«En cualquier país del mundo las mujeres se sacrifican para atender a sus hijos, sin tener una organización como a la que ustedes pertenecen. Ustedes son, incontestablemente, mujeres bárbaras, porque además de eso, tienen una vital Federación de Mujeres Cubanas que sostiene desde hace un montón de años una de las osadías más grandes de la Revolución de Fidel Castro: la emancipación de las féminas de esa Isla».
Eso no lo extraje de un discurso o escrito encontrado en archivos cubanos o en Internet. Me lo dijo un internauta trasnochado, un turco, chofer de ómnibus, radicado en un recóndito sitio de la lejana Cantabria.
Según su punto de vista, al integrarse a una organización que las representa, las que habitan en Cuba son mujeres que a su innata vocación como eje de familia, se une el sacrificio que desbordan para que perdure el proyecto revolucionario en el que han participado.
Y, ciertamente, de la misma manera que, sin la Revolución que triunfó el 1ro. de enero de 1959, la emancipación de las mujeres de esta Isla, su derecho a decidir su vida y destino, hubiese sido una quimera. Ese protagonismo femenino no fuera cierto sin el amparo y empuje que en ello tuvo la constitución, el 23 de agosto de 1960, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en una nación forjada en la matriz de millones de madres.
Entonces vivía Cuba tiempos inéditos y de popular efervescencia. Se unificaron en la naciente las distintas organizaciones femeninas existentes hasta entonces, en un país de seis millones de habitantes, en el que 20 meses atrás había encontrado la Revolución aplastantes desigualdades: solo entre el 12 y el 15 por ciento de la población económicamente activa eran mujeres que trabajaban mayoritariamente como maestras, enfermeras y empleadas domésticas. Las mujeres profesionales eran una marcada excepción, y la prostitución estaba notablemente extendida.
Era preciso y urgente la organización de las mujeres para empujar los cambios. Lo inmediato fue incorporarlas a la sociedad y al empleo, y también a los programas de transformación en marcha en todas las esferas del país.
Por eso el líder histórico de la Revolución, en el acto fundacional de la FMC, dijo que las mujeres cubanas «se han unido para el trabajo; se han unido para ayudar a la Patria en cualquier circunstancia. Si mañana es el combate, mañana prestarán su esfuerzo; si hoy en el trabajo, hoy prestarán su esfuerzo».
Apenas comenzaba el nada fácil proceso para moldear, en una Cuba nueva, otro tipo de mujeres.
No son pocos los estudiosos de temas relacionados con la necesaria y verdadera libertad de la mujer, que consideran que, de todas las organizaciones revolucionarias, la FMC fue la que tuvo en los primeros años de la Revolución logros más sorprendentes.
Erradicar prácticamente la prostitución dándoles a las mujeres dedicadas a este oficio oportunidades de estudio y de trabajo, y alfabetizar a las mujeres campesinas, víctimas de los patrones torcidos de la cultura rural, son tan solo dos de ellos.
De la misma manera que no se concibe ese prodigio, y los que sucesivamente trascendieron en la lucha por los derechos de la mujer, sin el empuje del pensamiento humanista, de igualdad y solidaridad y la práctica del Comandante en Jefe Fidel Castro; es difícil, aunque los logros son resultado del trabajo de muchas mujeres, separarlos de la figura de Vilma Espín Guillois, quien, junto al título vitalicio de Presidenta de la organización, se ganó un lugar privilegiado en la memoria de las mujeres cubanas.
Hablar de lo injusto de la llamada triple jornada femenina, del rol de la mujer en la educación familiar, de los logros de las féminas en el mundo del trabajo, de las decisiones, de la política, es hablar de Vilma.
Porque ella no solo fue el rostro, sino el alma de la Federación, y se le tiene presente cuando se habla hoy de una nación abanderada en la lucha por la igualdad de género, en la cruzada contra la violencia hacia la mujer. Y cuando se habla de un país donde nosotras representamos el 48 por ciento del total de las personas ocupadas en el sector estatal civil y el 46 por ciento de los altos cargos de dirección; el 78,5 por ciento del personal de salud, el 48 por ciento de los investigadores científicos y el 66,8 por ciento de la fuerza de mayor calificación técnica y profesional.
Revolucionaria como es, hoy la Federación de Mujeres Cubanas busca mayor dimensión e influjo en las nuevas generaciones. Y justo el ejemplo de Vilma, cuya labor, ha dicho Armando Hart en sus Palabras a destiempo que «no se construyó sobre discurso y abstracción, sino sobre el principio de transformar la realidad diaria, hacerla más humana y digna, de las cubanas que salían cada mañana a hacer Revolución», tiene que seguir siendo, necesariamente, el norte para asumir los retos de los nuevos tiempos.