Hace varios años propusimos, desde Bayamo, que cada 20 de octubre, a una misma hora, los cubanos cantáramos juntos La Bayamesa, la marcha guerrera compuesta por Perucho Figueredo que luego se convirtió en Himno Nacional.
La idea no pretendía convertirse en decreto ni en un acto de formalismo, sino en una invitación a vigorizar un símbolo que hasta ese momento no parecía haber generado una tradición.
Buscaba lo que han logrado otros países cercanos y lejanos: que la interpretación del himno en una fecha cumbre hiciera nacer un ritual patriótico y estremecedor, una conmemoración sentida, una reverencia masiva a algo sagrado.
Por suerte, algunos siguieron la sugerencia, la impulsaron, la divulgaron, y cada 20 de octubre, a las ocho de la mañana, entonan el canto patrio, ese que se estrenó públicamente después de la entrada triunfal del Ejército Libertador a la actual Ciudad Monumento y de haber colocado en la plaza Isabel II el cartel de «Plaza de la Revolución».
De manera particular en Bayamo un grupo de artistas creyó que no solo hacía falta cantar el himno, sino también enseñarlo, porque en los preparativos de la celebración de cada año salió a relucir que algunas personas, desde jóvenes hasta adultos, no dominan la letra, se equivocan, se pierden. Y otro segmento lo entona con desgano, apenas lo susurra.
Ese afán de mejorar la interpretación debería extenderse a lo largo del país, aunque algunos lo vean como un asunto menor. Bien sabemos que la primera condición para cavar la tumba de un símbolo es empezarlo a ningunear o a minimizar.
Volviendo a la propuesta inicial, algunos ni se han enterado. Y ese es uno de los móviles de estas líneas, nacidas a menos de un mes del 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana: reafirmar la idea de que alguna vez millones podemos cantar al unísono el Himno Nacional.
Qué hermoso sería que en nuestras plazas, escuelas, viviendas y centros laborales, muchos, al mismo tiempo, digamos con emoción: «Al combate, corred, bayameses...». Y mucho mejor sería si la radio y la televisión, unidas, ayudaran a la amplificación de la inmortal pieza de Perucho.
Tal vez este año —cae domingo el 20 de octubre y estamos viviendo una dura crisis— las condiciones no permitan realizar el sueño a lo grande, pero podemos empezar a concretarlo. No depende de factores externos y sí de nuestra voluntad.
Nunca deberíamos olvidar que ese himno es más que el compendio de dos estrofas. Nació teñido de la sangre y el sacrificio de aquellos patricios fundadores, capaces de dejar comodidades y lujos con tal de buscar la libertad.
Al respecto, retomo un concepto que plasmé en estas páginas en marzo de 2023: esos padres de la nación, entre los que figura en lugar muy alto Pedro Figueredo Cisneros, merecen que nuestro himno sea respeto, emoción... fulgor.