Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lo que Oscar no derribó

Autor:

José Alejandro Rodríguez

En medio de tantos infortunios y carencias que sufre Cuba en los momentos más duros de la Revolución, un huracán efímero y engañoso inundó y desmanteló con sus fieras aguas el extremo oriental de la Isla, confabulado con el gran apagón del sistema eléctrico nacional en crisis.

Los cubanos, expertos en sobrevivirlo todo y entrenados en resistencias, vaya a saber de dónde nos brota la raíz numantina que nos convierte en uno solo para compartir las penurias del que más sufre. Es como un instinto histórico, una extraña condición gregaria que no se doblega. ¿Responderá al punto de sazón tan picante de ese ajiaco, al cual aludió el sabio Don Fernando Ortiz para intentar explicarnos a nosotros mismos?

Cuba transida de problemas no olvida a sus hijos del indómito Levante: San Antonio del Sur, Baracoa, Imías y Maisí, con sus caminos trucidados, las paredes derribadas y todo lo que el viento se llevó. El desenfreno contagioso de la generosidad desde cualquier rincón del país, para restablecer la luz, repartir los panes y los granos de arroz. La actual recolección popular en cada barrio e institución, de todo lo que fuera necesario para paliar tanta pérdida.

Uno se pregunta qué estatura sentimental ha alcanzado este pueblo cuando observa cómo, en un país lacerado por tanta escasez, de súbito la gente se despoja del magro alimento, y hasta de medicamentos faltantes para hacerlos llegar a alguien que nunca conocerás, y estará también usando tu ropa, protegiendo a su bebé del frío con tu manta o hasta leyendo tus libros.

Algún día habrá que levantarle un monumento a la bondad y la nobleza del pueblo cubano, que siempre ha partido en dos su bocado escaso, y dona su sangre, o arriesga su vida por salvar cual trofeo las de ancianos y niños atrapados en la catástrofe. ¿De dónde nos viene esa expansión del yo en ellos? ¿A qué responde esa súbita entrega sin fronteras ni condicionamientos? ¿Acaso de nuestro genoma, irrigado por la sangre de nuestros próceres y héroes, y de tantos anónimos y desconocidos que nos abrieron los caminos?

Los saldos del huracán Oscar han revelado, una vez más, que el recurso más poderoso de este país es su pueblo magnánimo, aunque haya malnacidos siempre. Y un pueblo así, que tanto se entrega, merecerá siempre, y lo exigiría de no aflorar, todo el respeto y la consagración de sus servidores. Porque de él salieron y a él tendrán que ascender cada día, como a la espina dorsal que sostiene a esta nación en las buenas, en las malas y hasta en las peores.

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