huecos al suelo. Aunque no vociferen sus diatribas esos representantes de la oposición política y empresarial que por debajo cuestionan sus decisiones, basta leer los titulares de cierta prensa e, incluso, los comentarios de escepticismo de cibernautas que la votaron y fueron ardientes defensores de su elección —a alguno lo conozco— para percatarse de que, todavía tímida, se asoma una campaña en su contra.
Es una pena que ciertas mentes sean así penetradas por quienes intentan hacer creer que las decisiones asumidas perjudicarán el tratado de libre comercio vigente desde 1994 con Estados Unidos y Canadá —el TLCAN que modernizado ahora se llama T-Mec—; o que las líneas estratégicas de la Transformación perjudicarán la economía… Los resultados al terminar el mandato de Obrador dijeron todo lo contrario.
Claro que el sólido respaldo popular que heredó de la gestión de AMLO, abonado por el propio prontuario de Claudia como activista social en su juventud, militante morenista, académica, y su entereza de mujer delicada y dulce pero decidida que le ha ganado aún más adeptos, están incólumes y garantizan un sólido valladar dispuesto a acompañarla y protegerla.
Ese haz popular, y la mayoría con que cuenta Morena en ambas cámaras del Congreso, son decisivos para continuar una gestión que transita ahora por importantísimas etapas como esta de instaurar las reformas constitucionales previstas desde las postrimerías del mandato de Obrador.
La reforma judicial y la energética —también ya aprobada— están, en mi opinión, entre las trascendentales. La primera será indispensable para el enfrentamiento de una violencia de décadas y frente a la cual, también, ya quieren exigírsele resultados a la mandataria, pese a que apenas ha cumplido un tercio de los icónicos primeros cien días en el poder en que se evalúa a todos los jefes de Estado.
La segunda es requisito sine qua non para seguir desmantelando las medidas neoliberales impuestas por gobiernos anteriores al de AMLO, garantiza más soberanía al proteger una industria principalísima, y asegura un servicio eficiente con precio asequible a la población.
Mas no son esos los únicos desafíos. La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos exhibe desde ya que Sheinbaum precisará de toda su firmeza y pericia para defender las soberanas decisiones de su país sin lastimar un ápice las relaciones de respeto en todos los sentidos —y sin perder cordialidad—, que México ha logrado mantener con su poderoso vecino durante el último sexenio.
El drama de la migración ilegal, que tan de cerca toca a esa nación no solo como emisora sino, sobre todo, como paso obligado de los centroamericanos y caribeños que buscan mejores destinos en el Norte, le sigue imponiendo lidiar con el asunto.
Sin asumir la presidencia, Trump repite ya las «exigencias» en forma de chantaje que lanzó a Obrador para convertir a México en el muro de contención de un fenómeno que, como acaba de reiterar la Presidenta, tiene su origen en la pobreza. Por tanto, no se resolverá con violencia.
Usando el comercio bilateral —importante llave de la economía— como clavija, Trump ha vuelto a amenazar con elevar los aranceles a los productos mexicanos que llegan a los mercados estadounidenses, si la frontera común no deja de ser «porosa».
Hace seis años, Obrador respondió con un tratamiento humano a los indocumentados que arribaban a su frontera norte, a quienes dio protección mientras «gestionaban» la entrada «arriba». Al mismo tiempo, implementó en México programas sociales para dar empleo a los jóvenes en el campo y disuadirlos de escoger el éxodo, experiencia que aportó a los vecinos del istmo.
De Sheinbaum se espera que sostenga la misma política, más perentoria frente a un homólogo que acaba de amenazar con deportar a familias enteras de indocumentados. Así lo corrobora el reciente nombramiento de Tom Homan, ex jefe interino de la Agencia de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU. y conocido como el nuevo «zar de la frontera», encargado además de la seguridad marítima y aérea.
Existen imágenes que lo retratan y evitarán describirlo para que se le recuerde: los niños hijos de ilegales encerrados en jaulas mientras sus padres eran deportados, fueron idea suya. De momento, Sheinbaum ha respondido que protegerá a sus compatriotas. ¡Bravo por la Presidenta!