Mientras Nelson Mandela luchaba contra el apartheid y por los derechos de los negros en Sudáfrica, otro pueblo, el palestino, sufría los mismos vejámenes y la atroz ocupación israelí. Madiba no estaba ajeno a esa injusticia, y siempre defendió el legítimo derecho de los palestinos a tener su Estado, como lo demandaban continuas resoluciones de la ONU.
Por eso, una vez que Mandela salió de prisión gracias a la presión de la comunidad internacional, y mientras trabajaba por la reconciliación nacional, dedicó parte de sus esfuerzos políticos y diplomáticos en pos de la solución del conflicto palestino-israelí, de coincidencias desgarradoras con lo padecido en Sudáfrica.
En 1948, el mismo año de la Nakba palestina, cuando los sionistas expulsaron de su tierra a más de 750 000 palestinos como parte de su estrategia de limpieza étnica, Sudáfrica declaró oficialmente al apartheid como ley del Estado. «Las historias de nuestros pueblos se corresponden de una manera tan dolorosa y conmovedora, que intensamente me siento como en casa entre los compatriotas (…) La larga data de lazos fraternales entre nuestros dos movimientos de liberación se están traduciendo en las relaciones entre los dos gobiernos», dijo Mandela en Gaza, en la escala de una gira por el Medio Oriente en 1999.
La camaradería entre ambos pueblos quedó sellada en un cálido abrazo en febrero de 1990, cuando a solo 16 días de ser liberado tras 27 años de prisión, Mandela se reunió con Yasser Arafat, el líder de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), en el aeropuerto de Lusaka, Zambia. A partir de entonces se consolidó la historia de solidaridad que se mantiene hasta hoy.
Con su firmeza incólume, Mandela recordó a quienes le cuestionaron esa relación, que la OLP siempre fue un aliado del Congreso Nacional Africano (ANC). Además, Israel había sido un aliado y proveedor de armas para el régimen del apartheid sudafricano. Recordemos que Tel Aviv le ofreció a Pretoria armas nucleares.
En varios foros internacionales y dentro de su país, Mandela expresó su compromiso político contra la ocupación sionista y a favor de la construcción del Estado palestino. Para él, se trataba de un deber de todos los sudafricanos; por eso fue un tema fundamental en la agenda de la Pretoria post apartheid.
«Sabemos muy bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos», afirmó en 1997, con motivo del Día Internacional de la Solidaridad con el pueblo palestino.
En febrero de 1995, poco antes de cumplir un año como el primer Presidente negro de Sudáfrica, su Gobierno formalizó relaciones diplomáticas plenas con los palestinos. Para Mandela siempre fue motivo de orgullo la asistencia que brindaban a ese pueblo en sectores como la gestión ante desastres, el empoderamiento de la mujer y la niñez. Pero no estaba satisfecho, buscaba la forma de cómo hacer más.
Su voz siempre se levantó para exigir una acción más decidida de los organismos mundiales, y particularmente de las naciones que tenían el poder para presionar por la solución del conflicto, al que consideró en «un punto muerto» dentro de los problemas del Medio Oriente.
Su propuesta era la solución de los dos Estados, además de abogar por que Israel devolviera los territorios árabes ocupados en la Guerra de los Seis Días, incluidos los Altos del Golán sirios.
Aún después de culminada su gestión como Presidente (en junio de 1999), Mandela no desistió. En octubre de 1999, en su primera visita a Israel, Madiba se reunió con el primer ministro Ehud Barak, y el tema dominante del encuentro de una hora fue Palestina.
Frustrado por el fracaso de los Acuerdos de Oslo, el Premio Nobel 1994 se ofreció a mediar entre las dos partes, pero su anfitrión rechazó la propuesta, arguyendo que Mandela no podía ser imparcial debido a sus estrechos vínculos con Arafat.
No era la primera vez que el líder del ANC buscaba acercar posiciones. En mayo de 1994, propició un encuentro entre Arafat y el presidente israelí Ezer Weizman, quienes no se conocían y se encontraban en Sudáfrica para asistir a la toma de posesión de Mandela.
Pero entonces, como ahora, Israel no quería la paz.