Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Corromper el delito

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Un hecho delictivo y de corrupción salpicó de nuevo la palestra de nuestros medios de comunicación hace pocos días. Se trataba de un caso áspero e intolerante en Guantánamo, donde el afectado directo resultó, como casi siempre pasa en estos casos, el pueblo. Lamentablemente, no es la primera vez que suceden estos delitos de alta envergadura, con un desfalco que incluyó la extracción de más de siete millones de pesos en productos que nunca llegaron a su destino.

Frente a la ética invariable de la Revolución, están quienes intentan hoy probar, como esos involucrados en la más oriental de nuestras provincias, las mieles inmorales y detestables de la corrupción. Son los mismos individuos que minan desde dentro la confianza, la traicionan y se creen luego impunes frente a nuestras leyes para terminar obrando con total vanidad.

Algunos opinan que los tiempos de crisis exacerban el flagelo, lo alimentan cual caldo de cultivo. Y es cierto. Sin embargo, tampoco podemos escudarnos en simples motivos. Están los que se corrompen al sentir el manejo de recursos en sus manos, o el que eleva su ego malversando las necesidades imperantes.

Se trata de un tema muy serio al que el próximo Pleno del Comité Central del Partido, que tendrá lugar este viernes y sábado, le dedicará parte de su agenda. Analizar la prevención y el enfrentamiento a la corrupción, el delito, las ilegalidades y las indisciplinas sociales es una señal inequívoca de la importancia que le sigue prestando la máxima dirección partidista y gubernamental al asunto.

Mientras realizaba entrevistas sobre el tema hace pocos días, un joven me contestaba: en los pueblos y municipios la gente sabe, por lo general, quién se mueve raro, en franca referencia a quienes negocian los principios desde sus puestos, engordan sus bolsillos y le abren una herida profunda a la economía de este país que resiste contra viento y marea la guerra comercial y financiera más prolongada que se conozca: el bloqueo estadounidense. La propia contralora general de la República, Gladys Bejerano Portela, ha alertado en varias ocasiones que estos hechos delictivos son mayormente crónicos a nivel de base.

De ahí que es fundamental afincar el oído en esas instancias al pueblo, como mismo ha educado históricamente nuestro Partido. Quién puede dudar de que el primer filtro para detectar los hechos en cuestión sean las masas, el obrero o la gente de a pie. Cuántas veces de la opinión popular no han salido certezas indiscutibles, denuncias incuestionables.

Por ello nunca podemos subestimar desde el barrio las rendiciones de cuenta al delegado, por ejemplo, en el propósito de avanzar hacia un control popular más eficiente, sobre todo, ahora que nuestra economía posee mayor pluralidad de actores.

Sería ingenuo pensar en este contexto que el flagelo se reduce solo a las empresas o centros estatales. Recordemos que, incluso, se ha comprobado durante investigaciones la creación de algunas pequeñas y medianas empresas privadas que fomentaron su capital sobre la base de ilegalidades o bajo el previo guiño a la corrupción.

A ello debemos sumarle hoy el encadenamiento nefasto entre distintos actores, y no me refiero precisamente al que tanto bien le haría a la economía cubana, si no a aquel que predomina con el síndrome del «resolvismo», o sea, «tú me resuelves y yo te resuelvo bajo cualquier concepto».

La voluntad del país es clara y precisa en lo referente al delito de malversar y violar valores fundamentales: ser intolerante. En tiempos tan duros, en los que todos (pueblo, gobierno, proyecto social) hemos tenido que reinventarnos para salir adelante, la corrupción no podrá tener otra respuesta que el rechazo unánime y la severidad de la ley. La Revolución está cimentada bajo principios morales y éticos sólidos, y eso no lo puede mancillar nadie.

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