De Mariana Grajales escribió José Martí bellas y conmovedoras páginas. Entre ellas, las que plasmó en ocasión de su muerte en Jamaica, el 27 de noviembre de 1893:
«¿Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio (...), qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto? Así queda en la historia, sonriendo al acabar la vida, rodeada de los varones que pelearon por su país, criando a sus nietos para que pelearan».
Estos valores provienen de las masas explotadas por el colonialismo y la esclavitud. Constituyen una síntesis de las mejores tradiciones de la familia criolla. Sirvieron de fundamento para que alcanzaran en Cuba una dimensión genuinamente universal. Llegadas a las tierras orientales a través del mundo del Caribe, fueron recepcionadas por una población pobre y explotada que las recreó y las multiplicó.
En el ámbito familiar de los Maceo-Grajales sus hijos aprendieron la responsabilidad, los principios morales, la disciplina, la fortaleza de espíritu, el valor y un profundo amor a la patria, a la libertad y a la justicia. Esa educación tenía como fundamento la necesidad de fortalecer la autoridad inspirada y sostenida por el amor, la búsqueda de la estrecha unión entre los seres nacidos de una misma matriz, los sentimientos solidarios hacia todos los hombres, y el rechazo a la esclavitud y a la discriminación. Y como Mariana se sintió madre de los cubanos, la tenemos como la Madre de la Patria. Elevó su condición maternal a todos los nacidos en nuestra tierra, y fue tan grande ese amor y tan altos los méritos de sus hijos, especialmente los del General Antonio, que se convirtió en el símbolo más alto de las mujeres cubanas.
Lo que debemos aprender de esta Madre es el concepto del deber, del honor y de la disciplina forjado en el alma de la familia Maceo-Grajales, y que le dieron una identidad esencial. Esto solo puede alcanzarse sobre el fundamento de la facultad de asociarse en que, para Martí, estaba el secreto de lo humano. Libertad y disciplina, he ahí lo que necesita el mundo de hoy, ello siempre es posible exaltando al más alto plano la justicia como sol del mundo moral y requisito primigenio de la cultura.
Como en uno de sus hijos, Antonio, tales sentimientos alcanzaron timbres de gloria en esta familia, se convirtió en semilla de lo que hemos llamado cultura Maceo-Grajales, una de las corrientes principales de la tradición espiritual cubana. En ella están presentes las ideas de libertad, igualdad y fraternidad para toda la humanidad.
Del Titán de Bronce dijo José Martí que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo. Hay que estudiar al General Antonio no solo por su talento militar, sino también como hombre de honor, de enorme curiosidad por el conocimiento humano, de amplia visión humanista y de estrechos vínculos con el pueblo explotado del que era su más nítido representante en el Ejército Mambí. En él distinguimos un guerrero de modales culturales que hasta sus enemigos se vieron obligados a reconocer como un caballero. La ética de esta familia se observa en los siguientes párrafos de la carta que dirigiera Antonio Maceo al General español Camilo Polavieja:
«(...) jamás vacilaré porque mis actos son el resultado, el hecho vivo de mi pensamiento, y yo tengo el valor de lo que pienso, si lo que pienso forma parte de la doctrina moral de mi vida. (...) no hallaré motivos para verme desligado para con la Humanidad. No es, pues, una política de odios la mía, es una política de amor; no es una política exclusiva, es una política fundada en la moral humana (...) no odio a nadie ni a nada, pero amo sobre todo la rectitud de los principios racionales de la vida».
Es más conocida y comprendida la historia de las ideas de los forjadores de la nación en la fuente de la alta educación recibida por los patriotas ilustrados de la clase acomodada, que tomaron la decisión de unirse a la justa aspiración de los humildes y desencadenaron la lucha por la independencia y la abolición de la esclavitud.
Sin embargo, la influencia cultural de la población explotada y su articulación creativa con el saber más elevado del occidente civilizado no ha sido suficientemente reconocida y asumida, aun cuando constituye una contribución original a la historia de Cuba, al movimiento intelectual y espiritual de nuestra América. Es de importancia capital estudiarla y trasmitirla a las nuevas generaciones de cubanos para que puedan cohesionarse mejor en lo interno y entenderse de manera más profunda y eficaz con el mundo.
En la raíz de las virtudes de la familia heroica Maceo-Grajales está el ejemplo y la formación recibida de sus dos pilares fundadores. El padre Marcos murió combatiendo por la independencia. Mariana alentó al esposo y a los hijos al combate, se echó al monte a curar heridos y dar apoyo a la tropa hasta su último aliento. Este matrimonio nos sirve de orientación y estímulo para el desarrollo de la educación y la política cubanas de hoy.
El ejemplo de esta familia muestra cómo en las situaciones sociales de atraso cultural, de pobreza en los campos, poblados y ciudades del oriente de Cuba de hace 150 años, pudo emerger una cultura familiar que permitió la incorporación de las masas explotadas a la contienda bélica aportando disciplina, coraje, sagacidad y asumiendo responsabilidades relevantes en la conducción de la guerra.
Si comparamos la cultura alcanzada por esta familia con la de los cubanos que rechazaban la independencia del país, apreciaremos que los representantes más significativos del reformismo y el autonomismo, aunque poseían un alto nivel intelectual y de información, no pudieron comprender la esencia de las necesidades vitales de la nación y sus soluciones, es decir, la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba de España y de Estados Unidos. Era, sin embargo, en la articulación de ambas demandas históricas donde estaba la cultura más profunda de la nación cubana. Sí la entendieron los independentistas, y por eso lo más elevado del pensamiento cubano entre ellos alcanzó en la civilización occidental las cumbres del saber, cuya escala más alta está en José Martí. Y en cuanto al oficio de la guerra, que es también cultura, y del sentido ético de la vida que constituye lo primero en ella, están a ese mismo nivel Gómez y Maceo, quienes poseían, además, una amplia cosmovisión cultural.
De aquella venerada viejecita —santiaguera de origen dominicano— escribió José Martí en la nota publicada en el periódico Patria en ocasión de su muerte, expresando los sentimientos que todos albergamos hacia esa mujer excepcional: «Patria en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra: ¡Madre!»
Ella es Madre de la Patria porque trascendió en la mejor cultura familiar cubana, es su símbolo más alto.