Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Carta a los jóvenes internautas

Autor:

Frei Betto

Sé que pasan largas horas con la computadora y/o el celular, que navegan a bordo de todas las herramientas disponibles. No los envidio. A su edad me iniciaba en la militancia estudiantil y me inyectaba utopía en vena. Ya había leído la obra de Monteiro Lobato y me adentraba en la de Jorge Amado, comenzando por Capitanes de la arena.

La televisión no me atraía, así que después de comer me juntaba con el grupo del barrio para entregarme a las emociones de las fiestas juveniles o me sentaba en la mesa de un café con mis amigos para hablar del Cinema Novo, el bossa nova —porque todo era nuevo— o las obras de Jean Paul Sartre.

Sé que internet es una inmensa ventana al mundo y la historia, y suelo parafrasear que Google es mi pastor, ninguna información me faltará…

Lo que me preocupa de ustedes es la falta de síntesis cognitiva. Al ponerse frente a la computadora o quedar presos del celular reciben una avalancha de informaciones e imágenes, como la lava de un volcán que se precipita sobre una aldea. Sin claridad acerca de lo que realmente les interesa, no logran transformar la información en conocimiento y el entretenimiento en cultura.

Revolotean por numerosos sitios, mientras su mente navega a la deriva como un bote sin remos echado al capricho de las olas.

¿Cuánto tiempo pierden recorriendo sitios de conversación insulsa? Sí, es bueno intercambiar mensajes con los amigos. Pero al menos conviene tener qué decir y qué preguntar. Es excitante circular por los corredores virtuales de personas anónimas acostumbradas a jugar a los escondites.

¡Cuidado! Esa muchacha o aquel joven que los fascina con su palabrería picante tal vez sea un viejo pedófilo que, oculto tras el anonimato, se disfraza de beldad.

Desconfíen de quien no tiene nada que hacer excepto atrincherarse hora tras hora en la digitación compulsiva a la caza de incautos que se dejan embaucar por mensajes eróticos.

Hagan un buen uso de internet. Utilícenla como una herramienta de investigación para profundizar sus estudios, visiten los sitios que emiten cultura, conozcan la biografía de personas que admiran, aprendan la historia de su equipo deportivo preferido, vean las increíbles imágenes del universo captadas por el telescopio Hubble, escuchen sinfonías y música pop.

¡Pero no descuiden la salud! El uso prolongado de la computadora o el celular puede causarles lesiones por el esfuerzo repetitivo de las manos y hacerlos sedentarios y obesos, sobre todo si al lado del teclado mantienen una botella de refresco y un paquete de papas fritas…

Cuídense la vista, aumenten el tamaño de las letras, descansen los ojos periódicamente con un paisaje que no sea el que exhibe el monitor o la pantalla del celular.

Y presten atención: nadie da nada en balde. No se engañen con la idea de que la computadora o el celular solo les cuesta el precio del consumo de energía eléctrica y las mensualidades del proveedor y del acceso a internet. Lo que mantiene en funcionamiento la máquina desde la que divulgo este artículo es la publicidad. ¡Fíjense cómo hay anuncios en todas las esquinas! Son ellos los que sostienen Google, las noticias, Wikipedia, etc. Es la contaminación consumista que mordisquea nuestro inconsciente.

No se dejen esclavizar por la computadora y el celular. No permitan que les roben su tiempo de descanso, de lectura de un buen libro (de papel, no virtual), de convivencia con la familia y los amigos. Sométanlos a su calidad de vida. Háganlos funcionar solo a determinadas horas del día. Venzan la compulsión que provocan en muchas personas.

Y no se dejen engañar. Nunca una máquina será más inteligente que el ser humano. Contiene millares de informaciones, pero no sabe nada. Es capaz de vencerlos en un torneo de ajedrez… porque alguien semejante a ustedes y a mí la programó para jugar. Exhibe los mejores filmes y nos permite escuchar la música más emocionante, pero nunca se deleitará con el amplio menú que nos ofrece.

Si prefieren las máquinas a las personas y las usan como refugio de su aversión a la sociabilidad, deben consultar a un médico. Porque su autoestima está por el suelo. O llegó a los cielos y creen que nadie está a su altura, así que mejor estar solos.

En cualquiera de los dos casos están siendo canibalizados por la computadora y/o el celular. Y poco a poco se transformarán en seres meramente virtuales. Lo que no es una virtud. Antes bien, es la demostración de que ya sufren de una enfermedad grave: el síndrome del onanismo electrónico.

(Tomado de Cubadebate)

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