Otra campaña sucia, irresponsable y mezquina se teje desde las redes sociales contra la Revolución Cubana. Impotentes ante la capacidad de resistencia de un pueblo que defiende y empuja hacia adelante su proyecto social, los que ordenan desde la distancia, pero carecen de valor para dar la cara, gestionan ahora nuevas operaciones en las que el centro de atención son los niños y jóvenes cubanos.
Con mentiras y la promesa de un futuro mejor, dinero en mano, se acercan a ellos y les proponen cualquier tipo de
acción encaminada a tratar de destruirnos como nación, a crear el caos y elevar los niveles de estrés que de por sí solo genera la presencia de la COVID-19.
La inocencia propia de una edad en la que el papel de la familia es fundamental se convierte en blanco fácil para quienes incitan a cometer actos vandálicos que ponen en peligro la vida. Como si no bastara con engatusarlos, llegan incluso a rastrearlos por todas partes y amenazarlos de muerte si se atreven, una vez recibido el dinero, a incumplir con lo pactado.
Los utilizan y chantajean como si no supieran que los derechos de los niños son inviolables, como si no supieran que esos jóvenes son menores de edad y están amparados por nuestra Constitución y por los derechos internacionales del niño.
Ante un escenario como el actual es imprescindible la alerta a la familia para que estén atentos a sus hijos y asuman un papel mucho más activo y responsable. Para «los defensores de una nueva Cuba» todo vale en el frustrado intento de derrocar al Gobierno revolucionario, y es lamentable que así sea.
No les importa la vida de inocentes ni de cientos de personas a las que ponen en peligro con cada acto vandálico. Quieren un baño de sangre. Ya lo dijo la mal llamada cubana Yamila Betancourt, asentada en Miami: «tiene que morir un millón para que millones sean felices».
Duele profundamente lo que hacen aun cuando saben que vivimos uno de los momentos más críticos, como consecuencia de una pandemia que ha
confirmado la fragilidad de la existencia humana. Duele saber también que, al tiempo que eso sucede, existen padres que involucran a niños en la realización de campañas contrarrevolucionarias.
Exponerlos de esa manera es violar sus derechos humanos. Mostrar en las redes sociales el cuerpo de una pequeña semidesnuda, con una consigna escrita que representa solo a unos pocos y con la bandera cubana cubriéndole sus partes íntimas, se llama abuso de poder, manipulación infantil y sexualización de la infancia. Se llama también irrespeto a los símbolos patrios.
¿En qué están pensando quienes suben esas imágenes a las redes sociales? Esto es asunto de adultos y los niños no tienen culpa de nada.
Todavía se llenan la boca diciendo que en las escuelas los adoctrinamos cuando lo que este país hace es fomentar en ellos los mejores valores como, por ejemplo, el patriotismo y la honestidad.
Bajo, muy bajo es el golpe que pretenden dar los que apuestan por una Cuba sin Revolución. Dejen tranquilos a nuestros niños. Que vivan y sean felices. Será mucho mejor para todos.