Apenas eran las cuatro de la mañana y me despertó el ruido de una movilización en la calle. Se escuchaba a alguien que llamaba a las puertas y decía:
—Ya vamos a salir, ¡lleven todo lo que puedan!
Me asusté mucho y me vestí lo más rápido que pude, tratando de no despertar a mi esposa y los niños. Durante esos minutos pasaron por mi mente mil suposiciones. Nunca se sabe qué pueda pasar. Lamentablemente el mundo está en constante peligro a causa de los locos que manejan la política, el armamento y el dinero.
Sin ropa interior, pero vestido, salí a la calle y me acerqué a un grupo de personas que permanecían en la esquina armados con disímiles utensilios, desde palos de escoba hasta bates de béisbol:
—¿Qué pasa?—, pregunté y mi vecino Carlitos, al parecer organizador de la movida, respondió con cierto carácter patriótico.
—Estamos organizando un safari para ir a cazar caracoles gigantes africanos en el solar yermo que está en la Avenida. Por La Habana, lo más grande. ¿Te sumas con nosotros?
Primero tuve ganas de golpearlo con un palo de escoba, luego me dio deseos de sonreír. No lo hice por respeto al resto de los compañeros que parecían muy dispuestos. Respiré profundo y le dije:
—Después voy con ustedes, tengo que ponerme ropa adecuada y buscar algún «arma». Regresé a mi hogar y volví a acostarme plácidamente.
No intento restarle importancia al problema que constituye la plaga del caracol gigante africano, ni mucho menos menosprecio la disposición de nuestra gente ante las tareas sociales. Pienso que, si es un error no prestarle la atención debida, también lo es cuando exageramos en las respuestas.
Ahorrar agua es una constante en todos los países. Una imperiosa necesidad ante las extensas sequías que afectan nuestro planeta por diversos fenómenos climatológicos y por la explotación irracional del preciado líquido llevada a cabo por el hombre. Ahora bien, no bañarse durante varios días, y no lavar la ropa durante semanas por no gastar agua, como hace un compañero cuyo nombre me reservo, me parece excesivo.
—Nadie ahorra más agua que yo, y aún no me han dado ni un diploma —me dijo hace unos días.
Actualmente estamos pasando por un momento crítico con el combustible. Se han tomado múltiples medidas para paliar dicha situación. La respuesta del pueblo ha sido efectiva, tanto a nivel estatal como en los establecimientos y casas particulares. Mi esposa, por ejemplo, lleva una semana sin cocinar. Dice que hay que ahorrar gas, que es un derivado del petróleo. Llevamos varios días a golpe de pan con mayonesa y agua con azúcar. Lo que no logro entender es por qué se pasa el día acostada en el sofá, viendo novelas en el televisor, rodeada de tres ventiladores a todo motor. ¿Eso no es derroche de energía? Presiento algo sospechoso en la manera en que ahorra mi esposa. ¿No les parece?