Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del Metal extremo al ¿prejuicio extremo?

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

Seis grupos musicales derrochaban adrenalina en un escenario de la ciudad de Pinar del Río. El público coreaba en un inglés insular temas de Sepultura, Metálica y otras bandas clásicas del rock mundial. Era el metal extremo una sensación común, un gusto que llevó a los presentes a asumir como propio el espectro de un fenómeno que, aunque cuenta con muchos seguidores en Cuba, se manifiesta de forma underground (subterránea).

Lo curioso es que lo ocurrido en Vueltabajo se repitió en otras cinco ciudades de la Isla gracias a Brutal Fest, el festival que auspician la Agencia Cubana de Rock y el sello discográfico francés Brutal Beatdown Records, con el apoyo del Instituto Cubano de la Música y el Ministerio de Cultura.

En cada parada del tour había un número considerable de seguidores aguardando por los conciertos, a pesar de la escasa referencia que el auditorio tenía de las bandas en cartelera, y de que apenas un spot televisivo y algún que otro reporte de prensa habían informado de un evento que genera estándares importantes de preferencia.

¿Le estaría vedado el éxito a la sexta edición de Brutal Fest? ¿Merecía ese festival itinerante —que tanto en verano como en invierno se suma a las opciones musicales de los territorios— correr la suerte que melló convocatorias de este género en épocas anteriores? ¿Se correspondería ese final con el esfuerzo que se hace hoy por sistematizar propuestas que integren al rock a los espacios culturales?

Esta voluntad parte de un derecho ganado por sus cultores, que muchas veces son jóvenes con una preparación empírica o alcanzada en las escuelas de arte, y que en sus genes llevan la herencia melódica de bandas nacionales con un trabajo consagrado.

Pero ese justo deseo de promoción de esos músicos, de quienes organizan sus presentaciones y de los fieles seguidores del rock sucumbe ante la aparente falta de voluntad de quienes cuentan con los medios para hacerlo.

Y el reclamo ha trascendido en espacios de debate como el pasado II Congreso de la AHS. Porque es reconocida la riqueza del movimiento rocanrolero criollo, el cual, con sus matices insulares, ha contribuido a diversificar la escena musical nacional y ha intentado quebrar con su ímpetu prejuicios de antaño, como este de negarle acceso a soportes promocionales que para otros géneros sí están disponibles.

Resulta necesario que quienes se acerquen a este fenómeno artístico y sean responsables de su divulgación, destierren de una vez y por todas determinadas dudas relacionadas con la autenticidad y la estética de este género, pues con ello pecan de lesa subestimación del gusto de este público y demuestran un vacío de información que indiscutiblemente deben llenar.

Tal desconocimiento conforma la base de cierta discriminación que desde el punto de vista social se ha hecho sobre esta música y su público, así como en torno al modo de vestir y conducirse de quienes la ejecutan y la siguen. No obstante, protagonistas y seguidores coinciden en que el metal extremo es liberador en su melodía y rico en sus textos, que suelen abordar causas tan justas y nobles como la defensa del medio ambiente o la lucha de los oprimidos, como pudo corroborarse con la banda chilena Dezaztre Natural —defensora del pueblo mapuche— que se presentó en el Brutal Fest del verano pasado.

Estos cuestionamientos se encuentran en sintonía con el poco interés que genera el rock en la producción de videoclips —uno de los soportes formidables de promoción— y en la industria fonográfica nacional, la cual quizá no le vea una vía comercial solvente.

Pero hay valía en este género, de ahí la urgencia de que promotores, publicistas, medios de comunicación y disqueras hagan una ruta de participación en los festivales y conciertos que en el país se realizan. Una agenda que incluya y vea lo que sucede en el Maxim Rock de la capital, o en los festivales Metal HG (Holguín), Ciudad Metal (Santa Clara), Caimán Rock (La Habana) y el propio Brutal Fest. Puede ser un ejercicio revelador e interesante y con seguridad se hallará allí música de excelente factura y de una estética que defiende los valores universales del arte. Aún estamos a tiempo.

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